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Tomás Calvillo Unna

28/12/2022 - 12:05 am

El abismo del tiempo: la neblina, su metáfora

“De dónde provenimos, la ciudad misma lo ignora”.

“Saber habitar el infinito”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija: Entre la epidemia de emociones decembrinas 3 artículos: Salvador Camarena: 24 de diciembre, El Financiero; Francisco López Bárcena: 26 de diciembre, La Jornada; Jorge Zepeda Patterson: 27 de diciembre, Milenio; las víctimas, las mujeres y las comunidades, el dolor, el despojo, la rabia, la ideología, el poder, el hedor del cinismo, la conciencia y lo que se vislumbra: La democracia en terapia intensiva.

I

Deambulo entre el amanecer y el atardecer,

la madrugada y la noche permutan,

hasta perder su identidad.

Nunca sentí el golpe en la nuca,

sucedió,

lo vi en la distancia.

No había dolor,

solo las horas amarradas al cuerpo.

El dorado esplendor del horizonte

nos cautivó;

era la resurrección,

la resurrección,

la resurrección,

tres veces oí pronunciar

esa estremecedora palabra.

Nuestra mirada tembló,

absortos al escuchar

el solemne canto

que indagaba la vida

y era también el imán de la muerte.

En tu olvido estoy perdido,

pensé para mis adentros.

Despierto en el ayer;

sin reconocer siquiera una huella

que señale el camino.

A quién le hablo,

A quién busco.

II

La primera hora que reúne

los vestigios del presente,

convoca a deslindar los estragos

de los inhabilitados sueños,

y perdurar en ese vaciamiento

que renuncia a su propia estancia.

Atravesar esos goznes

que suelen atajar el viento interior,

saberlo hacer,

despojados de derrotas o victorias posibles;

ausentes de cualquier posesión,

aceptar el destino,

ese umbral que retorna.

Adheridos aún a la tradición

de los nómadas de la eternidad,

entre manuscritos que se deshojan

y resisten a desaparecer,

apuntamos algunas oraciones

del mapamundi y sus trazos.

Sólo el don de sentir;

y dejar al quehacer expresar

sus veredas,

entre las fachadas derruidas

de esta era de vanidad.

De dónde provenimos,

la ciudad misma lo ignora;

atrapada en sus pretensiones

extingue cualquier signo

que nos recuerde,

porqué llegamos hasta aquí.

III

Un gris azulado y blanco

se posa sobre los hogares.

El frío invasor permea las labores,

agrieta la estructura ósea

que nos mantiene de pie.

Esa gaza química

de húmeda temperatura;

domada tormenta

en el laberinto de su velo.

La piel disuelta de los sueños

a manera de presentimiento;

recuerda algo que se nos escapa;

apunta a la danza,

la diestra estrategia de los movimientos

entre la cercanía y la distancia,

esa condición que nos determina;

la batuta,

otra vez el viento.

La extrañeza retorna,

es aire fresco,

obliga a detener

el volantín de deseos

y pensamientos,

que suelen extraviarnos

en su incansable fuga.

La densa neblina se expande

y oculta los pequeños mundos;

sabemos que seguimos ahí,

aquí, allá,

volúmenes, siluetas;

el sonido de las cosas,

y las palabras a la deriva

esparciéndose.

Cenizas ardientes bajo la lluvia,

el aliento de las conversaciones

las hogueras de la memoria,

en apariencia,

interminables…

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