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Gerardo Grande

30/04/2016 - 12:00 am

La Bota, una casa

A partir de la poesía se generan lazos perdurables. También genera amor y encuentro.

Al entrar a La Bota encuentro una casa. Foto: Cuartoscuro
Al entrar a La Bota encuentro una casa. Foto: Cuartoscuro

A partir de la poesía se generan lazos perdurables. También genera amor y encuentro. Hay que celebrar que en esta época existen bares que invitan a reunirse en torno a la poesía. Hay que celebrar que existen sitios que tienen el corazón tan ancho como para provocar rituales donde el cariño y la felicidad tienen un lugar asegurado.

Cuánto aprecio los rituales en estos días: el ritual de compartir los alimentos con los amigos; el ritual de recorrer el camino hacia una casa donde se comparten el vino, la charla y la poesía. Con mi primera bota quedé encantado con el ritual que se hace para “curarla” antes de beber de ella. La Bota, ese recipiente o vasija de piel de cabra cosida a mano que hay que poner al sol o al fuego para ablandar la pez que la recubre por dentro; después soplar lentamente, llenarla de agua primero y de vino después y así dejarla lista para llevarla, cada fin de semana, al evento más puntual del mundo. La primera vez que uno lleva su bota, su primera bota, los amigos la firman y la convierten en un objeto invaluable, un símbolo de fraternidad. Ella es para mí la maravilla de compartir con los amigos; representa el gusto por un ritual sanador tan necesario en estos días de hambre y de furia. Pero también hay otra bota de la que quiero hablar, esta se encuentra en la calle de San Jerónimo en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es una Hostería, es un cultubar y es una casa que lo mismo brinda tragos y una comida deliciosa o lecturas de poesía y pequeños recitales de cantores y guitarras. Claro está que toma su nombre a partir de ese recipiente de piel cosido a mano. Al entrar a La Bota encuentro una casa. Cuando uno conoce a los hermanos Calera-Grobet sabe que ellos representan el espíritu de La bota junto a su cuadrilla maravillosa que forma parte de este espacio que es más que un bar y más que un barco. No es casual ni gratuito que esta casa tenga cientos de firmas en las paredes; pues todo el que pasa por ahí y tiene corazón no puede evitar dejar un buen gesto a manera de agradecimiento. Uno va y se sienta y encuentra recuerdos, fotografías de amigos o personas que pasaron una vez y siguieron el camino.

Uno se siente en casa en este espacio cosido a mano donde siempre se puede encontrar la infancia del sol, donde se encuentra el fuego que alimenta el espíritu, el ritual de los apasionados por vivir, vivir y vivir. Bueno, este miércoles 27 de abril, La Hostería Cultubar La Bota fue cerrada por las autoridades del Gobierno de la Ciudad y de la delegación Cuauhtémoc. Fue un acto de injusticia total y de extorsión pura y dura. Como sabemos, en los meses recientes decenas de bares y piqueras fueron cerrados en el Centro Histórico de la ciudad. Hubo una noche en la que cerraron de un tirón todos los bares aledaños a La Bota, misma que permaneció abierta pues la inspección gubernamental certificó que el restaurante estaba absolutamente en regla. En aquella ocasión, se les hizo saber que, si bien habían estado exentos de un trámite llamado “Ley ambiental”, había que comenzar a realizarlo. El equipo del restaurante se puso manos a la obra en ese momento y consultó con las mismas autoridades los procedimientos que debían seguir para realizar el trámite. En seguida comenzaron todo el papeleo para cumplir con esa “Ley ambiental”, en el transcurso de los trámites, este 27 de abril cerraron La Bota que es de todos. Es una lástima que se cierren sitios honestos y familiares. A veces parece que lo más hermoso molesta, incomoda y no tiene cabida; sin embargo lo más hermoso también avanza y vence. Recién el pasado domingo 24 de abril se llevó a cabo uno de los festivales de poesía más bellos que hay en la ciudad. Fue el V Festival de Poesía por Primavera que se celebra desde La Bota. Entonces, este cultubar no sólo sirve tragos y comidas, también es generador de espacios de encuentro, de reuniones en torno al festejo de la palabra y las artes, reuniones donde todos están invitados a compartir. ¿Cómo es posible que un sitio así se cierre a partir de una injusticia? ¿Y todos los clubes de prostitución infantil y trata de personas que siguen abiertos? ¿Y todos los bares que no están en regla y que fomentan la discriminación, la venta de drogas y las peleas? Vivimos en el mundo del revés, en la ciudad donde pasan este tipo de cosas y parece que todo sigue su curso. La Hostería Cultubar La Bota, para quienes no lo sepan, escribe desde hace años, una historia muy linda dentro de la Ciudad de México. Yo espero y estoy seguro que reabrirá muy pronto sus puertas. Supongo que la manera de acompañar y apoyar este tipo de proyectos es abarrotarlos con la familia y los amigos para que la historia se siga escribiendo, para que el ritual se siga dando. Que no te quede más que esta poesía, un pulpo palpitante entre las flores sangrientas del universo, esta flor abierta que poliniza meteoros y planetas mientras recibe balas y caen sus hojas y arde su tallo y del tallo cuelgas sin caer. En medio de las calles que arden aférrate a vivir, que sea lo único que te quede, que tu poema sea la sinceridad de una vida en llamas. Escribe, es abrir el pecho y ofrecer cada latido, deja que tiriten las estrellas en el fondo del mar que duerme en tu pecho. Escribe, es gritar y que el sonido ilumine los ojos de los chicos que se perdieron antes que llegara el amanecer.

Gerardo Grande
Gerardo Grande (Ciudad de México, 1991). Poeta. Publicó La edad atómica (La Bella Varsovia, Córdoba, España, 2014), Fiesta brava (Neutrinos, Entre Ríos, Argentina, 2015), Seguir (Eloísa Cartonera, Buenos Aires, Argentina, 2016). Es co-compilador de Astronave, panorámica de poesía mexicana 1985-1993 (UANL-UNAM, México, 2015).

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