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Hilda García

30/03/2012 - 12:02 am

Braceros: Ni de aquí, ni de allá

Son las 7 de la noche. Juan se recuesta sobre uno de los pilares del metro en NY.  Su rostro muestra el cansancio de una jornada laboral y mientras espera me le acerco para preguntarle si está bien. “Si güerita. Sólo un poco cansado. Bueno, para qué le miento a usted si me debe oler, […]

Son las 7 de la noche. Juan se recuesta sobre uno de los pilares del metro en NY.  Su rostro muestra el cansancio de una jornada laboral y mientras espera me le acerco para preguntarle si está bien. “Si güerita. Sólo un poco cansado. Bueno, para qué le miento a usted si me debe oler, me tomé una cervecita antes de regresar a casa, pero estoy bien. Gracias”.

Subimos al Metro. Se sentó al lado de mí y me dijo: “Me da harta pena andar tomado, pero es que extraño a mi esposa y a mi familia. Esta ciudad es re dura. Allá en Puebla pus tenía de todo, pero no tenemos dinero y acá hago algo de dinero con lo que gano en la cocina y pus lo mando a mi familia. No hay de otra”.

Juan es uno de los 6 millones de mexicanos indocumentados que vivieron y trabajaron en Estados Unidos durante el 2011 para mejorar la calidad de vida de sus familias. Estos mexicanos, quienes además de sortear a la migra, los coyotes y los empleadores, viven lejos de sus familias trabajan dobles turnos,  sin descanso o mayor diversión que una cerveza o el jaripeo de la ciudad, generaron el año pasado 22 mil millones de dólares que equivalen al 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto. Sí, así como se lee. Estos mexicanos son los que en gran parte mantienen al país y sin embargo, pocas políticas son las que se dirigen a ellos.

A nivel nacional está el Programa Paisano que inició operaciones a finales de la década de los ochenta con el objetivo de crear mecanismos que controlaran y gradualmente eliminaran los índices de maltrato, extorsión, robo, corrupción y prepotencia de servidores públicos. Tiempo después se integró en el Plan Nacional de Desarrollo como parte del plan llamado Nación Mexicana con el fin de dignificar sus trabajos y en fechas más recientes se ha integrado al Instituto Nacional de Migración con representaciones en Los Ángeles, Houston y Chicago. Sin embargo, estos planes, para la cantidad de mexicanos indocumentados que están en Estados Unidos, no han resultado suficientes. Aún hay mucho más por hacer para ellos.

Aún prevalecen el miedo a los coyotes, a la migra y ahora más reciente a los empleadores que pueden denunciarlos si están de manera indocumentada. El miedo de no tener los papeles y ser deportados los coloca en la peor de las vulnerabilidades posibles. Son seres que ni siquiera pasan por ser “visitantes”, ni aves de paso. Son mano de obra barata sin posibilidad de hacer reclamos y estar a expensas de los vaivenes económicos. Es decir, si hay crisis se les cierran las opciones de encontrar buenos empleos, si mejoran las condiciones económicas del país tienen más opciones. De hecho este último año, a pesar de los números referidos, sabemos que la migración decreció y que si bien en el 2010 había 7 millones de indocumentados, bajó en un millón la cifra debido a las pocas posibilidades laborales y al tema de la inseguridad en el trayecto a la frontera y su cruce, entre otros.

 

Sin embargo, lo que es más triste es que poco o nada se hace en materia de migración y mucho menos en cuanto a considerarlos como una de las tres fuentes de ingreso más importante del país junto con el petróleo y el turismo.

Esta semana, después de poco más de 10 años de lucha, el presidente Felipe Calderón entregó el pasado 18 de marzo el pago que aún se les debía a los jornaleros que participaron en Estados Unidos en el proyecto bracero de 1942 a 1964. A través de este programa suscrito entre los dos países, un grupo de trabajadores mexicanos viajó al vecino del norte para trabajar de manera temporal.

El gobierno accedió a pagar 38 mil pesos ($3 mil 200 dólares) a las personas que se registraran en las oficinas federales. Los registros se abrieron en octubre del 2008. Según la unión binacional de ex braceros, más de 200 mil personas se registraron; entre ellos se encontraron ex jornaleros, sus viudas e hijos. En marzo de 2011, 45 mil personas de 200 mil registradas entre los años 2009 y 2010 fueron indemnizadas y se terminó de pagar apenas la semana pasada.

Calderón pidió una disculpa por pagar tarde por un dinero que él no tomó y por acuerdos que él no hizo. En eso estamos totalmente de acuerdo, pero de manera indirecta todos les debemos algo a los trabajadores mexicanos que se encuentran en Estados Unidos.  Nuestro país no se ha visto tan mermado en su economía y hay poblaciones enteras en Michoacán, Jalisco, Guanajuato o Zacatecas que se sostienen con las remesas que estos trabajadores envían a sus familias.

A mediados de la década pasada, Estados Unidos reconoció la importancia que los braceros aportaron a la historia de ese país. Sería importante que nosotros viéramos también por esos “Juanes” que cruzan en el Metro todos los días, que no hacen otra cosa más que trabajar en la soledad de sus pensamientos buscando hacer dólares. No sólo sus familias se han beneficiado, sino también nosotros en lo cotidiano. Ahora que inician las campañas es importante saber qué tienen que decir los candidatos sobre nuestros paisanos en el exterior, con documentos o sin ellos, con derecho a voto o sin él.  Son ciudadanos también y pareciera que los hemos olvidado en su vulnerabilidad de no ser nada, de no sentirse ni de aquí ni de allá.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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