Drogas, un debate urgente

29/08/2014 - 12:00 am

Dos datos. 1)  Los estados de la unión americana que están legalizando de alguna manera la mariguana siguen cayendo como hojas en otoño: van 24 y en este año podrían ser dos más, con lo que llegarían a la mitad. 2) En 2016 California llevará a cabo un referéndum sobre la legalización de la cannabis para uso recreativo, con lo que, de ser positiva la respuesta, el mercado de las drogas sufrirá un cambio radical en ambos lados de la frontera.

México entró al esquema prohibicionista en los años 20 y 30 del siglo XX por imitación y sin demasiada reflexión; se estaban prohibiendo las drogas en Estados Unidos y México hizo lo mismo. De la misma manera no tengo duda de que México terminará por despenalizar el consumo de marihuana, en tres, cinco o diez años, el problema es que los hagamos por simple imitación y no con la claridad de qué queremos como sociedad.

La caída del mercado de la marihuana mexicana en Estados Unidos tendrá un efecto sobre los carteles y sus estructuras, pero eso no significa en automático que se reducirá la violencia, por el contrario, si no se toman las provisiones adecuadas el efecto puede ser incluso el contrario, tal como sucedió con la caída del mercado de la cocaína en los años recientes.

Si comenzamos desde ya a debatir y pensar cómo será el proceso de apertura podemos lograr que este se de con inteligencia y prevención. El gran ejemplo de lo que no hay que hacer es el alcohol, que se se abrió de manera indiscriminada y sin regulación de por medio. Eran otros tiempos con mucho menos información sobre las adicciones, hay que decirlo, pero por lo mismo hay que tomarlo como referencia.     Despenalizar el consumo de las drogas no significa, como algunos creen y otros quisieran, promoverlas, por el contrario, se trata de quitar el tabú que existe en torno a ellas y comenzar desde ya con políticas de salud pública que eviten en lo posible el contacto de niños y adolescentes con estas sustancias.

Pero el efecto más importante  de la despenalización sería sobre el Estado. Nada ha enfermado tanto las instituciones como la política de prohibición. Bíblicamente, las mafias nacieron, crecieron y se multiplicaron bajo el manto protector de la madre Estado. El narcotráfico no es por supuesto el único elemento corruptor en México, pero sí es sin duda el más importante.

Regular el mercado de las drogas desde una perspectiva de las libertades y las responsabilidades ciudadanas permitiría fortalecer al Estado pero sobre todo reconocernos, de una vez por todas, como un país de ciudadanos mayores de edad, capaces de tomar nuestras propias decisiones. En el futuro inmediato, México tiene dos opciones en materia de drogas: dejarse llevar por la corriente y esperar que ésta nos acerque a buen puerto (hace un siglo hicimos eso y nos fue fatal) o remar, aunque por momentos sea contra corriente, hacia el punto deseado. En cualquier de los dos casos lo que parece impostergable es la necesidad urgente de un debate público sobre el tema.

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