Extraños compañeros de cama

28/05/2012 - 12:02 am

La política hace extraños compañeros de cama

Charles Dudley Warner

Más allá de las críticas y los calificativos, las estrategias políticas se evalúan según su grado de éxito. ¿Bueno? ¿Malo? A final de cuentas eso dependerá del bando al cual se simpatice o milite. Por lo tanto en lugar de adjetivar, un buen estratega debe tener la capacidad de anticipar posibles movimientos de sus contrarios para contrarrestar cualquier agresión. Claro, esto no siempre se logra pero todo es aprendizaje para propios y ajenos.

Una de las tácticas que más cuestiona la opinión pública es cuando un político decide cambiar de partido. Mientras que para unos puede ser un acto de traición y para otros un acto de congruencia, el éxito depende de factores como el momento en que uno se sale, el capital político independiente que el migrante pueda tener para no salir raspado y (aunque en menor medida y siempre dependiendo del cristal con que se mire) la “congruencia” que esto tenga con su carrera anterior.

En realidad todos los partidos tienen sus trásfugas prominentes  e incluso varios han llegado a dar más de un salto mortal. El PRD está colonizado de eminentes ex priístas, quienes emigraron en varias oleadas. La primera fue en 1988-1989 con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador tras la gran división del tricolor entre nacionalistas revolucionarios y “neoliberales”. Se puede rastrear un segundo éxodo proveniente del círculo íntimo del salinismo (para quien le guste recurrir a figuras mitológicas para explicar los males del país) como Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard, incluso vía la formación del Partido Centro Democrático para ambos y en el segundo caso una diputación por el PVEM.

Pero los otros partidos no cantan tan mal las rancheras. Un ex priísta que llegó a hacer una exitosa carrera en el PAN es Juan José Rodríguez Prats. En el caso de panistas que van al PRD se encuentra Bernardo Bátiz, tras la salida del grupo conocido como “Foro Doctrinario” en los noventa. Y ni hablar del uso que López Obrador da al PT y al MC como caja chica de curules para simpatizantes, a quienes impone al sol azteca vía los espacios destinados a las alianzas. O el amasiato entre el PRI y el PVEM al momento de dividirse los espacios para las candidaturas.

Como ya se dijo, lejos de cualquier valoración estamos hablando de gente que vive de y para la política; por lo que ellos van a buscar continuar su carrera por los medios que sean. Vale decir que por cada trasfuguismo exitoso existen al menos veinte casos de personas que salen de un partido a otro, reciben un apoyo simbólico o en el peor de los casos les “dan atole con el dedo” y desaparecen de la escena para siempre.

Todo esto viene a cuento porque en las últimas semanas hemos visto a políticos de izquierda y derecha sumarse a la campaña de Enrique Peña Nieto. ¿Extraños compañeros de cama? Ciertamente. ¿Una jugada riesgosa? Lo veremos. ¿Qué habrán ofrecido las partes que pactaron y cuál será su relevancia en los próximos años? Valdría la pena detenerse a pensarlo.

El primer paso es saber por qué se salieron. En casi todos los casos vemos un faccionalismo tan marcado que las dirigencias partidistas no pudieron (o no les interesó) conciliar. Esto muestra las capacidades reales de las cúpulas partidistas, toda vez que esta actividad se mueve en el conflicto constante y quien no sabe negociar (o al menos evitar que el problema salga al conocimiento público) es dudosamente un buen político. Además, un partido que ventila sus problemas genera desconfianza ante los electores.

De entre los políticos de izquierda se ve a la ex jefa de gobierno del DF, Rosario Robles, quien fue una de las primeras bajas de López Obrador en su búsqueda por adueñarse del PRD. A Ruth Zavaleta los radicales del sol azteca no le perdonan haber actuado de manera institucional como presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Tanto René Arce como Víctor Hugo Círigo salieron por problemas con el tabasqueño por aquella candidatura en Iztapalapa que ganó el célebre “Juanito” para dársela a Clara Brugada. Y la salida de Manuel Espino estuvo acompañada de grandes desplantes entre el duranguense y la dirigencia panista como si se tratara de hacer un gran drama mediático, haciéndole creer a la militancia que hacer eso es parte de la “libertad democrática”.

El refranero político está lleno de frases precautorias para este tipo de desplantes: “la venganza se sirve en plato frío”; “a los hombres se les debe tratar generosamente o destruidos, porque pueden tomar venganza por agravios menores por los graves no lo pueden hacer”; “no hay enemigo pequeño”; “a los heridos se les cura y a los muertos se les entierra”; o el muy coloquial “arrieros somos y en el camino andamos”. Afortunadamente hay suficiente número de personas en esta actividad que se llegan a sentir la excepción de la regla como para hacer apasionante su análisis.

¿Quién gana con esto? Ciertamente Peña Nieto, al adquirir (por lo menos mediáticamente) una imagen de pluralidad, diálogo y apertura. Naturalmente los discursos cambian según el grupo incorporado.

Como dijo una vez (y con mucha razón) Roberto Madrazo Pintado, el PRI y el PRD son primos hermanos; y por ello se habló de afinidad e ideales compartidos. Por su parte los políticos de izquierda negociaron la incorporación de sus causas a la plataforma del mexiquense como construir un sistema de seguridad social universal, convocar a un gran pacto fiscal o impulsar leyes y políticas públicas que defiendan los derechos sexuales y de planificación familiar de las mujeres. (1)

En el caso de Espino (quien dudosamente suscribiría algunos puntos del acuerdo entre el PRI y los políticos de izquierda), solamente se habla de “voto útil”. Aunque el duranguense afirma que lo está haciendo por “convicción” y “a cambio de nada”, uno no llega a dirigir un partido con ese tipo de pensamientos. Algunos analistas especulan, por ejemplo, que tanto él como el foxismo están a la espera de la derrota del PAN y el colapso del calderonismo para adueñarse del partido en 2013.

¿Eso sería todo lo que se negoció? Es dudoso. ¿Qué podrían haber pedido? Se podría deducir algo que no caiga en el “sospechosismo”. En 2013 se abren las convocatorias para formar nuevos partidos políticos nacionales. René Arce ya declaró su intención de formar un nuevo instituto político con su grupo. Y Manuel Espino ha dedicado tiempo a formar su agrupación “Volver a Empezar”.

¿Qué apoyos podría dar el PRI para formar estas organizaciones? Sin meternos en detalles que nunca se pueden comprobar fehacientemente, bastaría con no obstaculizar.

¿Implicaría que se convertirían en satélites del tricolor, como lo llegaron a ser el PPS o el PFCRN? No tendría por qué hacer eso, si consideramos el posible grado de desgaste en que se encontrarían el PAN y el PRD, quienes además tendrían que competir con nuevos partidos dentro de su lado del espectro político y que, por malas decisiones tomadas hace años, no tendrían incentivos para hacer alianzas con ellos.

Claro está, este sería un escenario que asumiría no sólo que los azules y amarillos se encuentren de capa caída después del 1 de julio, sino también que las nuevas opciones sean competitivas. En todo caso, parecería que el PRI está comenzando a planear las elecciones intermedias de 2015.

Mientras tanto la política seguirá reuniendo a los más extraños compañeros de cama.

 

(1) Se puede consultar el acuerdo en: www.izquierdaalternativa.mx/alianza

Fernando Dworak
Licenciado en Ciencia política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestro en Estudios legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (FCE, 2003) y coautor con Xiuh Tenorio de Modernidad Vs. Retraso. Rezago de una Asamblea Legislativa en una ciudad de vanguardia (Polithink / 2 Tipos Móviles). Ha dictado cátedra en diversas instituciones académicas nacionales. Desde 2009 es coordinador académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM.
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