RESEÑA | Templos, de Genaro Ruiz de Chávez: Los hombres torcidos en el zoológico

29/09/2018 - 12:03 am

Además de poeta Genaro Ruiz de Chávez Oviedo es un filósofo. Su quehacer poético en Templos (CDMX, Literal, 2018) desentraña parte de la existencia del ser contemporáneo. Rastrea a un pequeño grupo de personajes chilangos, esencialmente chilangos —con todas las implicaciones filosóficas que esta categoría tiene—, los examina y los disecciona para mostrarnos que el mundo actual es un zoológico (la Ciudad de México como uno de los peores).

Ciudad de México, 29 de septiembre (SinEmbargo).- Es el zoológico de las emociones humanas, del que nadie quiere ser protagonista. En este libro se consagra la ira, la miseria, el tedio, la frustración, el horror, la zozobra, la melancolía, el sentimiento atroz que deja la derrota ante la lucha contra el sistema  —del que todos salimos aniquilados—, la depresión típica del Godínez (otra categoría filosófica que el autor explora), y la memoria de días felices que se consumen en la pira de fuego de la cotidianidad laboral.

En Templos estas emociones se magnifican y se pervierten debido al estilo poético de Genaro, el cual es el resultado de una personalísima asimilación del rock más garage, la excelsa poesía novohispana, los altos tonos del spoken word.  En este libro ese estilo se alimenta de la música que produce la oralidad de la gran urbe azteca, se alimenta del discurso de las redes sociales, la influencia de la música, el cine o los videojuegos sanguinarios, todo este discurso va de la narrativa poética, a la oración, a la arenga, al sermón, a la diatriba que advierte sobre todo tipo de catástrofes interiores.

Guadalupe Guadaña, Cammy Contreras, Harry Haller, Mowgli Mogoñón, Genaro Ruiz de Chávez Oviedo, todos personajes que aparecen en el libro rindiendo culto en sus templos particulares. El autor lo advierte, así como hay templos comunitarios hay templos personales, en éstos el rito de la devastación se lleva a cabo. Cada uno de estos personajes tiene los suyos propios y en cada templo habitan deidades precisas. Pero algo hermana a los personajes, todos llevan dentro de sí mismos una sola sangre: combustible y sobre todo combustible. Todos arderán. Porque todos son hombres torcidos. Hombres y mujeres torcidos y retorcidos como tú y como yo. ¿Hueles el incienso de los Templos?¿Hueles la catástrofe?

Un proyecto de Literal. Foto: Especial

Ahora hablemos de un personaje que muestra sus credenciales a lo largo del libro: Guadalupe Guadaña. Algo o mucho de Genaro Ruiz tiene este Guadaña. Hombre de ciudad que se nutre/ de la mística de una oficina de contables./ Junta la nervadura de su efigie/ Los hatos de soberbia./ La memoria de sus músculos./ Amárralo todo y mira: toma la forma de un hombre reseco listo/ para el fuego.¿O será todo lo contrario, mucho de Guadaña tendrá el autor que se hace pasar por personaje?

Este es el mensaje que nos entregará Guadaña antes de la función. Todos seremos espectadores de la desgracia ajena. Comemos palomitas sólo mientras llegue nuestro turno de arder. Espero que nunca les pase. Espero que nunca me pase. Aunque en el fondo sabemos que es un evento inevitable, uno anda a ciegas, a trompicones, esforzándose por “salir adelante”, y uno saldrá sin darse que la única salida ya no existe. No podemos revertir nuestra esencia, hemos de consumirnos en nuestros propios templos. Somo seres torcidos, seres leña, seres Guadaña. “Tenemos el alma parchada”, dice Cammy Contreras. Así pasamos los días de escarnio y saña, dice Ruiz de Chávez.

Se trata de mirar para ser mirados. Miras por la ventana hacia el mundo pensando, imaginando, soñando que tú eres la mano que provoca la devastación, en verdad es lo que deseas, deseas ser tú la cobradora, deseas ser el agiotista. Eso es lo que deseas en el fondo, este deseos es otra forma de arder. Guadalupe Guadaña observa los pájaros desde la ventana de la oficina. Se siente observado. Piensa en la gente del primer mundo. Sus tragedias de pacotilla. Juega con la idea de sacar ficha para el próximo tiroteo. Ríe./ «¿Algo no está bien contigo, verdad?» pregunta Cammy Contreras.  Algo no está bien con los lectores de Ruiz de Chávez, de esto no hay duda.

Pero nada está bien, nada estará bien. Para amortiguar el peso de la realidad sólo basta una máxima: Compro todas mis alegrías, luego no tengo nada… dice Genaro Ruiz que dice Guadalupe Guadaña que dice Zizek que dice Marx, y etcétera. Somos consumidores en busca de refugio, pero no buscamos cualquier refugio. Nos arrastramos en busca del gran y absoluto Templo (¿existe? ¿es la belleza? ¿el placer?). Nos conformamos, muchas veces, con pequeños Templos, y aquí es donde la poesía estalla en polillas negras, en acordes de una frenética guitarra post punk, de una batería garaje, del sublime fuego de las pasiones contenidas que de tanto contenerse se desbordan. Pero sepan que a estos Templos no se accede con facilidad, hay que saber los códigos, hay que conocer las señales, las contraseñas. Do you have any tobacco, William Blake? ¿Alguien tiene un poco de mezcal?

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