Imanol Caneyada habló con SinEmbargo sobre los 12 cuentos que yacen en su Itinerario del abismo, los cuales llevan al lector a través de la geografía de la oscuridad y de los recovecos más siniestros de la condición humana.
Ciudad de México, 30 de octubre (SinEmbargo).– “¿Estás cómodo, te sientes a gusto, crees que todo está bien?”, pregunta el escritor Imanol Caneyada. “Qué tal si te asomas a este abismo, qué tal si recorres esta ruta, este itinerario, para ver qué tan cómodo estás y para ver qué tan acertadas son tus certezas”, propone al lector para que se asome a su Itinerario del abismo (Fondo de Cultura Económica), un libro de 12 cuentos con los cuales, quienes se adentre a ellos conocerá “la geografía de la decadencia” humana.
Con su ya conocido estilo, con guiños al esperpento de Valle-Inclán, y con una prosa que enreda línea a línea al lector con la historia, Caneyada explora el lado oscuro del ser humano a través de placeres primitivos, muertes, asesinatos, violencias irracionales y demás temáticas del espectro más siniestro de nuestra sociedad. No obstante, lo que lleva a sus personajes a esas situaciones no escapa a lo que cualquiera de nosotros puede experimentar, de ahí que el viaje que uno emprende a través de su obra mantenga a más de uno en vilo.
“Estos cuentos se alejan mucho precisamente del maniqueísmo para poner sobre la mesa lectora la posibilidad de que al final todos somos parte de este banquete de lo grotesco y lo escatológico y lo esperpéntico, todos somos parte de este festín y por más que nos veamos en el espejo y nos convenzamos que no somos parte, sí lo somos, y un poco los cuentos son una provocación, todos somos parte de este festín que nos estamos dando y que muchas veces las decisiones que tomamos nos llevan a estos lugares sin ser muy conscientes de cómo fuimos tomando esas decisiones y cómo esas decisiones nos arrinconaron, nos pusieron en este lugar, esa parte es importante, la idea del libre albedrío, que está muy presente, y a partir de ese libre albedrío que lo ejercemos a veces con una cierta ligereza o con una cierta inconsciencia y cómo al final un buen día despertamos en ese lugar que nos parecía imposible despertar”, ahondó el autor.
Para Imanol Caneyada, la Literatura sí debe de tener una función de conectar con el lector para sacudirlo y cuestionar todas sus certezas. “Podemos encontrar un lector que busca en la lectura tal vez confirmar lo que cree que es, lo que cree que piensa, y confirmar sus formas de existir. O un lector, que es mi caso, que busca en la literatura aquello que te cimbra, aquello que te cuestiona todas las certezas y que te pone incómodo, que te pone a preguntarte. Que te lleva incluso a sentir una especie de arcada de pronto o que te obliga a cerrar los ojos o que te lleva a un lugar donde los escalofríos o el miedo están presentes. Esa es la literatura que a mí me interesa y por eso es la que leo y es la que trato de escribir, porque de la otra manera entonces entramos en una comodidad, en una complacencia y en una autocomplacencia que creo que responde más a estrategias económicas y de mercado”.
“Yo sí creo que la literatura, como dice Kafka, tiene que ser esa ‘hacha que rompe el frío pecho del lector’”, reflexionó en cuanto a una sensación que los lectores podrán conocer a través del recorrido por esta geografía de lo siniestro que vive en sus 12 cuentos.
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—¿La idea en Itinerario del abismo es asomarte al abismo de la podredumbre humana, de la condición humana?
—Yo creo que sí ese es el hilo conductor de esta colección de estos 12 cuentos que están en Itinerario del abismo, la idea de recorrer una geografía de la decadencia, la geografía de la podredumbre, la geografía de la oscuridad, de los recovecos más siniestros tal vez de la condición humana, sí, del ser humano, de este animal que somos, aunque a veces por momentos con humor, creo, con humor negro, parodiando ciertos géneros, pero siempre con esa constante, con esa idea de abismo, de sondeo abisal de las profundidades del mar del ser. Y con la idea de seres humanos, de personajes, que no se manifiestan en una podredumbre voluntaria sino que de pronto están ahí, un poco de manera involuntaria, un poco sin saber por qué, de pronto están en esas oscuridades.
—Entonces, ¿de alguna manera algunos de tus personajes son relegados a esa condición?
—Sí, muchos de ellos, creo que la mayoría de los personajes que pueblan estos cuentos involuntariamente llegan a esos lugares. Y es un poco el punto de partida de estos cuentos, la sorpresa de estar ahí, el hecho de que de pronto los lectores puedan encontrar en mi personaje tantas similitudes, tantas semejanzas, que los conmueva, los mueva y los sacuda, porque cada uno de nosotros siempre corremos el peligro de caer en estos abismos, de entrar en estos terrenos de oscuridad absoluta.
No es privativo de determinadas personas o determinados seres que se comportan o actúan o viven en determinadas situaciones, sino que cualquiera de nosotros —es un poco el juego de los cuentos— sino que puedes ser tú, lector, el que te adentres en estos abismos y te encuentres en estas situaciones entre oscuridad, angustia, de pérdida de absolutamente todo, de pérdida de certezas y valores y el confort en el que uno puede estar, crecer y creer como algo inamovible, pero nada es inamovible, cualquiera de nosotros puede caer en estos barrancos de oscuridad.
—Al asomarse a estos relatos, uno como lector va entendiendo que parte de esa condición humana tiene muy dentro esa parte de oscuridad sin la cual es difícil entendernos y que también forma parte de la sociedad.
—Claro, no son aspectos que están ahí ajenos o que llegaron o que son obra de seres malvados que habitan en las cuevas del mal y que salen de ellas para crear estas violencias que vivimos o estas degradaciones que vivimos. Son parte muy cercana a nosotros, o que están totalmente integrada a nosotros.
Creo que estos cuentos se alejan mucho precisamente del maniqueísmo para poner sobre la mesa lectora la posibilidad de que al final todos somos parte de este banquete de lo grotesco y lo escatológico y lo esperpéntico, todos somos parte de este festín y por más que nos veamos en el espejo y nos convenzamos que no somos parte, sí lo somos, y un poco los cuentos son una provocación, todos somos parte de este festín que nos estamos dando y que muchas veces las decisiones que tomamos nos llevan a estos lugares sin ser muy conscientes de cómo fuimos tomando esas decisiones y cómo esas decisiones nos arrinconaron, nos pusieron en este lugar, esa parte es importante, la idea del libre albedrío, que está muy presente, y a partir de ese libre albedrío que lo ejercemos a veces con una cierta ligereza o con una cierta inconsciencia y cómo al final un buen día despertamos en ese lugar que nos parecía imposible despertar.
—Es difícil a veces simpatizar con este tipo de personajes, porque de alguna manera nos muestran ese aspecto que muchas veces no queremos reconocer en nosotros mismos…
—Ese tipo de personajes que señalas que están en algunos de los cuentos y que las vamos a encontrar en algunas de las novelas es cierto, en principio son personajes que a mí como propuesta estética me atraen mucho. Me atraen a partir de mis propias obsesiones y mis propias angustias y las preguntas que me puedo hacer, que me hago, en torno a la condición humana y tratar de entender qué nos mueve, o qué mueve a aquellas gentes que aparecen en estos universos ficcionales, qué mueve para que se comporten como se comportan, para que actúen como actúan, para que sientan como sienten o piensen como piensan, etc.
Sí es una cuestión muy personal tanto a obsesiones como funciones que puedo tener como autor y búsquedas estéticas, porque me parece que no dejan de ser búsquedas estéticas a final de cuentas.
Pero obviamente en esa perplejidad y en esa curiosidad y en esos interrogantes que se desprenden de tratar de explorar estos seres humanos siempre al margen de, siempre cayendo en el abismo, altamente demoníacos pero también muy humanos, al final se desprende una serie de planteamientos colectivos, a eso que somos como sociedad, porque nada existe en la nada, nada existe de manera espontánea, cómo surgieron estos personajes que pueblan este libro de cuentos, qué condiciones se fueron dando para que existan estos personajes.
No creo en esta visión tranquilizadora de que estos personajes existen porque decidieron únicamente a partir de un mal que los habita. Me parece que hay otras circunstancias que están ahí presentes que tienen que ver con cómo nos comportamos en términos de comunidad, en términos de proyecto comunitario, colectivo. Al final, sí se desprende, si no una crítica, por lo menos una serie de cuestionamientos, de planteamientos ficcionales que en un momento dado pueda hacer que los lectores se pregunten o se planteen ciertas cosas que tienen que ver con el colectivo, con esto que llamamos sociedad, con el hecho de que somos seres gregarios y que habitamos siempre gregariamente, y que inevitablemente tenemos que colaborar unos con otros y en estas colaboraciones se dan aberraciones, se dan actos heroicos y majestuosos y sorprendentes, pero también se dan aberraciones y aspectos deleznables.
—¿Tú crees que estos factores que ayudan a profundizar en los abismos de cada uno de nosotros hablen más de lo que somos como sociedad que estos escaparates luminosos que vemos por todos lados precisamente que reflejan heroísmo y otras cuestiones similares?
—Sí, sobre todo creo que la literatura tiene, existe —o la que a mí más me gusta como lector y por eso trato de reproducirla como escritor—, es aquella que explora estos rincones de oscuridad, estos abismos, estas fosas insondables, que normalmente solemos tapar o solemos darle la espalda.
Pero además creo que la literatura sí tiene que tener una función de conectar con el lector para sacudirlo, para sacarlo de su zona de confort, para cuestionar todas sus certezas. Podemos encontrar un lector que busca en la lectura tal vez confirmar lo que cree que es, lo que cree que piensa, y confirmar sus formas de existir. O un lector, que es mi caso, que busca en la literatura aquello que te cimbra, aquello que te cuestiona todas las certezas y que te pone incómodo, que te pone a preguntarte. Que te lleva incluso a sentir una especie de arcada de pronto o que te obliga a cerrar los ojos o que te lleva a un lugar donde los escalofríos o el miedo están presentes. Esa es la literatura que a mí me interesa y por eso es la que leo y es la que trato de escribir, porque de la otra manera entonces entramos en una comodidad, en una complacencia y en una autocomplacencia que creo que responde más a estrategias económicas y de mercado.
Yo sí creo que la literatura, como dice Kafka, tiene que ser esa “hacha que rompe el frío pecho del lector”.
Por eso estos 12 cuentos, en el Itinerario del abismo, que son como provocaciones, como retos: “¿Estás cómodo, te sientes a gusto, crees que todo está bien? Qué tal si te asomas a este abismo, qué tal si recorres esta ruta, este itinerario, para ver qué tan cómodo estás y para ver qué tan acertadas son tus certezas”.