Breve historia de un chocho

30/01/2014 - 12:00 am

homeopathics

Fernanda, madre de dos niños, tiene estudios de administración pero decidió dedicarse a su familia desde hace varios años. Afirma que su hijo más pequeño se curó hace tres años de una enfermedad respiratoria. “Estaba muy mal, comenzó como una gripe normal pero en dos días se complicó; tos, fiebre, decía que tenía mucho dolor en sus piernas.” Una amiga le recomendó visitar a un homeópata. Lo hizo. Su hijo sanó a los tres días de tomar grageas homeopáticas con Oscillococcinum, un preparado diluido a base de hígado y corazón de pato.

Alfonso, ingeniero, padre de tres hijos, dos niños y una niña. Trabaja en su negocio de insumos para la construcción. Hace unos años sufría de fuertes dolores en la espalda baja. Los médicos le diagnosticaron problemas en uno de sus riñones y ninguno de los medicamentos lograba solucionarle la enfermedad. Cansado de la situación visitó el local de un vecino suyo que vendía homeopatía. Le recetaron Arsenicum album, una dilución a base de óxido de arsénico (una sustancia altamente tóxica y usada para tratar algunos tipos de cáncer). Alonso dice sentirse bien y “curado” después de un mes de tratamiento.

Antonio, 65 años. Desde que tiene memoria sufría de alergias y migraña. Los médicos del Seguro Social le recetaron por años sin tener ninguna mejoría. A los 18 años sus padres lo llevaron con un reconocido homeópata de una ciudad costera. “El alivio fue casi instantáneo. Un milagro.” Antonio, su hermana y sus padres decidieron trasladarse a aquella ciudad y radicar ahí. Los dolores de cabeza y los problemas para respirar han desaparecido. Y no sólo eso, ahora toda su familia se trata con homeopatía, desde él hasta sus nietos. Su calidad de vida mejorado, dice.

¿Por qué estos y otros relatos semejantes sobre curaciones atribuidas a la homeopatía no son tomados como evidencia de efectividad por la gran mayoría de la comunidad científica? ¿Por qué la ciencia moderna no reconoce estos testimonios como aval de una terapia a todas luces efectiva para algunas personas? ¿Qué necesita la biomédica, la física, la química, la farmacobiología y la medicina en general para considerar a la homeopatía como un tratamiento eficaz, real y comprobado para aliviar enfermedades?

Dejando de lado las teorías conspiratorias que dicen que las grandes farmacéuticas, el gobierno de Estados Unidos y otros poderosos y oscuros intereses están detrás del rechazo a la homeopatía, las respuestas a las preguntas anteriores son simples y radican en una serie de mecanismos y métodos que a lo largo de cientos de años han permitido curar (realmente) y prevenir enfermedades. Pero además, esos mismos métodos y mecanismos nos han permitido estudiar, conocer y entender a fondo muchos fenómenos de la naturaleza, desde las partículas subatómicas, hasta el origen del Universo, pasando por el origen de la vida. La clave está en una serie de acciones comúnmente llamadas “método científico” -que en realidad comprende varios métodos, entre ellos, poner como base de los nuevos descubrimientos a conocimientos científicos anteriores, la correcta experimentación, la comunicación abierta de los resultados obtenidos y la reproducción y verificación de los resultados por investigadores independientes. Desde luego, estos métodos también permiten corregir muchos vicios, creencias y errores, de manera que la ciencia es la mejor crítica de sí misma. Es cierto, aún hay cosas que desconocemos y muchas preguntas por contestar pero hasta el momento, después de miles de años de intentar estudiar la naturaleza, la humanidad no ha encontrado un mejor método para hacerlo que la ciencia.

“Homeopatía: pros y contras”

Esta semana la Revista SD de SinEmbargo.MX publicó un reportaje sobre la homeopatía. El artículo narra algunos testimonios en pro y en contra, informa de varios estudios que muestran la nula efectividad terapéutica de la homeopatía y describe la situación de esta práctica en México. La sensación final que a uno le queda después de leer el artículo es la una inclinación a creer que la homeopatía no va más allá de un efecto placebo, es decir, que cuando se han hecho rigurosos experimentos clínicos de su efectividad, el resultado es que las grageas homeopáticas no solucionan mejor las enfermedades que otras grageas conteniendo azúcar, lactosa, alcohol y agua destilada.

Dado que el tema es largo y vale mucho la pena desmenuzarlo, mi intención en este artículo es aclarar algunos puntos de entrada y poner ante el lector las ideas o dichos “principales” que soportan la supuesta efectividad de las sustancias homeopáticas. Aclaro que “principales”, porque en los últimos años han aparecido “ideas mejoradas” (todas ellas a priori y ad hoc) que intentan renovar hipótesis que ya han sido desechadas en múltiples ocasiones por estudios científicos serios. Así, es mentira que la homeopatía ha sido ignorada y puesta a un lado por los científicos a largo de los años: se han realizado cientos (probablemente miles) de experimentos tratando de encontrar la efectividad de la homeopatía.

¿Cuáles son las bases de la homeopatía?

La homeopatía es una actividad creada en 1876 por el alemán Samuel Hahnemann, quien al dejar la práctica de la medicina, se dedicó crear un conjunto de tratamientos para aliviar ciertas enfermedades. En principio, la homeopatía es considerada como una opción más “natural”, en contra de las -por supuesto- “no naturales” sustancias encontradas en los medicamentos comunes. Tan “natural” como el veneno de las serpientes, el polen de las flores o el ácido sulfúrico que se forma en la atmósfera y cae con las primeras lluvias de la temporada. Tan “natural” como el petróleo y gas contenidos en el subsuelo o el tóxico arsénico o tan “natural” como el genéticamente modificado (por selección artificial) plátano.

La esencia de la homeopatía es su doctrina de “similar cura lo similar”, esto es, “una sustancia que cause los síntomas de una enfermedad en una persona sana, curará los síntomas similares en una persona enferma.” Para la homeopatía, las enfermedades no existen, sino que existen los enfermos, y en muchos casos se ha alegado que cosas como virus y bacterias no son reales (de ahí que muchas personas abandonen sus tratamientos médicos contra SIDA, tuberculosis, malaria, etc., y sólo utilicen homeopatía). Propongo al lector el siguiente ejercicio para que por sí mismo descubra una sustancia homeopática y quede mejor explicado eso de “similar cura lo similar”.

Piense en un vegetal cuyas sustancias o componentes “naturales” le produzcan a usted los siguientes síntomas: ojos llorosos y lágrimas, abundante mucosidad, estornudos, irritación de nariz y boca. Si le vino a la mente una cebolla vamos bien (si pensó en un chile de árbol asándose también funciona). Ahora, ¿qué enfermedad tiene esos mismos síntomas: ojos llorosos, mucosidad e irritación de vías respiratorias? Efectivamente, una gripe común. Así, según la homeopatía, el extracto de cebolla (Allium cepa) cura los síntomas de un resfriado. ¿Le parece sensato? Bueno, pues lo mismo dice la homeopatía de la cafeína -que ayuda a adormir mejor y sentirse tranquilo-, el arsénico -un veneno que cura malestares estomacales-, cremas con árnica -que en cantidades altas es irritable para la piel pero la homeopatía alega que sirve precisamente para remediar eso. En cualquier caso, algo que irrite la vista en una persona sana servirá para que otro vea mejor, algo que dañe el estómago servirá para solucionar una gastritis y un compuesto que provoque convulsiones remediará la enfermedad de alguien con daño cerebral.

¿Cree usted que esto tiene sentido? Pues yo tampoco.

Sin embargo, la historia no termina aquí y el segundo principio de la homeopatía resulta aún más “interesante”. Los remedios homeopáticos son preparados mediante diluciones del principio activo (o “tintura madre”), de manera que, cuanto más diluido sea un remedio, mayor potencia tiene para sanar. Déjeme explicarlo. Ponga una gota de extracto de cebolla en un litro de agua, luego tome una gota de esta dilución y póngala en otro litro de agua. El procedimiento lo repite varias veces de manera que una cucharada de la enésima dilución será más potente que una cucharada del jugo original. Otra vez, ¿cree usted que tiene sentido? Si esto fuera así, verter un grano de azúcar en el océano terminaría por matar a todos los peces del planeta ante su intoxicación con sacarosa. No le quiero platicar lo que implicaría para la humanidad añadir unas gotas de tequila frente a las costas Veracruz.

Usted mismo puede verificar el número de veces que una sustancia homeopática fue diluida. 1 ml de “tintura madre” mezclada en 99 ml de agua crean una dilución 1CH (Centésimal de Hahnemann). 1 ml de lo anterior en 99 ml de agua crean una dilución 2CH y así. A mayor número CH, más diluida, pero “más potente” será una sustancia. Algo fuera de toda lógica. Las grageas por arriba de 12CH son bastante populares en homeopatía.

Para ilustrar hasta donde llega esto, le ofrezco los siguientes ejemplos. Un tercio de una gota de una sustancia original activa, diluida en toda el agua del planeta Tierra, produce una preparación 13CH. Una dilución 30CH equivale a poner una molécula de “tintura madre” en un volumen de agua equivalente a una esfera con radio de 150 millones de kilómetros, es decir, la distancia de la Tierra al Sol. Dado que el Universo observable tiene un número de átomos cercano a un diez seguido por ochenta ceros, la máxima dilución posible, suponiendo que todo es agua, equivale a un remedio homeopático de 40CH. Como nota simpática hay grageas de Oscillococcinum en presentación de 200CH. Algunos laboratorios utilizan diluciones decimales (una parte en 10) denominadas con “X” o “D”.

Finalmente -pero no menos importante-, Hahnemann propuso que la agitación vigorosa de las diluciones “activan” el poder de curación, en un proceso llamado “dinamización” o “sucución”. Al agitar las diluciones se “potencializa” el principio activo. Muchos laboratorios homeopáticos y personas dedicados a vender estos productos aseguran que las bajas diluciones más la agitación crean un efecto llamado “memoria del agua” en el que esta “recuerda” su contacto con la sustancia activa y remedia enfermedades. Sin tener ninguna base científica, la memoria del agua se ha sumado a  otras ideas extravagantes (como principios cuánticos o nanoestructuras) para justificar la homeopatía.

Al final de todo esto usted se preguntará ¿entonces de qué están hechas esas grageas azucaradas con “alegre” sabor a alcohol? Pues de eso, azúcar y lactosa como sustancia inerte y preparados extremadamente diluidos como “principio activo”.

“A mí me funciona”

Discutir sobre la eficacia de la homeopatía puede generar ásperos debates sobre todo en la gente que utiliza el “a mí me funcionó”. Este testimonio no es suficiente para probar que efectivamente, tomando grageas con diluciones, ciertas enfermedades serán curadas. Hay muchos factores que nos podrían confundir: enfermedades cíclicas, diagnósticos equivocados, sugestión, seguir dos tratamientos y creer que el equivocado solucionó la enfermedad, una mejora temporal justo cuando se inicia la homeopatía y muchos más.

Para terminar, si la homeopatía realmente funcionara, la medicina científica ya habría incorporado estas prácticas a su lista curricular. Que algunas universidades o institutos “de prestigio” ofrezcan una salida profesional a la homeopatía, no significa de ningún modo que la comunidad científica avale dicha actividad. Si esas instituciones consideran que la homeopatía realmente es una disciplina científica, cuyos principios pueden equipararse con la medicina, la biología, la física y la química, entonces estamos parados frente a un grave problema, donde las consecuencias deberán ser afrontadas tanto por esas instituciones como por los gobiernos que las financian. Aún más, si la homeopatía realmente funciona, entonces debería ser el foco de las grandes empresas farmacéuticas y dada su voracidad, ya las habrían comprado. La medicina científica más la homeopatía serían el negocio perfecto para cualquier accionista.

Sin embargo, y por irónico que parezca para mucha gente en contra de las “farmacéuticas transnacionales”, la industria homeopática genera ganancias por miles de millones de dolares anualmente y recibe subsidios sin fundamento de muchos gobiernos a través de cursos, diplomados, especialidades y hasta carreras universitarias.

Vicente Hernández

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Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
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