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Jorge Alberto Gudiño Hernández

30/06/2018 - 12:00 am

El ejercicio democrático

Somos privilegiados quienes alguna vez hemos pensado que el país está mal pero podría estar peor y, por eso, sólo por eso, consideramos que no es tan mala idea seguir como estamos. A fin de cuentas, hemos llegado hasta aquí, cargando nuestros privilegios y nuestra forma de ver la vida, llena de garantías y seguridades.

“Así que mañana votaré pensando en el país”. Foto: Cuartoscuro

Soy, junto con la gran mayoría de mis conocidos, un privilegiado. Somos privilegiados todos aquéllos que vivimos en una casa con todos los servicios; quienes estudiamos hasta donde quisimos o hasta donde pudimos; quienes conseguimos mantener a nuestras familias sin padecer más allá que unos cuantos sobresaltos por culpa de la incertidumbre económica; quienes nunca hemos pasado hambre, hambre verdadera, de la que se acumula por semanas, años y vidas… Somos privilegiados quienes, en términos estrictamente económicos, sabemos que, de seguir como estamos, podemos salir adelante. Eso no significa que no nos esforcemos, por supuesto, pues trabajamos a diario y, muchas veces, sentimos el yugo de los gastos imprevistos que, sin embargo, podría parecer trivial a la hora de pensar a un guardia de seguridad que trabaja turnos de 24 horas, a un campesino que come dos veces al día una dieta baja en proteínas, a una afanadora que se traslada seis horas diarias para limpiar los residuos de otros.

También somos afortunados quienes nunca hemos perdido a quien amamos por culpa de un arrebato de violencia; quienes no buscamos a seres queridos en fosas clandestinas; quienes no hemos alzado la vista desesperados pues a alguien se le ocurrió tomar la plaza, descuartizar o incluir a nuestros familiares en el rubro de las bajas colaterales. Eso no nos exime de la tragedia, por supuesto, pero nuestro privilegio consiste en no vivir con un miedo constante bajo la piel o con un dolor tan profundo que de poco valen las explicaciones.

Somos privilegiados quienes alguna vez hemos pensado que el país está mal pero podría estar peor y, por eso, sólo por eso, consideramos que no es tan mala idea seguir como estamos. A fin de cuentas, hemos llegado hasta aquí, cargando nuestros privilegios y nuestra forma de ver la vida, llena de garantías y seguridades.

Sin embargo, somos minoría.

El país está mal y la mayoría sienten que ya no se puede continuar así pese a que la resignación suele ser un bálsamo para todos los males. Para colmo, tenemos la certeza de que las opciones que se nos presentarán en las boletas electorales no son buenas: todas tienen fallos, todas están llenas de alianzas e impresentables, ninguna puede resolver los problemas del país porque todas han contribuido, de una u otra forma, a que éstos existan. ¿Entonces?

La democracia, más que del sufragio individual y libre, se funda también en la conciencia colectiva. Somos parte de una población y de un país. Quien nos gobierne no lo hará sólo para mantener nuestros privilegios o para sumar a la causa de un individuo. Lo hará para todos y, en ese entendido, debemos pensar en nosotros mismos, por supuesto, pero también en esas inmensas mayorías que llevan años, décadas y vidas pasándosela mal. Es imposible ser un gran país si la mayoría vive en la incertidumbre producto de su falta de privilegios: escasez, penurias, violencia, miedo y una falta de futuro, por mencionar unas cuantas. Justo por eso me parece que el ejercicio democrático que se avecina exige pensar con profundidad las cosas. No sólo las de nuestros beneficios o la de la continuidad de nuestros privilegios, sino las de un futuro para el país entero. Anular el voto como un acto de rebeldía tiene algo de irresponsabilidad. También votar sólo por quien nos conviene a unos cuantos.

Así que mañana votaré pensando en el país, esperando que muchos lo hagan en ese mismo sentido. Eso sí, al margen de los resultados, deseo que respetemos la necesidad que nos llevó a todos a
las urnas, ya sea la de unos cuantos privilegiados que piensan en ellos mismos, ya sea la de una gran mayoría que sólo busca salir de donde está, ya sea la de quien piensa que se está sumando a una causa justa.

Mis esperanzas no son muchas. Sin embargo, deseo profundamente que este país tenga un venturoso cambio de rumbo. Nos conviene a todos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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