Buenas güerita, ¿a dónde vamos?

30/03/2012 - 12:02 am

El misterio de los taxistas en el Distrito Federal.

En esta ciudad caótica y hermosa, los taxistas constituyen parte fundamental de la cultura urbana. Aunque bien mirado, ¿en cuál no lo son? Desde los taxistas mamones de París, los odiosos de Barcelona, o los pakistaníes de Londres que no hablan inglés, hasta la mezcla variopinta y fascinante de los conductores defeños.

Para empezar, nuestros taxistas deben constituir uno de los estados más evolucionados de la especie humana. Los primeros mutantes del DF, dicho con todo respeto. Su capacidad de adaptación a un medio adverso es sencillamente increíble: 16 horas al volante bajo niveles de estrés que no soportaría un ratón de laboratorio, altos niveles de contaminación, marchas de maestros, segundos pisos y amagos de terceros, cambios de vialidad, microbuseros que echan lámina, agentes de tránsito cuestionables y hasta ladies de Polanco de vez en vez.

Y ni siquiera pueden escoger su atuendo. Marcelo Ebrard decidió quitar el característico tono verde de los bochitos. He realizado innumerables preguntas y todos se quejan de los colores tinto y dorado, incluso me ha tocado más de alguno que tiene una réplica en miniatura de lo que alguna vez fue símbolo de nuestra capital.

¿Cómo sobreviven los taxistas del DF? Y dicho de otra manera, ¿cómo sobrevivimos a los taxistas del DF?

Encarar cada viaje es, literalmente, un viaje de hongos o de risa. Puede acabar con un final dramático o con una rabieta. Tratándose de una subespecie más evolucionada que el resto de los mortales gracias a su capacidad de adaptación, sugiero la siguiente guía de sobrevivencia

Uno: jamás de los jamases tomes un taxi de la calle en la noche noche. Hay que revisar placas, identificación, etc. De sitio de preferencia. Esto es algo que todos saben. Y lo primero que te dicen cuando llegas al DF.

Dos: si no estás de humor, no hables. Te puedes encontrar una persona llena de urgencias de expresar su opinión sobre el futbol o el segundo piso, o la teoría de que el temblor es a causa de los gringos. Sí señor, estos gringos aventaron un arma nuclear al mar y por eso, justo por esto tuvimos un temblor la semana pasada.

Tres: si estás de humor, medir el termómetro de estos personajes es muy interesante y puedes obtener gran cantidad de información real de cómo se ve la ciudad a través de los retrovisores, enfundados en guantes que protegen las marcas de sol.

Cuatro: siempre saluda y se amable, me parece que es un trabajo estresante, caluroso y enfadoso. No tiene caso dárselas de ejecutivo con prisas. Todo mundo tiene prisas aquí, aparte de que hay demasiadas vialidades mal planeadas.

Cinco: por favor, pregunta antes de meter un pie al taxi si en efecto el conductor conoce la colonia o el destino a donde te diriges. Aquí pueden pasar algunas situaciones. Te mienten y acabas en Santa Fe, en una odisea no requerida, con perlitas de sudor y un poco estresada y enojada. El taxista se enoja y te contesta enfático que: “No tengo que conocer toda la ciudad manooooo”.

Son excepciones los que traen Guía Roji. Digo, si te dedicas a transportar gente, una guía de calles no es mala idea. Pero como no la tienen, ahí va uno de turista dándole indicaciones al taxista a través de un navegador, que realmente ninguno de los dos (taxista y usuario), tiene la más remota idea de cómo utilizar.

En el trayecto podemos tirar la toalla y bajarnos o seguir con la esperanza de que en determinado momento llegaremos. Eso sí, nunca está de más pedirle un descuento (aunque jamás me ha funcionado).

Seis: si no te perdiste, y aparte te encuentras la maravilla que conoce todas las rutas con menor tráfico, estás ante un extraño caso de un taxista real. Agradécele a la vida. Porque la verdad es que muchos me han confesado que tienen meses en el negocio y que pues, no es su culpa. Y en efecto, el razonamiento es lógico, pero ¿por qué no ponen un anuncio de “Taxista en aprendizaje”? O mejor aún, como los hoteles y restaurantes con sus estrellas y tenedores, los taxis podrían mostrar niveles de expertise.

Siete: una buena manera es preguntar la historia de amor de quien conduce. Siempre hace el viaje más ameno. No des muchos detalles de tu vida amorosa, luego se sienten consejeros y resulta que te bajas un poco deprimida del taxi.

Ocho: si optas por un servicio ejecutivo, prepárate mentalmente a lidiar con la persona que responde el conmutador. Tengo una en la mira que realmente me ha empezado a caer mal. El taxi llega en menos minutos de los que ella me atiende. Quizá ya identificó mi número y ha desarrollado la misma aversión.

Parafraseando a Einstein, Dios no se ocupa de nuestro destino. O sea que el taxista católico, apostólico, budista o protestante, si tiene un Dios a quien se encomiende, no tiene en absoluto la certeza de llegar.

Sólo en las grandes ciudades del mundo puede uno ufanarse de poder vivir sin necesidad de tener un auto. Hay 140 mil taxis tan sólo en el Distrito Federal. Tener un auto siempre disponible y con chofer a la mano es un privilegio casi aristocrático. Aunque no siempre sepa dónde terminará mi traslado ni la naturaleza de las extrañas conversaciones que me deparan estos entrañables personajes, es toda una gran experiencia. Bueno, casi siempre.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas