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Alejandro De la Garza

29/07/2023 - 12:03 am

Morena: un movimiento de masas desorganizadas

“El agotamiento del sistema de partidos ha sido un componente determinante en el triunfo del movimiento de masas morenista”.

“No hay un movimiento obrero independiente o una amplia organización campesina o de productores rurales que soporte la organización partidaria de Morena”. Foto: Adolfo Vladimir, Cuartoscuro

El sino del escorpión relee La política de masas y el futuro de la izquierda en México, el clásico estudio de los años setenta de Arnaldo Córdoba, donde atribuye el término “movimiento obrero organizado” al líder disidente del comunismo Lombardo Toledano, quien lo utilizó para enfrentarlo a la idea del poder político de las “masas desorganizadas”. Dese el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario, impulsado por Calles en 1929 como vía política para la institucionalización de las fuerzas que habían hecho la revolución, las masas trabajadoras y los numerosos grupos campesinos y populares fueron integrándose poco a poco a esa estructura organizativa. Ya en 1938, con la transformación de ese instituto político en el Partido de la Revolución Mexicana cardenista, le organización de las masas se corporativizó en las confederaciones obrera, campesina y popular; pero a partir de 1946, con la conversión de ese partido en el PRI, esa estructura corporativa se volvió el instrumento perfecto de dominación y opresión de las masas trabajadoras desde el Estado.

Esta historia viene a cuento a partir de una ojeada a la estructura del Movimiento de Regeneración Nacional, fundamentado en la organización territorial, municipal y estatal más que en la cualidad gremial o en las organizaciones obreras y campesinas. El Movimiento está conformado, siguiendo a Lombardo, por “masas desorganizadas” y sin estructura partidaria. Morena surgió como asociación civil el 2 de octubre de 2011, un movimiento político y social impulsado por Andrés Manuel López Obrador como parte de su campaña presidencial de 2012. El 20 de noviembre de ese año se constituyó formalmente y, el 9 de julio de 2014, el INE le otorgó su registro como partido político nacional con efectos constitutivos a partir del 1 de agosto de 2014. En enero de 2020 reportó 278 mil 332 militantes y un Consejo Nacional constituido por 300 Consejerxs Nacionales, de los cuales 200 son electos en el Congreso Nacional Ordinario y 100 más lo componen los 32 Presidentes, Secretarios Generales y Secretarios de Organización de los Comités Estatales, así como el Presidente, Secretario General y Secretario de Organización del CEN.

“Sin temor a exagerar —dice Córdoba en su estudio— puede decirse que la izquierda, en sus más variadas manifestaciones es, a partir de la década de los treinta, un componente esencial de la historia del movimiento obrero mexicano”. El alacrán atestiguó el desmoronamiento de estos paradigmas políticos a partir, al menos, del nuevo siglo. Los corporativos obreros y sindicales mantienen un poder corrupto y de control, aunque a la defensiva ante el torbellino de cambios políticos, mientras las organizaciones campesinas se diluyeron durante el neoliberalismo. No hay un movimiento obrero independiente o una amplia organización campesina o de productores rurales que soporte la organización partidaria de Morena. Figuran más las diversas organizaciones urbanas, de trabajadores independientes, taxistas, locatarios de mercados, tianguistas y vendedores ambulantes que confluyen como bases de apoyo de ciertos liderazgos de ese partido. Se ha hablado mucho de la necesidad de que el Movimiento se convierta en un verdadero partido y funcione plenamente como tal, pues pone en riesgo su permanencia si se mantiene sólo como un conjunto de masas desorganizadas que confluyen bajo ciertas demandas más o menos programáticas y responden, en primera y última instancia, al liderazgo de López Obrador.

Claro que el agotamiento del sistema de partidos ha sido un componente determinante en el triunfo del movimiento de masas morenista en los últimos años, así lo ha atestiguado el escorpión al menos desde el año 2000, cuando esa patética broma llamada Fox llegó al poder, pero, sobre todo, tras el fraude de 2006, que llevó al poder a un personaje truculento, trágico y violento, que desató la guerra más mortífera en la historia contemporánea de México, incluso más criminal y violenta que la misma Guerra sucia de los años setenta del siglo viejo. Pero el deterioro partidario también se observa en los aliados de Morena: ¿qué son hoy, en términos teóricos, de lucha política y movimiento de masas, el Partido del Trabajo, el Verde Ecologista o Encuentro Social? Maquinarias diseñadas para lograr poder y dinero.

“La izquierda debe aprender el arte de la acumulación de fuerzas y de la guerra prolongada de posiciones”, dice Arnaldo Córdoba, y se queja porque la izquierda aprende lentamente de su propia historia y más lentamente de la historia de las masas trabajadoras. “Debe aprender que no hay avance sin las masas trabajadoras”, añadió aún. La insurgencia política sindical de los años setenta y ochenta (los electricistas, universitarios, nucleares, las organizaciones independientes), así como la agitación y organización de campesinos y trabajadores rurales de los ochenta y noventa, se apagaron y fueron arrasadas por las políticas neoliberales. Esas fuerzas ya no existen. ¿Y la izquierda?

Entonces aparece nítido el fenómeno López Obrador: En su libro La salida, editado para la elección de 2018, diagnóstico así la situación del país: los gobernantes como una “pandilla de saqueadores” en una “república simulada”; la cual propuso sustituir con “un orden político nuevo, democrático, promotor de la legalidad, humanista y con el distintivo de la honestidad”. En su estudio “La izquierda populista en México: ¿amenaza o correctivo para la democracia?”, el investigador Alejandro Monsiváis Carrillo destaca este señalamiento obradorista y la característica populista de su planteamiento: “el Estado, el poder, está capturado por una élite corrupta, beneficiaria de los recursos del presupuesto para enriquecerse”. No obstante, añade el investigador, “conociendo la realidad mexicana de finales del sexenio de Peña Nieto, ¿qué tanto se podía estar en desacuerdo con tal diagnóstico?, ¿qué tanto se podía cuestionar esa solución? El veredicto fue inequívoco: poco más de 30 millones de sufragios a favor del “cambio verdadero” y de la “cuarta transformación” del país”.

Para escribir esta columna, al venenoso le poseyó algún espíritu de investigador del Colegio de México, por lo que se disculpa con la gayola y el tendido de sol, pero el tema lo viene asediando desde que observa las precampañas de las campañas presidenciales de tirios y troyanos, y se interroga ¿qué ofrecen, hay política de masas, hay organización partidaria, hay populismo, hay reorganización del aparato del Estado? O todo es, por lo pronto y en lo inmediato, una descarnada lucha por el pre poder. Si así está el preámbulo, piensa el arácnido, ¿cómo será la lucha final por el poder presidencial?

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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