Brujería es una ficción inspirada en un hecho real que muestra el sometimiento alemán sobre los pueblos indígenas de Chile, comunidades a las que se les forzó acabar con sus creencias para convertirse al cristianismo.

Ciudad de México, 29 de marzo (SinEmbargo).- En una forma de reflexionar sobre la brujería lejos de algo peyorativo y más bien como ese vínculo que existe entre el ser humano y la naturaleza, así como sobre la resistencia indígena en Chile ante la colonización Europea, nace el filme del director sudamericano Christopher Murray.

Brujería se sitúa en la Isla de Chiloé, en Chile, durante 1880, para contar la historia de Rosa Raín, una niña del pueblo originario de Huilliches, que tras el asesinato de su padre, inicia un camino en la búsqueda de justicia que la termina llevando hasta una misteriosa organización de brujos que se convertirá en su guía y consuelo.

La historia está basada en un hecho real, sobre una organización de brujería llamada Recta Provincia y de la que supo el director gracias a los relatos de su abuela que vivía en la Isla de Chiloé.

“Sentía que había un tema muy interesante que me parecía bien llevar al cine, o de poder como expresar los relatos y después no sólo de tratarlos como de las perspectiva histórica de la lucha legal o de la lucha política, sino también desde los aspectos más íntimos, más afectivos, que en este caso es a partir de los ojos de Rosa Raín. Puesto que la película narra sobre el proceso de colonización, era interesante ver este proceso no solamente en el ámbito territorial, sino también humano, a partir de las propias creencias, afecto, emociones”, cuenta Christopher Murray entrevista con SinEmbargo.

El filme es muestra del sometimiento alemán sobre el pueblos indígenas de Chile. Colonos inmigrantes que bajo la lógica europea cristiana obligaban a las comunidades nativas a traicionar sus creencias a costa de todo, como sucede en el caso del padre Rosa, un hombre humilde que es acusado injustamente por un crimen sólo por el hecho de ser indígena y ser fiel a su pueblo. Algo que, por supuesto, no era un caso aislado.

“La justicia por su padre después se transforma en una justicia mucho más colectiva que tiene que ver con la reinvindicación de un grupo, de una comunidad y también de justicia con ella misma, como de encontrarse o reencontrase con su propia identidad, rabia o elementos que van en ese sentido”.

“Me hacía mucho sentido narrar desde ese viaje de transformación, de alguien que también está viviendo un proceso de madurez, de cambio, que le da mucha madurez al relato”, agrega Murray.

El cineasta decide ahondar en su relato sobre la colonización que comparte América Latina, un hecho que asegura que a pesar de los años aún está en proceso desde diferentes ámbitos.

“Creo que hay una suerte de relaciones que se han tejido, usualmente desde los estados modernos, desde una lógica simplemente en el sentido muy antropocéntrica y me parece que esa colonización que tiene que ver desde un arco tan grande como el quitar tierra, quitar creencias, quitar formas de mirar, ciertas formas de comprender, y eso creo que está un poco retratado en rosa y este proceso digamos de ir limpiándose como en aquella escena en las cascada donde Rosa se quita su bautismo cristiano y como de ir cambiando de piel también y ponerse una nueva y a reencontrarse con aquello que es propio de esa isla, y que esta muchas veces bajo capa y capa, de ese proceso colonial que también se encuentra en esos afectos, en cómo sentimos, en cómo entendemos, cómo aprendemos, era importante”.

La protagonista de esta historia se vuelve la isla, un lugar donde Rosa conoce a personas que mostrarán y ayudarán a explorara nuevas formas de concebir la vida a través de la brujería, un concepto que el cineasta busca reivindicar.

“Es bien interesante en fenómeno de la brujería ahí, para mí lo más importante era la reivindicación de la palabra brujería, que es un palabra que históricamente ha sido ocupada más bien como una palabra peyorativa para invisibilidad ciertas practicas, ciertos grupos sociales, ciertas culturas puedan ser entendidas desde una lógica más combativa, más de resistencia, más empedrada, más de transformación, y en ese sentido interesante porque la brujería está en formación, es la capacidad de transformar cuerpos, la capacidad de transformas relaciones. Entonces me parecía bien interesante como en la película se podía jugar con esa palabra y llevarla reinvindicativamente a la defensa de un territorio, de una persona, de una entidad y creo que eso para mí es lo más importante en la película”.

Christopher Murray relata Brujería a partir de una investigación que lo llevó a acercarse a documentos históricos, a ir a la Isla de Chiloé para sumergirse en esos entornos para así trasladar al espectador, sí, una ficción, pero inspirada en la historia dolorosa de su país que invita a reflexionar sobre la resistencia e identidad indígena.

La cinta que es un coproducción mexicana que cuenta con el trabajo de Nicolás Celis (Roma), así como con la producción de Pablo Larraín, Rocio Jadue y Juan de Dios Larraín.

Brujería tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Sundance (2023) y ha tenido paso en otros encuentro cinematográficos como el Festival de Cine de Gotemburgo. Ahora ya está disponible en salas de México bajo la distribución de Pimienta Flms.

“Estoy entusiasmado de mostrarle a Mexico la película, sobre todo porque hay mucho talento mexicano en la cinta, la dirección de fotografía, el montaje, la música, el color, el sonido, la producción, este talento se refleja en la película. Es una historia que le hace sentido a países más allá de Chile, sobre todo en Latinoamérica que tiene una historia muy marcada como la de Chile respecto a estos tópicos, así que estamos muy contentos que se vea ahí. Las películas son plataformas para poder hablar, reflexionar, por eso es importante que se vean, que circulen y que la gente se entusiasme para verla y para poder seguir pensando sobre estos temas”.