BULIMIA, ENFERMEDAD QUE SE DEMOCRATIZA

29/07/2011 - 12:00 am

Antonio no escribe en un diario, ni tampoco les cuenta a sus amigos qué sueños o metas tiene. Le encanta nadar, lo hace desde hace cinco años. Pero en el fondo, lo que hubiera querido ser: un modelo. Medir más de 1.80 metros, pesar lo que una pluma al viento y tener el rostro de un personaje de revista. Aquel sueño le costó hace un par de años, una descompensación física. Entre dietas, ejercicio y la necesidad de encajar en ese sueño, todo se volvió una pesadilla.

Tiene el tórax muy amplio y los brazos parecen dominar el agua. Pero afuera de la alberca, lleva consigo un cuadernillo donde vierte todos sus sueños en varios diseños. La primera página muestra a una mujer espigada, joven, tan delgada que parece impensable que exista en la vida real. Pero existe: por lo menos en la mente de Antonio. Él ha trazado con tinta roja y negra, mujeres y hombres que “son los cuerpos perfectos. La estética que para mí es la perfección humana”. Cualquier especialista en trastornos alimenticios diría que sus modelos viven con anorexia o bulimia.

En México, según datos de especialistas, hay dos millones de bulímicos y anoréxicos. Y cuando se habla de estas enfermedades, enseguida la imagen femenina resalta. Pero lo cierto es que, en el país, los hombres ya conforman el nuevo rostro de “Ana” (anorexia) y “Mía” (bulimia).

“El problema de los trastornos de la alimentación, es que se comienza con la idea saludable de verse bien, pero al paso del tiempo pierden control. Hay una descompensación bioquímica y la enfermedad les empieza a ganar”, explica la doctora María Eugenia Ibarzabal, directora de la Clínica de Trastornos de la Alimentación del Hospital Médica Sur.

En su consultorio han incrementado los casos de hombres con estos trastornos. Cita el caso de un paciente que llegó sin poder mover un pie. Después de varios estudios y valorizaciones, el diagnóstico: anorexia. “Los hombres son el nuevo blanco”, advierte Ibarzabal.

 

¿Equidad de género?

Aarón dejó de comer a los 13 años. Frente al espejo, su peor enemigo: su cuerpo. Una manzana y varios litros de agua, hasta la noche. Miedo a comer, ya no más de la cuenta, si no a comer en sí. Un bocado era equivalente a varias culpas. Y aunque pocas veces se provocó el vómito, su cuerpo ya no aceptaba alimento.

“Mi hermana tenía bulimia, pero vi que no le pasaba nada. Dejé de comer cuando mi cuerpo me parecía feo”, relata Aarón. Feo en comparación de los modelos de revistas, de los metrosexuales, de los estándares de masculinidad, de las exigencias en el grupo de amigos que frecuentaba. Bajo todo esto, un gran problema de baja autoestima y diversos factores sociales. Porque “Ana” y “Mía”, como dice Rodrigo Luján, doctor en Psicología, es un problema multifactorial.

Si Aarón dejó de comer, en parte, es porque no encaja con las leyes del consumo de ropa y alimentación. “Hay un problema del tallaje psicométrico, que en México se desconoce. Usamos tallas que imponen los mercados estadounidenses y europeos. El cuerpo del mexicano no es el mismo que el de ellos, eso causa estos trastornos”, argumenta el doctor Luján, también director del Departamento de Investigación de la Clínica Ellen West.

Es importante añadir que tampoco en México, dice Luján, se regula la publicidad y los laxantes se venden sin receta médica. Aunque en marzo pasado la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó reformas a la Ley para Prevenir y Atender la Obesidad y los Trastornos Alimenticios. Estas reformas contemplan, principalmente, que el gobierno del Distrito Federal no incluya en su publicidad a personas con extrema delgadez, se adoptarán medidas para regular la publicidad impresa y electrónica; además de crear una guía que detecte trastornos alimenticios y qué medidas pueden adoptarse en el ámbito familiar.

La intención parece buena, sin embargo para a la doctora Ibarzabal estos temas son más complejos: “No hay cifras globales sobre la anorexia y la bulimia en el país. Quien tendría que dar cifras oficiales tendría que ser la Secretaría de Salud, pero no tiene aún la investigación que se necesita para enfrentar el problema. Es una enfermedad multifactorial y silenciosa, muchos pacientes ni siquiera creen que tienen estos trastornos, hasta que se manifiestan”.

 

Temporada de “Ana” y “Mía”

Sin embargo, hay algunas cifras que muestran un poco la radiografía de este problema. De 10 personas con anorexia, nueve son mujeres y uno es hombre; mientras que en la bulimia, de 10 personas, siete son mujeres y tres son hombres. Es decir, el 30% de los pacientes detectados, son varones, y puede que las cifras se disparen más en los siguientes años.

Se le pregunta a Aarón por qué deja de comer, hoy que tiene 22 años. Responde que antes lo hacía periódicamente, que ahora son etapas. No sabe la respuesta. Dice que le preocupa un cuerpo gordo, pero lo cierto es que no lo está. O el espejo engaña, o a quien ve reflejado es a otro.

Para María Eugenia Ibarzabal lo que sucede es que: “Con los trastornos alimenticios la persona tiene un deseo imperante de perder peso. Utilizan mecanismos compensatorios, es decir, hacen ejercicio desmedido, ingieren diuréticos, laxantes y muchos se provocan el vómito. Viven con mucha culpa, por eso se dan atracones, por lo menos dos veces a la semana, durante tres meses”.

Pierden el 15% de su peso, tienen una imagen distorsionada de su cuerpo y de su personalidad; y en el caso de los hombres, a diferencia de las mujeres –quienes tienen problemas de menstruación–, sufren una disminución de la hormona masculina. “También pierden apetito sexual”, remata Rodrigo Luján.

Pero a Aarón, las consecuencias, fueron más allá de lo previsto. Si durante un año, su enfermedad guardó silencio, después de cumplir los 14 años gritó. Comenzó con convulsiones. Sus padres lo descubrieron y enseguida lo llevaron al médico. El diagnóstico: un problema en los riñones, que hasta la fecha le aqueja. A los 17 años, bajo la presión de amigos y de él mismo, por verse bien, dejó de comer nuevamente. “Antes no comía durante mucho tiempo. Ahora es por temporadas”, platica como si se tratara de una gripe. Lo cierto es que en la última “temporada”, le causó hepatitis. “Creo que mi cuerpo me está cobrando todo”, dice.

 

La enfermedad democratizada

Hace 10 años, “Ana” y “Mía” eran sólo de mujeres. Los hombres vivían a la sombra de estos trastornos. Lo cierto es que en una década los varones engrosan los porcentajes. Hay más casos en las clínicas y las edades de estos chicos son tan variadas como el de las mujeres. También es falso, dicen los especialistas, que sólo la padezcan homosexuales. La bulimia y anorexia, desde hace tiempo, dejaron de tener sexo, género, orientación sexual, edad y hasta clase social. ¡Se democratizó!

El doctor Luján refiere que en 2007, el 5% de sus pacientes con anorexia y bulimia eran hombres. Para 2010, ellos forman ya el 15 por ciento. Cuenta que tiene un paciente de 11 años, y el más grande es de 15. Agrega: “Es importante mencionar que de 10 años para acá, el 66.1% de las personas que acuden a gimnasios en México no están de acuerdo con su cuerpo y buscan una mejor musculatura. De este porcentaje, la mayoría son varones”.

La clase social o económica tampoco ha sido un obstáculo para “Ana” y “Mía”. La doctora Ibarzabal atiende a jóvenes de clase social baja. Incluso becaron a cuatro para tomar el tratamiento, que por cierto, no es nada barato, no lo costea el sector salud público, y por lo tanto, no existe investigación alguna. La pregunta sería, ¿cómo enfrentar este problema, si la intervención del gobierno es tan silenciosa como la enfermedad misma? La respuesta está en el aire.

En su consultorio también la mayoría de los hombres que viven con anorexia son de 14 a 15 años –estudiantes de secundaria, sobre todo–; con bulimia, son de 16 años en adelante. “Llegan con sus familias, no aceptan que tienen esos trastornos. Vienen por un problema serio de gastritis o colitis, y al valorarlos, nos damos cuenta de la realidad”, explica Ibarzabal.

A nivel mundial, asegura Rodrigo Luján, México tiene casos similares a los países europeos. Aunque es Estados Unidos e Inglaterra donde tiene más presencia Ana y Mía. En Japón y Argentina, los estudios y la intervención sobre estos trastornos son los mejores. Pero Ibarzabal acota: “Es importante decir que no hay cifras oficiales. Yo hablo de mi trabajo y los resultados que obtengo, pero no es la radiografía completa. En México hay mucho por hacer. El Estado tiene urgentemente que hacer algo. No se sabe realmente en qué lugar nos encontramos. Lo que sí es cierto, es que cada día hay más casos, incluso de niños y hasta de hombres maduros”.

Por año, se estima, se acumulan 20 mil personas más a la anorexia y bulimia. Sin contar los nuevos trastornos de la alimentación. “La bigorexia no es un trastorno aún, pero en unos años lo será. Hoy es un síndrome, aunque son más los hombres que tienen una obsesión por la musculatura y por tener un cuerpo fuerte y estético a costa de lo que sea”, advierte el doctor Luján.

Antonio dice que come bien, que hace ejercicio, que ya no quiere ser modelo. Pero su mano sigue trazando a más chicos delgados, espaguetis humanos con ropa “fashion”. Le preocupan las estrías, engordar, cuida su alimentación y le encanta hojear las revistas de moda.

Aarón se encuentra estable. Come, es lo importante. El espejo le preocupa a veces. Hoy, tiene otras motivaciones. Su pareja, su trabajo, lograr una estabilidad económica, terminar la preparatoria, estudiar filosofía: le fascina razonar. De psicología nada, no cree en las terapias, sabotea todo intento de consulta. Espera no enfermarse, que las temporadas de angustia no lleguen. Pero al espejo, cualquiera que sea, no lo quiere de enemigo. Posar frente a él, sin verse roto, sería el sueño anhelado.

 

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