En su reciente informe sobre México, el relator de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Oliver de Shuter, creó un nuevo verbo que debe formar parte ya de los mexicanismos: Coca-Colizar. En la presentación que realizó desde Ginebra, Suiza, del reporte que muestra el desastre que existe en México por la falta de una política alimentaria que integre la seguridad y soberanía alimentaria desde una producción sustentable hasta una alimentación saludable, de Shuter señaló que México sufría una Coca-Colización. Pero para que la Coca-Colización se haya logrado es porque sufrimos primero una Coca-Colinización. Gracias a este proceso nos hemos convertido en los mayores consumidores de Coca Cola y refrescos en todo el mundo.
Oliver de Shuter visitó la región de México que es el imperio de Coca Cola: el estado de Chiapas. Ahí se puede constatar la colaboración del gobierno con esta empresa, el sacrificio de la salud indígena a la refresquera. Al llegar a un gran número de poblaciones nos encontramos con el nombre del pueblo y la cantidad de sus pobladores en letreros de metal que tienen la forma de una botella de Coca Cola en posición horizontal, con el fondo rojo y el logo de Coca Cola. En otros casos, como en San Juan Chamula, se trata de un espectacular, un anuncio de Coca Cola donde se da la bienvenida al poblado. Basta llegar al aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez para encontrase con un anuncio de Coca Cola al interior donde vienen fotos de los diferentes textiles que identifican a las diferentes etnias, sosteniéndose frente a cada uno de los textiles una botella de Coca Cola. En las tiendas de abarrotes se encuentran carteles donde se publicitan las bebidas de Coca Cola en lengua indígena. Coca Cola reivindica esta práctica como indigenista, al igual que su práctica de vender su producto a un precio 35% más bajo en las comunidades que en las ciudades. Algunas de estas imágenes, que inevitablemente vio el relator de naciones Unidas en su visita a Chiapas puede observarlas en nuestro video: “La Coca-Colización” de Chiapas.
La adicción al azúcar, documentada en varios estudios científicos por el Dr. Kessler, ex director de la Food and Drug Admnistration de los Estados Unidos, tiene su mejor expresión en Chiapas, las comunidades indígenas y en el país en su conjunto. En México, desde temprana edad, sin ninguna campaña en contra, sin ninguna regulación, sin campañas de orientación, los niños beben refresco, aprenden a hidratarse con bebidas que en un solo vaso contienen más azúcar que la que es recomendada como máximo tolerable para todo un día. La adicción comienza desde temprana edad, logrando que los niños ya no deseen hidratarse con agua, sólo con bebidas endulzadas y que mejor, si tienen cafeína. En Chiapas se llega al extremo de darles refresco en las mamilas a los niños de pecho. En ese estado, el gobierno hace campañas publicitarias en que anuncia que en la compra de una Coca Cola se está colaborando contra la desnutrición de los niños indígenas. Desde ese extremo hasta el urbano, con el consumo de refrescos que tenemos en México, encontramos que un alto porcentaje de la población ya presenta manifestaciones de síndrome metabólico desde los primeros años de edad
Pensar que el problema está en Chiapas es ingenuo. Allá, entre los niños, el consumo de refrescos se relaciona con la mayor desnutrición infantil del país. Hemos demostrado en otro estado de características más o menos similares, Guerrero, que el gasto en comida chatarra en las escuelas es suficiente para sacar de la desnutrición infantil a los niños. El propio Instituto Nacional de Salud Pública ha documentado que las familias mexicanas gastan en promedio más en refrescos, que en tortillas, frijol o huevo. Esta situación se agudiza en las familias más pobres.
En el otro extremo, en la Ciudad de México, el consumo de refrescos se relaciona con el mayor índice de sobrepeso y obesidad infantil del país: cuatro de cada diez niños. Ni el gobierno federal, ni el gobierno de Chiapas, ni el del Distrito Federal han impulsado políticas públicas, regulaciones, para reducir el consumo de refrescos, para informar sobre los riesgos de su consumo habitual, para proveer de agua potable de acceso gratuito en escuelas y espacios públicos.
El consumo habitual de refrescos aumenta el riesgo de síndrome metabólico, de sobrepeso, obesidad y diabetes. Un artículo reciente en una de las revistas científicas más prestigiadas, Nature, titulado “La verdad tóxica del azúcar” se informa que el 40% de las personas que tienen peso normal desarrollan el síndrome metabólico y las enfermedades asociadas a él, como la diabetes, la hipertensión, enfermedades cardiovasculares y hígado graso, como consecuencia, principalmente, del alto consumo de azúcar.
Podemos sugerir un anuncio en los aeropuertos internacionales del país que diga: “Bienvenidos a Coca-Colandia, país del síndrome metabólico”, o podemos exigir a nuestro gobernantes que sean realmente servidores públicos, no sirvientes empresariales.