Gustavo de Hoyos Walther
30/05/2023 - 12:03 am
El triunfo de Erdogan
“La verdad sea dicha, está coalición opositora logró algo que parecía imposible: desafiar a Erdoğan y su grupo y obligarlos a ir a una segunda vuelta. Sin embargo, esto no fue suficiente para derrotarlo y ahora tendrán que repensar el porvenir”.
El reciente triunfo de Recep Tayyip Erdogan, en las elecciones turcas para decidir el puesto de Primer Ministro, son malas noticias para el destino de la democracia en el mundo. El Partido de la Justicia y el Desarrollo que lo apoya es antiliberal, antidemocrático y pro islamista.
Por lo primero, rechaza la idea del equilibrio de poderes, donde el legislativo y el judicial tienen la misma preeminencia que el Ejecutivo; por lo segundo, concibe la democracia como una dictadura de la mayoría y no como un régimen de Estado de Derecho, donde todos sean iguales ante la ley; y, por lo tercero, el régimen que proponen es integrista y rechaza a la sociedad laica preconizada por Kemal Ataturk, desde 1922.
Su versión del Islam no es la de una religión de la concordia que ha hecho las paces con la sociedad moderna, sino la de un régimen quasi fudamentalista que niega la sociedad plural y diversa, que es hoy Turquía.
Los perdedores fueron seis partidos de oposición con una idea socialdemócrata del mundo que se unieron en torno a un líder veterano: Kemal Kılıçdaroğlu. La verdad sea dicha, está coalición opositora logró algo que parecía imposible: desafiar a Erdoğan y su grupo y obligarlos a ir a una segunda vuelta. Sin embargo, esto no fue suficiente para derrotarlo y ahora tendrán que repensar el porvenir.
Cómo resultado de su triunfo, el Gobierno de Erdoğan, no sólo será un peligro para su propia sociedad sino para el equilibrio mundial. Su triunfo fue celebrado por varios autócratas, desde Vladimir Putin hasta Nicolás Maduro. Geopolíticamente, Turquía tiene una gran influencia en el Medio Oriente, Los Balcanes, el Mar Negro y el Mediterráneo. Se trata también de la segunda potencia militar dentro de la OTAN. Esto quiere decir que Turquía ejerce un gran poder regional, lo que ahora es preocupante, pues lejos de promover la democracia liberal, Turquía fomenta regímenes populistas y autoritarios.
Para los amigos de la libertad hay una gran lección a extraer del triunfo de Erdoğan, quien arribó al poder en 2003. La lección es esta: si no se le pone un alto a tiempo a un autócrata y al movimiento que lo sustenta, será mucho más difícil disolver su embestida, mientras se está consolidando en el poder con el paso de los años. Ejemplos varios tenemos de esta suerte de fortalecimiento antidemocrático, además de Turquía, con Narendra Modi en la India, Vladimir Putin en Rusia o el chavismo en Venezuela.
En México tenemos la oportunidad de detener la deriva autoritaria a tiempo. De no hacerlo así, no habremos aprendido nada de la desventura turca, india, rusa o venezolana. Tenemos muy poco tiempo para enderezar el timón y de lograr que triunfe la democracia en las siguientes elecciones presidenciales y legislativas que se celebrarán en 2024, al menos, a nivel federal. Confío en que así será.
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