Placeres culposos

29/11/2013 - 12:00 am

Por ahí leí que el mejor placer en la vida es hacer lo que la gente te dice que no puedes o no deberías hacer.

Y así, como quien no quiere la cosa, he de enumerar (que no confesar) lo que a mi punto de vista son algunos placeres culposos. En todo caso, soy una firme creyente en que el placer debería escindirse de la culpa.

Y aquí van algunos que me han contado.

Repasar los chismes de Maribel Guardia y compañía en los pasillos del súper. Así en la caja, haciendo como si no, pero echando ojo a los titulares de la TV Notas.

Chismorrear en el Facebook sobre la vida y obra de los extraños –y los no tanto-, y terminar sondeando todas las fiestas a las que ha acudido tu ex amiga del alma.

Tomar un frapucchino venti, sabor moka con crema chantilly y chispitas del Starbucks.

Ir a McDonald´s.

Leer una novelita tipo Danielle Steel. O en todo caso ver alguna telenovela del canal de Salinas Pliego.

Fletarse toda la serie de Private Practice.

Ir a la Farmacia San Pablo y salir con cremas que no necesito.

Mirar religiosamente los programas del domingo a las 8 pm de Televisa. Y emocionarse de corazón.

Entrarle olímpicamente a un bote de Nutella. Se recomienda acompañar con leche.

Acudir a todos los estrenos de la serie Crepúsculo y otras del estilo. Grado avanzado: esperar a que salga la primer película de 50 Sombras de Grey.

Ser fan de la terapia. Y citar a la terapeuta, muy a pesar del otro.

Leer a OSHO.

Pasar todo el domingo haciendo zapping. O aún mejor, todo el fin de semana, con mini pausas para pedir comida y cena a domicilio y no tomar los dos litros reglamentarios de agua diarios.

Pedir refrescos sin azúcar y dos gorditas de chicharrón. Y refrescar el aliento con un Fresh Mint SUGAR FREE.

Hablar con la ex suegra y preguntar casualmente por su hijo.

Ir a un antro. El que sea. Donde suena música de Paulina Rubio, Luis Miguel y Daniela Romo para terminar. Si, en especial “Yo no te pido la luna”.

Ir a un concierto de Yuri, Mijares, Emmanuel, el Potrillo y/o Thalía.

Mandar mensajes de aburrimiento al galán en turno. Solo para ver qué responde.

Bailar sensualmente (muy pocos lo logramos y salimos airosos del momento).

Comer directo de la lata (atún, atún con vegetales) o comer directo de la olla y frío.

Gastar en un helado Häagen-Dazs como si no hubiera mañana. Y el “mañana” se paga la renta.

Besar a la amiga buena de la novia*. (Mi estimado amigo colombiano Jorge colaboró para este punto. La verdad es que no le quise preguntar más detalles).

Dárselas de independiente, hipster, chic, intelectual, fripster y llegar a casa de la madre a no mover un dedo.

Querer que la pidan a una en matrimonio en la punta de la Torre Eiffel en Paris. O en su versión mexicana, en Xochimilco en la trajinera que lleva tu nombre y rodeada de diez mariachis cantando La Bikina a todo pulmón. (Ok. No. Es broma)

Ver la ropa interior de alguien. (Otra vez mi amigo Jorge. No, tampoco le pregunté más detalles).

Mirar porno en la biblioteca de la universidad. (Si, también fue Jorge. Y creo que ya está desvariando).

Darle una segunda oportunidad a la película de Diario de una pasión (The Notebook) y llorar durante las dos horas. El grado avanzado: hacer lo mismo pero con Titanic.

¿Cuál es el suyo?

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