De viajes, güeros y charolastras

28/03/2015 - 12:00 am

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”, expresaba el novelista estadounidense Henry Miller. En el cine, los viajes simbolizan el tránsito entre un estadio vivencial hacia una nueva perspectiva existencial. Emigrar de una situación geográfica a territorios mentales y espirituales desconocidos, a lejanías extrañas y aleccionadoras. Es la ruta de la road movie o “película de carretera”: recorrer una serie de sitios y experiencias que conducen a los personajes al cambio interno, al autoconocimiento   conciliador o redentor.

La senda cinematográfica nacional nos ha llevado por caminos de maduración y descubrimiento, recién llegamos de la aventura de “Güeros” (2014), la ópera prima de Alonso Ruizpalacios, (premiada en Berlín, San Sebastián, Tribeca y… ¿por qué no la mandaron a competir por el Óscar?), que conduce a sus personajes por una ciudad de México incolora, donde las tonalidades brillantes no nos ciegan permitiendo ver matices suprimidos, olvidados y, las más de las veces, inexplorados. Los límites urbanos de Santa Fe, el Periférico de tránsito sempiterno, las torres imponentes de Reforma, los multifamiliares en decadencia, barrios perdidos y Ciudad Universitaria como la geografía externa de un recorrido interno plagado de cuestionamientos juveniles, aprendizajes filiales, búsqueda de identidad y objetivos de vida, y al final del periplo la transformación personal y otro grado de madurez.

Durante la huelga universitaria de 1999, auto confinados en un departamento, coexisten los amigos Sombra (Tenoch Huerta) y Santos (Leonardo Ortizgris). Cuatro paredes como zona estacionaria para dos jóvenes ajenos al movimiento estudiantil y a cualquier desplazamiento del mundo exterior, “¿para qué salimos si vamos a volver?”. Pero de un viaje nadie regresa igual. El alias de Sombra obedece tanto al tono de piel del personaje -apunte del origen mestizo y las distinciones que conlleva en un entorno clasista y discriminante-, como a su situación como individuo, sólo la sombra de una persona que ha perdido claridad. Ambos viven entre sombras y roban la luz del apartamento vecino.

La “iluminación”, en distintos sentidos, llega con la aparición del hermano menor de Sombra, Tomás (Sebastián Aguirre), proveniente de Veracruz donde ha sido expulsado por su madre. Es el “Güero” de la familia, el de tez blanca, quien en lugar de sumarse al ocio los retira del limbo. Se fugan del departamento y abordo de un viejo auto se aventuran por la ciudad con una misión: encontrar a Epigmenio Cruz, un músico que ha dejado huella en la memoria familiar y del cual se conserva un cassette. A la odisea se enlaza la presencia femenina (Ilse Salas), voz de la generación y conciencia estudiantil, y la musa definitiva para la transmutación de Sombra. Si no han vivido este vieja aparten su boleto.

Del cine mexicano, otras rutas memorables en la búsqueda del yo, la ubicación del otro y la contemplación del todo: Los Caifanes; Bajo California: el límite del tiempo; Por la libre, Y tu mamá también, Los insólitos peces gato; Ciclo, érase una vez un viaje o La jaula de oro.

Los Caifanes (1966), de Juan Ibáñez

La ciudad de noche, territorio desconocido para una pareja burguesa (Julissa y Enrique Álvarez Félix) que lo descubren de la mano de los Caifanes una banda perteneciente a la clase popular. La Real Academia Española define Caifán como sujeto preeminente en un barrio de la ciudad. Se enfilan a parques, centros nocturnos, monumentos, fondas y a una funeraria. La pluma de Carlos Fuentes delinea un entrañable perfil de la urbe y sus mundos en un filme de la ola renovadora del cine experimental convocado en 1965 y 1967.

Bajo California, el límite del tiempo (1998), de Carlos Bolado

Un bellísimo trayecto hacia la exploración interna y la liberación de culpas. Damián (Damián Alcázar) es un artista plástico que se ve involucrado en un accidente automovilístico de fatales consecuencias. El peso del remordimiento lo enfila a una odisea catártica por los paisajes agrestes de San Francisco de la Sierra, en regiones despobladas, entre armonías rurales y naturaleza cómplice. Mar, desierto y pinturas rupestres lo guían hacia sus ancestros, a la identidad perdida y a la sanación de sus heridas.

Y tu mamá también (2001), Alfonso Cuarón

A este viaje sólo van los que siguen el Manifiesto Charolastra, el cual nos advierte que la neta nunca será el destino final porque es chida pero inalcanzable. Con este aviso, Tenoch (Diego Luna) y Julio (Gael García Bernal)   cuya sólida amistad incluye fiestas, mujeres y marihuana, emprenden una excursión a una playa virgen de Oaxaca. Luisa (Maribel Verdú) se une a los viajeros entablando un triángulo amoroso que pondrá a prueba la fraternidad y sus límites .

Ciclo, érase una vez un viaje (2013), Andrea Martínez Crowther

El largometraje rememora el trayecto de México a Canadá realizado en 1956 por los hermanos Arturo y Gustavo Martínez a bordo de sendas bicicletas. Cinco décadas después deciden repetir la hazaña con años, vivencias y otra mirada a cuestas. El desplazamiento da cuenta del paso del tiempo, del reencuentro con paisajes, lugares, personas, experiencias inéditas y la revelación de secretos de familia. Los viajeros que parten no son los mismos que regresan, como afirmaba el escritor escocés Robert Louis Stevenson: “No hay tierras extranjeras. Quien viaja es el único extranjero”.

 

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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