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Jorge Alberto Gudiño Hernández

29/07/2017 - 12:00 am

La nada y los cárteles

No es un asunto semántico el que se discuta en torno a si hay o no cárteles en la Ciudad de México. Me parece que lo de menos es etiquetar a la delincuencia de una u otra forma. Sin embargo, ayuda reconocer su existencia para poder tomar acciones frente a ella.

“La nada va reclamando nuevos territorios”. Doto: Cuartoscuro

Recuerdo con meridiana claridad una lectura de niño a la que he vuelto dos o tres veces más: “La historia interminable” de Michael Ende. No entraré en detalles de la trama pero uno de los mayores conflictos dentro de la novela es que la Nada se está apoderando del reino de Fantasia (así, sin acento). Es una suerte de bruma que va ganando territorio. Tras ella, sólo queda eso: nada. Con la misma precisión puedo evocar la angustia que me provocaba la idea. No sólo porque la abstracción de la nada era compleja para mi corta edad sino por su inevitable avance: poco a poco se apoderaba del espacio conocido.

No es un asunto semántico el que se discuta en torno a si hay o no cárteles en la Ciudad de México. Me parece que lo de menos es etiquetar a la delincuencia de una u otra forma. Sin embargo, ayuda reconocer su existencia para poder tomar acciones frente a ella.

Durante las últimas semanas hemos sido testigos de cómo, tras una aprehensión que devino en muerte, hubo un incremento en la violencia, un sepelio propio de una película de mafiosos y la negativa de las autoridades a reconocer la justa dimensión de un problema que nos aqueja y que, peor aún, va ganando terreno. Es como la nada expandiéndose hacia nuestros espacios conocidos. Una nada invencible, lesiva, que termina, de entrada, con nuestra tranquilidad.

He leído varias columnas al respecto. Quienes buscan argumentar a favor de la existencia de los cárteles en la ciudad ponen ejemplos. Analizan las zonas de control de un grupo o del otro: el listado de delegaciones que están bajo su influencia crece. De pronto, da la impresión de que los reductos seguros dentro de la ciudad han desaparecido: la nada va reclamando nuevos territorios.

También he platicado con varias personas. Coinciden en que, como hace años no les pasaba, un cierto temor se ha ido instalando en su cotidianeidad. Ya no es sólo el del asalto posible, sino el de la violencia extrema e injustificada. Una violencia que va cobrando víctimas en la sociedad civil. A un amigo le revientan el vidrio de su coche; un conocido atestigua a dos sujetos disparándose; el puñetazo de un taxista furioso por un choque noquea a otro conductor que cae en el arroyo; alguien cuenta el terror vivido cuando vio que mataban a una persona; se escuchan testimonios del tráfico de drogas dentro de la universidad…

Es cierto, algunos de los ejemplos son circunstanciales, ni siquiera parten de la delincuencia organizada. Sin embargo, bien pueden ser una consecuencia indirecta de éstos: no hay consecuencias para quien delinque. La impunidad es la principal de las armas de esa nada que se va apoderando de nuestro entorno. Y las autoridades lo niegan, aseguran que la nada no existe o que, de existir, debe ser llamada de otra forma.

No es un simple asunto semántico, insisto. Pese a ello, da la impresión de que ese cambio de nombre busca evadir una realidad evidente. Al asegurar que la nada no existe, que los cárteles no tienen refugio ni campo de operación en la capital del país, se está siendo doblemente irresponsable. Primero, porque con un nimio placebo se busca tranquilizar a la sociedad, cuando lo que se requiere son medicinas fuertes. Segundo, porque como ya sabemos, nunca las autoridades se han hecho responsables de lo que cabe en sus terrenos de acción.

Sé que el simple reconocimiento del gobernante no basta. Sin embargo, el hecho de que alguien saliera a decir que sí, que en efecto existen cárteles en la Ciudad de México y que se actuará en consecuencia, sería un primer paso para saber que alguien se preocupa por nosotros. Negar a la nada cuando absorbe todo a nuestro alrededor sirve de poco. Cambiemos el campo lingüístico: da igual sin son cárteles, delincuencia organizada o simples células delincuenciales. El asunto es que la violencia se ha incrementado y nadie parece estar tomando cartas en el asunto. Cuando menos se lo esperen, cuando menos lo esperemos, el avance de la nada será irreversible. Pensar en eso me genera mucho más angustia que la lectura de la novela. Al menos en ella había un par de héroes que se ocuparon de construir un mejor final del que anticipa nuestra circunstancia. Fantasia es un territorio que hace mucho no corresponde a nuestra ciudad.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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