Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Herbarium, plantas mexicanas del alma

29/12/2018 - 12:03 am

¿Cómo la memoria puede estar detrás del coleccionismo? Patricia Lagarde nos da una posible respuesta a través de la exploración objeto–símbolo en su libro Herbarium. Lagarde se ha acercado a un hierbero para aprender herbolaria mexicana y su aplicación para la salud integral. La experiencia de esta edición converge en retratos de especies de plantas, haciendo énfasis en su forma, luminosidad, líneas y color; cada hoja alterna, corta peciolada, simple, serrada, lobulada o pinnatífida, entera o coriácea, cada flor femenina solitaria o acompañada en espigas.

Por Ángeles Bernal Flores

Ciudad de México, 29 de diciembre (SinEmbargo).- El proyecto se enriquece al incorporar a estas imágenes fragmentos de la Historia General de las Cosas de Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún y citas de su traducción, realizadas por el historiador Alfredo López Austin. El resultado es un híbrido entre libro de artista y herbario, creando una singular experiencia en la que el rigor científico deja espacio para la imaginación, la reconstrucción especulativa de lo incierto y el diálogo entre la historia y la botánica. A su vez, la disposición de textos e imágenes logran detonar interrogantes sobre el pasado prehispánico, el objetivo de la medicina tradicional y su relación con la naturaleza.

La aproximación occidental reduciría el estudio de estas plantas de acuerdo a nombres, características, géneros y divisiones, para luego acumularse como tarjetas dentro de un gran mosaico fijo: Talauma mexicana, popularmente conocida como Magnolia, de la familia Magnoliaceae, de la división Magnoliophyta, del subreino Tracheobionta y del reino Plantae, algunos de sus géneros tienen un uso ornamental o medicinal. Para el conocimiento médico académico, se necesitan identificar puntualmente sus efectos en el organismo humano, ya sea desde la razón o la experimentación. Para la botánica es necesario recolectar los patrones que dan cuenta del proceso vital y morfológico de cada planta. Este tipo de información ha encontrado su fácil exposición en los herbarios.

El herbario realiza un análisis cualitativo de las propiedades curativas de cada planta, reales o supuestas y éste, a su vez, ha sido utilizado como referente medicinal desde la antigüedad grecorromana. El modelo más extendido es el de Dioscórides, pero han circulado muchos otros como aquellos de Teofrasto, Pedacio, Cratevas, Plinio el Viejo y Galeno. Entonces, los herbarios estaban sujetos a la medicina, siendo complementados por antidotarios. Durante la Edad Media, fueron varios los grupos sociales que se socorrían con los herbarios para la cura de enfermedades; consultaban a los autores del pasado, así como a nuevos autores tales como Lucio Columela, San Isidoro de Sevilla, Constantino el Africano, Masawaih al–Mardini, Macer Floridus, entre otros. Al principio, se utilizaron varios métodos para ilustrar las diversas plantas. Se comenzó utilizando la misma planta como sello, pero luego esta técnica fue sustituida por dibujos y grabados que a veces no se contuvieron de volverlos estilizaciones.

Eeloquílitc. Foto: Patricia Lagardé en Herbarium

El gran impulso que tuvo la práctica con la recopilación y difusión sistemática fue gracias a los monjes dominicos y franciscanos. Después de reincorporar la filosofía aristotélica hacia el siglo XIII, en el Medievo se volvió tendencia el acercamiento racional a la naturaleza. Además, esto se enriqueció gracias al trabajo que realizaron los monjes en sus huertos. En 1245, con Bartolomé Anglico, y gracias a la escolástica, se comienza a formar un carácter más enciclopédico y en 1563, con García da Orta, se agrega una dimensión etnográfica que rebasa a la médica y botánica. Entre el siglo XVIII y principios del XIX aún se fabricaban algunos herbarios medicinales que se caracterizaban por breves descripciones, algunas aplicaciones tradicionales y representaciones gráficas bastante bien cuidadas de las plantas que conformaban el herbario.

Por otro lado, el herbario no dejó de jugar un papel fundamental en la vida cotidiana del Nuevo Mundo. De esta forma, encontramos los recetarios de Nicolás Monardes, Pedro Arias de Benavides, Alonso López de Hinojoso, fray Agustín Farfán, Gregorio López y Ricardo Osado. Con estos tratados se inició la discusión alrededor de si el conocimiento medico autóctono de américa podría participar en la cultura médica hegemónica. Así, el protagonismo entre estos tratados herbarios se lo lleva el Libellus de medicinalibus indorum herbis o Códice de la Cruz–Badiano. Aunque fue escrito después de la conquista por el médico nahua Martín de la Cruz, no ha dejado de reconocerse en el texto un gran porcentaje de autenticidad con respecto al pasado prehispánico, pues sería errado suponer que las civilizaciones prehispánicas mantenían una relación menos sistemática con la naturaleza. De hecho, el historiador Francisco del Paso y Troncoso propone que los jardines mesoamericanos cumplían con un rigor científico, y que el jardín botánico en la Italia del siglo XVI pudo haberse originado en el encuentro con México–Tenochtitlán. Y esto no termina ahí, el reino vegetal está atravesado por relaciones culturales más complejas:

Cada flor, planta o árbol constituía un elemento en la comunicación simbólica. El rito, la medicina, la producción agrícola y artesanal, el tributo y el proceso de gobernar también formaban parte de ese lenguaje. Mediante la flora se transmitían muchos mensajes; cada hoja, tallo y pétalo tenía su propio simbolismo.

Péyotl. Foto: Patricia Lagardé en Herbarium

En un principio, como bien señala Alfredo López Austin en La Religión, La Magia y la Cosmovisión, el núcleo de la religión es agrícola. Y es preciso recordar el singular animismo que dominaba todas las cosas con sustancias espirituales independientes a las leyes naturales. La constante en el mundo se explica a través de cargas, la materia carga con características intangibles que permitían identificar una cosa con otra para agruparse en una clase. Así mismo, cuando ocurre una irregularidad se explicaba porque la carga tenía una voluntad independiente, con fuerza suficiente como para influir en la materia. Es por esto que los chamanes podían entablar comunicación con las voluntades invisibles cuando necesitaban buscar remedios a males causados por estas. Los vegetales, por lo tanto, también tenían una dimensión de fuerzas invisibles según su especie, es por esto que es común hablar de las plantas como entidades o deidades, incluso. Tanto las plantas como las personas están constituidas por cargas de distintos tipos y calidades. Esto provoca que el orden y las clasificaciones sean necesarios.

En Herbarium se habla de luz y energía. Aunque se ha estudiado la flora autóctona mexicana desde diversas disciplinas: medicina, botánica, etnología, psicología, etcétera, Patricia Lagarde aborda la herbolaria desde la fotografía para vivenciar de otra manera la cosmovisión indígena. De esta manera nos invita a participar de su imaginación que reinventa el conocimiento y las relaciones del pasado. Un quiebre que se refuerza con los textos de Salvador Elizondo, Alfredo López Austin y Xavier Lozoya. Basta con ahondar en el gesto fotográfico para entender la magia de este herbario en particular. La fotografía es este mecanismo que absorbe una parte de lo contingente, aún si no se creyera que la fotografía atrapa el alma de las personas, los antiguos mesoamericanos encontraban curación en el color y la belleza de las flores.

La materia del cuerpo humano mesoamericano carga tres componentes intangibles: el teyolia, el ihiyotl y el tonalli. De estos, unos son de naturaleza fría y otros calientes, el objetivo general para las personas es mantener estas dos temperaturas en equilibrio. El tonalli se identifica con lo caliente, con los derivados del sol, calor corporal y con la energía para actuar y vivir. Se asocia con una mayor concentración calórica a las personas con mayor salud o a las que estén viviendo experiencias oníricas o psicotrópicas. El perder calor puede llevar a la muerte, la medicina tradicional interviene entonces para evitar la pérdida de calor.

Tonacaxóchitl. Foto: Patricia Lagardé en Herbarium

Al seguir coqueteando con este reordenamiento al que el libro de Lagarde invita, la fotografía aparece como una máquina que utiliza el calor lumínico para conservar fragmentos de la realidad herbal y del tiempo. Este herbario no se reduce a la descripción, a la ilustración, a identificar, sino que también ofrece el antídoto. El tiempo separa el uso que las civilizaciones antiguas le dieron a estas mismas plantas y que sobreviven hasta nuestros días. La fotografía nos remite al recuerdo ¿Qué tanto les queda a las plantas de estos antiguos efectos anímicos? Ni siquiera podríamos asegurar que los cambios en el ecosistema no han variado sus propiedades químicas. En un principio, se concebía la medicina como curación integral del alma y cuerpo, después para curar los males del cuerpo, ahora se estudian los psicotrópicos para curar los males de la mente y de la consciencia ¿Una dosis de fotografía cura? El tonalli es luz y energía, la fotografía también.

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