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Alejandro De la Garza

29/05/2021 - 12:02 am

La 4T y la disputa cultural

Hoy, el gremio cultural busca ingresos económicos en otras áreas en tanto el sector lucha por sobrevivir a la pandemia.

El artista Gabriel Orozco durante la conferencia matutina del 2 de abril de 201, donde se informó del proyecto que integrará la cuarta sección del Bosque de Chapultepec. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro.

El sino del escorpión lamenta los 19 millones de pesos al parecer destinados por la Secretaría de Cultura a la restauración de la Catedral Metropolitana, y la noticia lo lleva a la disputa entre esta dependencia y la precarizada comunidad artística y cultural. Abundan denuncias e inconformidades y a veces se percibe añoranza por la refinada Secretaría del fallecido Rafael Tovar, pero sobresale la advertencia de la Secretaria de Cultura sobre “un cambio en el enfoque de la política cultural hacia lo comunitario, la acción desde abajo”, porque ello ha significado rearticular el aparato cultural y disminuir los apoyos a las élites.

La complejidad burocrática de la Secretaría es un galimatías, insiste el alacrán. La institución fue por casi 30 años el Conaculta (creación de Carlos Salinas), hasta alcanzar el rango de Secretaría en diciembre de 2015. Sus institutos principales —Antropología y Bellas Artes—, subsecretarías, direcciones generales, oficinas, los organismos desconcentrados como Canal 22 o Radio Educación, el Fondo de Cultura Económica y otras dependencias forman su extenso aparato.

La resistencia ante los cambios en la Secretaría y la designación de nuevos funcionarios era previsible, advierte el antropólogo Eduardo Nivón, pero el viejo equipo de trabajo del área de cultura sufría ya un grave desgaste y, tras dirigir al sector durante tres décadas, era criticado por privilegiar la cultura tradicional y las bellas artes, desatender nuevas formas sociales de acción cultural y anquilosarse intercambiándose los puestos.

En la nueva Secretaría, el primer espacio de disputa fue, desde luego, el presupuesto: la reducción de recursos, de personal y de gastos de operación e inversión fueron medidas duramente criticadas. Siguió la ruidosa confrontación por el intento de reorganizar el Fonca —responsable de los apoyos a los creadores—, conflicto por el cual perdió el puesto su titular (Mario Bellatín). A lo anterior, se añaden los atrasos prolongados en el pago a los trabajadores, quienes organizan protestas y paros mientras buscan proteger sus derechos a través del Sindicato Nacional Democrático de Trabajadores de la Secretaría de Cultura.

Al complicado proceso de rearticulación del aparato cultural, se sumó luego la emergencia sanitaria. Desde el inicio de la pandemia, en México se suspendieron las actividades artísticas y culturales. Creadores, artistas y empleados de oficinas culturales enfrentan más recortes salariales y el cierre de espacios de trabajo. Hoy, el gremio busca ingresos económicos en otras áreas en tanto el sector lucha por sobrevivir a la pandemia.

Si las políticas culturales de la 4T iniciaron su despliegue en 2019, como percibe el escorpión, apenas un año después la pandemia refrenó o suspendió toda la actividad cultural y aún mantiene en el estancamiento las acciones del régimen. Con todo, se impulsó el proyecto popular “Bosque de Chapultepec: naturaleza y cultura” —dirigido por Gabriel Orozco—, tan costoso como criticado, pues absorberá el 25 por ciento (mil 100 mdp) de los magros recursos de la Secretaría.

Más allá de esta problemática y confusa disputa cultural e ideológica, así como del empobrecimiento del sector, un comentario del historiador de arte Cuauhtémoc Medina sintetiza para el alacrán la circunstancia cultural de la 4T: “…o los nuevos presidentes ya no sienten que deban cuidar la imagen de sus gobiernos frente a los intelectuales o los desprecian olímpicamente”.

Esta actitud de “los presidentes” (referencia obvia a López Obrador), significa una transformación radical de esa relación, un distanciamiento de los intelectuales tal como el Presidente lo ha manifestado muchas veces. La figura misma del intelectual en México se ha degradado con rapidez al documentarse casos de corrupción y el papel jugado por las élites culturales en la imposición de la narrativa hegemónica neoliberal. Al respecto, el venenoso recupera para la reflexión dos apuntes del escritor y crítico Heriberto Yépez, referidos a la capacidad de la 4T para establecer una nueva narrativa cultural hegemónica.

Primero: la 4T ha llevado la lucha ideológica fuera de la alta cultura, a terrenos donde no operan los intelectuales o periodistas tradicionales, sino figuras distintas: influencers, YouTubers, activistas cibernéticos, grupos de acción colectiva en las redes, informadores y pensadores ajenos a los medios convencionales, etcétera. El comentario, el editorial, la difusión, la popularidad son las modalidades de estos neo-ideólogos antielitistas.

Y segundo: la 4T busca sumar a los sectores intelectuales compatibles con ella: artistas y obradoristas convencidos, feministas 4T, izquierdistas útiles, funcionarios culturales, contratistas y supuestos colectivos cuya función principal es luchar ideológicamente contra la derecha, pero también, asegura Yépez, “callar ante el avance cripto-neoliberal de la propia 4T”.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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