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Jorge Alberto Gudiño Hernández

30/09/2017 - 12:01 am

Esa sensación de triunfo

Los jóvenes han sabido luchar frente a la tragedia. Se han organizado, han alzado la voz contra una clase política que no se ha cansado de decepcionarnos. Foto: CuartoscuroAunque no soy un entusiasta del futbol, fui a casa de unas amigas a ver el partido entre México y Holanda durante el Mundial de Brasil de […]

Los jóvenes han sabido luchar frente a la tragedia. Se han organizado, han alzado la voz contra una clase política que no se ha cansado de decepcionarnos. Foto: CuartoscuroAunque no soy un entusiasta del futbol, fui a casa de unas amigas a ver el partido entre México y Holanda durante el Mundial de Brasil de 2014. No éramos los únicos invitados. De hecho, llegó alguien quien aseguraba no saber nada del deporte. Confesó que poco le interesaba y, de hecho, no recordaba haber visto ningún partido en su edad adulta.

Como todos podemos recordar, el entusiasmo creció dado que México le iba ganando a la potencia europea. Incluso él, a quien poco le interesaba el juego, había conseguido contagiarse de dicha esperanza. Estábamos a escasos minutos del final cuando Holanda consiguió empatar el encuentro. Lo peor vino con el consabido penal que no lo era (al menos para nosotros, los mexicanos, sigue sin serlo). Tras el cobro, Holanda ganó el partido y pasó a la siguiente ronda.

Una imagen queda en mi memoria. El amigo desinteresado en las artes del juego, tumbado en uno de los sillones de la sala, desencajado. Nos preguntaba, una y otra vez, si eso era lo que sentíamos cada uno de los mundiales: esa sensación de desamparo, producto de la idea de haber estado a punto de obtener el ansiado triunfo. La respuesta fue unánime, repetida una y otra vez en la siguiente hora: sí, eso lo sentimos cada cuatro años.

Mi interés nunca ha sido escribir sobre deportes. Mucho menos ahora, cuando el país está dolido por hechos mucho más trascendentes. Si recuerdo esa anécdota es porque puede extrapolarse a lo que nos ha sucedido como sociedad una y otra vez. Me refiero, claro está, a la sensación de desamparo, al ya casi, al ya merito, al jugamos como nunca y perdimos como siempre.

Lo traigo a colación porque la respuesta de la sociedad ante la tragedia desencadenada por los temblores ha sido, cuando menos, impactante. Lo he constatado no sólo en las calles y en las noticias, también en los salones de clase donde mis alumnos universitarios han hecho del relato una forma para paliar el duelo. En pocas palabras, la sociedad ha sabido echarse la carga del equipo al hombro, superando con creces al gobierno y a las instituciones.

No es raro, entonces, encontrarse con el aplauso de los columnistas en los medios. Los jóvenes han sabido luchar frente a la tragedia. Se han organizado, han alzado la voz contra una clase política que no se ha cansado de decepcionarnos.

El problema es la analogía. No porque ésta exista, por supuesto, ni porque sea una condena. Sin embargo, existe la posibilidad de que, de nuevo, cuando estamos tan cerca de un triunfo sin precedentes, todo pueda cambiar de un momento a otro, casi sin darnos cuenta, casi sin poderlo evitar.

Espero, sin duda, equivocarme, pero esas llamadas a recuperar la normalidad van restando fuerza al impulso que ha tenido a miles de personas ayudando de todas las formas posibles. La reconstrucción es una prueba dura que no contará con el impulso de la adrenalina ante la tragedia inmediata. El verdadero triunfo no descasará en ella, sino en el paso siguiente, el que implica poner un alto a los malos gobiernos, a la corrupción que de ellos emana, a que nos sigan vendiendo mentiras disfrazadas de propuestas.

Ya hay indicios, sobra decirlo. Robos a albergues, ataques armados, políticos aprovechándose de la circunstancia. También hay denuncias, inconformidad, señalamientos. Tal vez si la selección mexicana hubiera atacado cuando tenía la ventaja en el marcador en lugar de atrincherarse el resultado del partido hubiera sido diferente. Tal vez. No lo sé y nadie puede saberlo. Ojalá, como la sociedad dolida que somos, decidamos no atrincherarnos para no permitir todos esos goles que están en camino, disfrazados de ayuda y de falsas esperanzas. Ojalá. De lo contrario, esa sensación de desamparo volverá a lastrar nuestro ánimo. Y ya no sólo será por culpa de un partido de futbol sino por algo mucho más importante. Ojalá sepamos demostrar que somos mejores, mucho mejores, que quienes nos gobiernan; aunque Holanda vuelva a ganarnos en la cancha.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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