EN EL EPICENTRO DEL DOLOR

29/08/2011 - 12:00 am

MONTERREY, NL. Los escombros del Casino Royale exhiben angustia, miedo, sangre, muerte, barbarie. Los restos quemados aún huelen a estampida, a terror, a instinto de supervivencia. Las mesas y las sillas denotan la diversión convertida en caos. Vasos calcinados, fichas en cenizas, máquinas oscurecidas por el fuego, hierros retorcidos. El baño de mujeres fue una celda letal para quienes creyeron resguardarse y encontraron la muerte por asfixia. Las puertas de emergencia cerradas con candado hoy lucen de par en par. La luz del día entra en el seno de la tragedia en el día después, en estos días de luto nacional.

Monterrey duele. La zona sigue resguardada. Militares, policías, elementos del Estado Mayor Presidencial, socorristas, bomberos y periodistas que esperaban la llegada del presidente Felipe Calderón, el viernes 26 de agosto.

No hay sobrevivientes. No hay familiares de las víctimas. No se les permitió la entrada fuertemente resguardada. El Ejecutivo apareció en una nube negra de hombres y mujeres  vestidos de luto que componen su comitiva oficial. Como en un evento teatral, un hombre lo anunció micrófono en mano. La solemnidad del acto exigió un minuto de silencio. Fin de acto. Estuvo dos minutos y se fue. Volvió a la capital y decretó tres días de luto nacional.

A la frialdad del evento presidencial, alejado de la gente, de los afectados, se impone la ola de emociones y afectos que se viven a escasos 15 minutos de allí.

El epicentro del dolor se trasladó al anfiteatro del Hospital Universitario. Decenas de personas deambulan afuera desde el 25 de agosto por la noche, en espera del proceso de identificación. El tufo a muerte inunda el lugar antes de llegar a la sala de disección. El equipo del doctor Eduardo Villagómez Jasso ha trabajado una jornada extenuante para realizar las autopsias correspondientes y practicar las pruebas de ADN.

Una joven llega y se derrumba en la acera. La sostienen entre dos. El llanto desgarrador y a veces silencioso de muchos se escucha a las puertas del anfiteatro. Entra uno o dos por cada familia. Les muestran más de 40 cadáveres. El que prefiere puede ver fotografías, video de los cuerpos. Marisela Ramírez Cano decidió ver las imágenes. Reconoció inmediatamente a su hija Claudia Edith Castillo Ramírez. Tenía 25 años y era trabajadora del casino.

Sorprende la entereza de Marisela, su fortaleza. Abatida vuelve al exterior y se sienta. Tiene la mirada perdida. Guarda silencio. Y de pronto siente la necesidad de hablar: “Tenía apenas seis meses trabajando allí. Quiero que me la entreguen para irla a enterrar. Es un dolor muy grande, un dolor en el corazón”.

Hay una carpa del DIF que ofrece tamales y refrescos. Nadie come. Varios psicólogos dan soporte a los familiares. A medida que pasan las horas identifican a más personas. Llevan 43 y nueve cuerpos que están totalmente calcinados. La desesperación de quienes buscan a sus seres queridos aumenta al saber que tendrán que esperar tres días para el resultado de las pruebas de ADN.

“Mi mamá era “bingolera”, le gustaba mucho el bingo. Cuando me enteré del incendio fui a quererla rescatar. Intenté entrar, pero los policías no me dejaron. Tenía 60 años y estamos seguros que murió porque su coche estaba en el estacionamiento del Royale”, dice Francisco.

Todos repiten que se trató de terrorismo y exigen justicia. Muy temprano, el día después, el gobernador Rodrigo Medina ofreció una conferencia de prensa donde muestra el video con los nueve criminales. Dice que tardaron dos minutos con 30 segundos en realizar el ataque. Lo que no dijo fueron los nombres de los propietarios de la casa de apuestas.

El consejo directivo está formado por: Rodrigo Madero Covarrubias, José Francisco Madero Dávila y Ramón Agustín Madero Dávila, primos del ex alcalde Adalberto Madero. Fueron los que se negaron a pagar el cobro de piso a Los Zetas de 130 mil pesos semanales. La venganza se consumió en masacre, el peor atentado del sexenio de Felipe Calderón.

En tanto las horas avanzan, las autoridades intentan dar una imagen de control de daños. Por la tarde del viernes 26 ya tienen tres retratos hablados de los criminales. Y como anuncio triunfal el arribo de 3 mil  efectivos más a la ciudad: mil 500 militares y mil 500 policías federales. Eso, dicen, dará más seguridad a Monterrey que ha roto todos los récords de muerte y sangre: más de mil 300 asesinatos en lo que va del año. La Sultana del Norte, orgullo empresarial, joya de la corona económica, convertida en la ciudad más peligrosa de México. Y tanto. Por la tarde, el gobierno de Estados Unidos alertó a sus ciudadanos a no viajar al Norte de México.

Los primeros cinco servicios fúnebres empezaron a mitad de la jornada, mientras a las afueras del anfiteatro la gente seguía esperando cumplir el papeleo para poderse llevar a sus familiares. Doña Hilda se acercó para buscar a su amiga Angelita González de 65 años. Eran compañeras de bingo y maquinitas. Iban todos los días. Ayer de pura casualidad no pudo ir porque su hija tenía que lavar la ropa. Eso le salvó la vida: “Nos veíamos todos los días. Era mi amiguita. No la encuentran, por eso vine a buscarla. Ella repetía que el lugar que más le gustaba en el mundo era el Casino Royale y decía: “De aquí no me sacan”. Y ya ve, cómo es la vida. Allí quedó, la pobre”.

Sanjuana Martínez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.
en Sinembargo al Aire

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