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CRÓNICA | Fase 3. Javier y Saraí toman Next y jugo para cuidarse. Pandemia los regresó a dormir en la calle

28/04/2020 - 12:03 am

Javier y Saraí pueden caminar horas bajo el sol y la lluvia. Usan pastillas antigripales, jugo de naranja y sueros para mantenerse a salvo. No hay de otra. La crisis los ha empujado a dormir, otra vez, en las calles de la Ciudad de México. 

Ciudad de México, 28 de abril (SinEmbargo).– Es la noche del lunes 20 de abril de 2020. Faltan unas horas para que el Gobierno de México anuncie el inicio de la Fase 3 de la pandemia. Llueve sobre la Ciudad de México. Javier, de 36 años, se aproxima a la ventanilla de un auto estacionado en el semáforo del Eje Central, en la colonia Centro. Lleva entre las manos una caja con chicles y otros dulces. Lo rechazan. Luego corre para tratar de convencer a algún chofer de los que esperan en la calle de Tacuba. Lo rechazan otra vez. Saraí, su esposa, lo observa desencajada frente al Palacio Postal. Intercambian miradas. No se dicen nada. El papel crepé que compraron para hacer flores se moja. Sigue la lluvia sobre la Ciudad de México.

Javier y Saraí viven hoy en la calle. Hasta hace algunas semanas les alcanzaba para rentar un cuarto por noche, pero la Jornada Nacional de Sana Distancia y las medidas para evitar la propagación del COVID-19 provocan que ya sólo junten unos pesos para comer, y a veces ni eso. Caminan y caminan por horas. Ofrecen las golosinas y las artesanías. Javier dice que se salieron de sus casas porque no los dejaban estar juntos. En la calle, agrega, tuvieron que aprender a la mala. Y es que se toparon otros infiernos: la discriminación, las agresiones, los tratos de la policía, el hambre, la tentación de perderse entre las drogas. Pero aguantan. Ahí andan.

“Antes de que empezara la pandemia, nosotros podíamos sacar para comer, para rentar un cuarto. Antes podíamos sacar entre 200 y 300 pesos al día con dulce. Salía para el material, para el cuarto, para la comida, la higiene. Ahorita lo que hacemos es sobrevivir. Al día podemos sacar 30 pesos. Nos estamos quedando otra vez en la calle. Nos quedamos en el callejón del 57 (en la colonia Centro). Ahí nos alojamos abajo de un techo”, me cuenta Javier.

Mientras me cuenta fragmentos de su vida, Javier acomoda los pétalos de la flor de papel morada que fabricó el mismo día. Me dice que vivir en la calles es como vivir en la selva. Asegura que allá afuera sobrevive el más fuerte. Habla de corrido. Tiene las ideas claras. Me da la impresión de que lleva varios días lejos de los vicios. Luego me dice que sí le entra al alcohol, pero que lo hace una vez a la semana, y es que si no está al 100 por ciento de sus capacidades, no puede juntar para alimentarse. Dice que primero lo que deja y luego lo que “apendeja”.

“Me mantengo lúcido porque tengo que ver por una persona, mi esposa. Por eso me mantengo lúcido. Si me mantuviera ebrio o en estado de drogadicción, ¿qué pasaría? No me podría defender y no podría defender a la persona que tengo a mi lado. Mucha gente que vive en la calle, puedes platicar con ellos y están en su avión. Están en otro mundo. Yo debo de ver por mi esposa. Eso me mantiene: el sobrevivir. Ahorita ya no es vivir, ahorita es sobrevivir. Con que podamos comer al día, nos basta. Terminando la pandemia, ya tendremos nuestra vida un poquito normal, buscaremos otro cuarto, más comida, ropa, zapatos”, me dice.

El Centro Histórico luce abandonado. Foto: Cuartoscuro.

CUIDARSE DEL COVID-19 CON NEXT 

A Javier le pregunto si no le preocupa o le causa miedo la enfermedad que ha matado a más de 200 mil personas en el mundo. Me responde que no le teme, pero sí toma sus precauciones. Entre las personas con las que comparte calles y avenidas en la Ciudad de México, Javier ha visto a enfermos. No puede asegurar que tengan el virus que se originó el Wuhan, China, pero sí dice que los ha visto muy mal. Una pastilla de Next, auxiliar para el alivio de los síntomas del resfriado común, con suero o jugo de naranja es la opción para él y Saraí. No hay de otra, en la calle no hay de otra. Hay que protegerse, pero también hay que arriesgarse para no morir de hambre.

“Así como nos ves que no traemos tapabocas, nosotros tomamos vitaminas. Tomamos medicina para la gripa. Esto (el COVID-19) no es una gripa común, es una gripa mortal. No tenemos miedo, pero tomamos precauciones. Yo me informo día a día de lo que está sucediendo. Me informo si va subiendo o va disminuyendo (el número de casos). Saludamos de lejos. No ofrecemos la mano al saludar. Mantenemos distancia con la gente. Nos mantenemos estables. No me da miedo el COVID-19. Tomo precauciones. No puedo espantarme, si me espantara, no haría nada, me quedaría ahí... La comida no te va a caer del cielo. Tienes que moverte para poder sobrevivir, tienes que caminar. Tienes que andar a pesar de esta situación”, relata. A unos metros de distancia, Saraí acomoda los pétalos de una flor azul.

Además de la medicina antigripal, Javier y Saraí han tratado de cambiar lo que comen. Ahora no le entran a las hamburguesas, prefieren sopas calientes, frutas, verduras, cosas nutritivas. Y es que en medio del terreno adverso, lo único que queda es levantar barricadas. No importa si son barreras débiles, lo que importa es que traten de contener el huracán.

“Cada día va diminuyendo la cantidad de personas. Ahorita la gente está de uña, económicamente ya no hay mucho. Nosotros vendemos dulce, pero como la gente ahorita no está tomando el dulce por lo mismo (la pandemia), la verdad no estamos sacando nada de dulce. Ahorita lo que estamos haciendo para sobrevivir son flores de papel. La gente sigue disminuyendo cada día. ¿Apoyos? Yo no he visto que repartan, mucha gente dice que sí están dando apoyos. Yo no he visto. Hay una camioneta que reparte comida. Pasó otra camioneta de Gobierno y nos revisaron físicamente. Están disminuyendo la comida y los albergues. Han aumentado los robos. La crisis está más fuerte. Se nota con las personas en situación calle, cuesta más trabajo acercarse a la gente. Llevamos 3 pesos desde hace 4 horas. No hay quién te pueda apoyar”, me relata Javier sobre ese huracán.

Antes de despedirnos con los codos, Javier y Saraí me regalan la flor azul y la morada. Yo las guardo en la mochila antes de abordar mi bicicleta roja. Pienso en ponerlas sobre mi escritorio en la redacción. La taza de Jalisco me servirá de florero, pienso. Mientras Javier y Saraí dicen que buscarán algo de comer. También dicen que comprarán más material para seguir haciendo flores y seguir sobreviviendo. Son otras dos historias de las miles que deben combatir al COVID-19 desde las calles de la Ciudad de México.

Las flores de papel. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo.

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
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