Julieta Cardona
28/03/2015 - 12:00 am
El antifaz es requisito de orgía
El sobre que contiene la convocatoria a una orgía es completamente negro con un sello rojo en lacre en el que figuran, hermosamente perceptibles, Las tres Gracias. Lo abro con cautela buscando no romper la divina escala del Reubens, pero, al parecer, se abriese como se abriese, el sello posee el destino inamovible de fracturarse. […]
El sobre que contiene la convocatoria a una orgía es completamente negro con un sello rojo en lacre en el que figuran, hermosamente perceptibles, Las tres Gracias.
Lo abro con cautela buscando no romper la divina escala del Reubens, pero, al parecer, se abriese como se abriese, el sello posee el destino inamovible de fracturarse. Me descubro afligida, pero expectante: me encuentro con el primer símbolo. Saco la hoja blanca que parece tener el texto escrito a mano y en cursiva. «El antifaz y el vino eres tú…», recita la primera línea de la invitación que se resbala debajo de mi puerta:
«
El antifaz y el vino eres tú, te representan: trae una botella de vino en la que el resto saboree tu personalidad. Y exactamente lo mismo con el antifaz.
La cita es a las 22:00 horas y deberás llegar al Edén con antifaz, mismo que se retirará, si así lo quieres, a medianoche –no antes–, y con tu indumentaria funciona casi igual. En breve se explica el porqué de la hora y el tema de las prendas.
Al llegar al Edén, tu celular se depositará en el cesto que se encuentra inmediato a la puerta.
Las drogas permitidas son: cannabis, MDMA y cocaína.
En el jolgorio habrá únicamente ocho personas: cuatro hombres y cuatro mujeres. Los hombres con orientación heterosexual; las mujeres bisexuales o, sencillamente, abiertas. Nadie puede ser voyerista, todos participan activamente…
Me detengo en esa parte del ¿instructivo? Con inmediatez repaso las citas que he tenido en los días previos tratando de encontrar al posible remitente, pero no, por supuesto que no me viene algún nombre. Entonces, sigo:
(…)
Queda prohibido llorar a menos de que sea por placer; por tal motivo, la intimidad cabe en temas intelectualoides; no familia, no desamores, no frustraciones laborales.
En el Edén hay un reloj que marca, en punto de las doce, las campanadas. Al ser marcadas, es tu deber besar a tu interlocutor –o a cualquier otro–, o remover la mitad de tu indumentaria. La razón de que sea a medianoche es una: para que el día nazca sicalíptico.
Los besos son negociables y los regalas solo si te apetece.
La ropa, conforme pasa la madrugada, se retira por completo para que tu alma se asome un poco.
No hay violencia y todo sexo es consentido.
El uso del condón es obligatorio.
Discreción absoluta. La razón, principalmente, es una: ventilar el gaudeamus no acaba con tu carrera, pero posiblemente sí con tu matrimonio (en caso de tenerlo).
La jornada se acaba hasta que se acaba.
No es necesario confirmar, ya estás registrada.
».
No venía firma, pero sí una fecha, un lugar, una hora. Sonreí: la mitad de la invitación trataba de elecciones, la otra de erecciones. Maldita sea: qué bien me conoce el remitente.
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