JORGE HERRALDE: ADIÓS A LAS ARMAS

28/01/2012 - 12:00 am

Antes de que Jorge Herralde anunciara la venta de su editorial, la legendaria Anagrama, a los italianos de Feltrinelli, eran muchos los rumores que apuntaban en varias direcciones, haciendo referencia a la colocación de los famosos libros de portada color crema a Planeta, a Alfaguara, a Random

¿Quién da más?, parecía ser el lema de quienes se debatían como si alrededor de una bola de cristal estuvieran, a sabiendas de que el veterano editor catalán, quien no cuenta con herederos, ya emprendía la retirada a los cuarteles de invierno luego de timonear con mano firme y buen gusto una de las últimas firmas de calidad en el mercado literario español.

Fue en 2010 cuando se supo que Anagrama, fundada en 1969 y que ha publicado más de 2 mil 500 títulos a lo largo de cuatro décadas febriles, cedía su fondo editorial a los italianos, que adquirían la empresa mediante un sistema escalonado que prevé la compra de 49 % de las acciones en cinco años, luego de lo cual se producirá la adquisición total.

Herralde, de 76 años, quien junto a su cuñado, el célebre pensador Roman Gubern, capitanea el quinquenio de la transición, parece estar muy complacido de que por un lado la elegida haya sido Feltrinelli, ahora comandada por el hijo del fundador, Carlo, de 50 años y que por el otro ya no estará al ciento por ciento entregado a la editorial de sus amores.

Manejó con mano firme Anagrama y por cada uno de los libros publicados levantó una bandera que hizo flamear lo más alto que pudo en el competitivo universo literario. El Premio de Novela que lleva su nombre y que en 2011 ganó el argentino Martín Caparrós por Los Living, es uno de los más prestigiosos en lengua española.

Ha debido sufrir, eso sí, la pérdida de muchos autores, entre ellos el célebre chileno Roberto Bolaño (1950-2003), a quien le dedicó el libro Para Roberto Bolaño.

Recientemente, ha sido el mexicano Daniel Sada (1953-2011), quien ha dejado este mundo y del que Anagrama publicará próximamente su novela póstuma, El lenguaje del juego.

–¿Qué siente cuando muere uno de sus escritores?

–Mucha tristeza, por supuesto. Daniel Sada fue un autor que tardé en leer, a pesar de que gozaba de enorme prestigio, sobre todo por aquella novela que publicó Tusquets, Porque es mentira la verdad nunca se sabe. Un día, por la mañana, me llamó mi viejo amigo Federico Campbell, a quien había conocido en Barcelona en 1970. Me dijo: – Mira, hay un gran amigo mío que se llama Daniel Sada y que está terminando una novela. Está muy descontento con su editorial actual y le gustaría publicarla en Anagrama. Entonces, hablé con Daniel, su novela me pareció buenísima porque mostraba a un escritor totalmente distinto a todos, algo bastante raro en estos tiempos. Se trataba de Casi nunca, novela que presentó al Premio Herralde y que ganó en 2008. Tuvo excelentes críticas tanto en España como en México, aunque las ventas fueron escasas, porque su literatura, como se sabe, no es fácil. A raíz del premio lo invitamos a Barcelona y ahí comenzó una amistad. Hacía dos años que no lo veía, sabía, claro, que estaba enfermo, a pesar de lo cual su muerte me sorprendió mucho.

–¿Qué más recuerda de él?

–Era una persona sumamente amable y sobre todo entregado a la literatura. No había para él algo más importante en su vida que la escritura. Recuerdo en particular unas declaraciones que había dado a la prensa por medio de las cuales confesaba que nunca había querido dedicarse a otra cosa más que a escribir. Su enfermedad era cierta, pero también tenía fama de hipocondríaco, por lo que yo no pensaba que el fin fuera tan inminente.

–De esos escritores totalmente entregados a su oficio se nutrió Anagrama durante estos 40 años…

–Efectivamente. Con algunos matices, claro, porque la cosecha de autores es como la de los vinos, depende de las añadas y de tantas otras cosas. Un caso claro de ese tipo de escritores fue Roberto Bolaño y, entre los vivos, la mexicana Guadalupe Nettel. Está también el joven chileno Alejandro Zambra.

–¿Ellos son sus dos “anagramas” jóvenes preferidos?

–Probablemente. También está Martín Caparrós, aunque él acaba de ganar el Premio Herralde con toda una carrera detrás, se trata de un autor muy sólido, ya consagrado. En el caso de Zambra y Nettel, son dos promesas y algo más que promesas, escritores que están en el inicio de su obra.

–Y casi todos son autores “distintos”, como suele decir usted…

–Es verdad. Tenemos algunos autores buenísimos y menos extravagantes, pero la realidad es que Anagrama se ha caracterizado por elegir los “raros”, como los argentinos Copi, Rodolfo Wilcock y Oscar Masotta…

–Ahí tiene usted el secreto mejor guardado de la literatura argentina: Rodolfo Wilcock…

–Así es. Y nosotros, piano piano, lo publicamos en los 80 y en cada década lo reeditamos. Ya lleva tres ediciones y consigue poco a poco su público. Uno no puede pretender que un autor como Wilcock se convierta en masivo, pero sí al menos que tenga la oportunidad de encontrar su secta. Y la ha encontrado, al punto de que él fue una de las causas del fichaje de Roberto Bolaño. Cuando lo conocí estuvimos hablando durante horas de literatura, entre ellos mucho de Wilcock, que él tanto admiraba. No llegué por desgracia a conocerlo.

 

“Anagrama es mía”

Jorge Herralde, quien por su trabajo editorial ha recibido numerosos galardones, entre ellos el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural (1994), el Premio Targa d’Argento (otorgado por la Biblioteca Europea y La Stampa Tuttolibri) como Editor europeo (1999), el Premio al Mérito Editorial de la Feria del Libro de Guadalajara (2002) y el Premio Grinzane-Editores (2005), nunca habla de Anagrama en tiempo pasado.

Y aunque Feltrinelli tenga también su cuota de misticismo por ser una de las más prestigiosas editoriales independientes de Italia, llevará tiempo no identificar a Anagrama con la figura de su legendario fundador.

–Habla de Anagrama como si todavía fuera suya…

–¡Es mía!, por lo menos hasta 2015 (risas). La verdad es que no podría hablar de la editorial de otra forma, tendría que impostar demasiado la voz…

–¿Y cómo está en relación a la venta de Anagrama?

–Bueno, tomar la decisión no fue fácil, sobre todo porque, a pesar de la crisis general, Anagrama iba y va muy bien, pero fingiendo ser una persona sensata y pensando en el futuro de la editorial, propuse darme cinco años de plazo y encontrar una solución que fuera más coherente con el catálogo, con lo que ha sido la firma para mucha gente y para mí. En lugar de acabar en manos de Planeta o de Random, como ha sido el destino de muchas editoriales independientes en España, preferí asegurar el futuro de Anagrama dejándola en manos de una empresa colega con la que tenemos muchas similitudes, además de una amistad personal, primero con Ingrid Feltrinelli y ahora con Carlo, su hijo.

–¿Fueron arduas las negociaciones?

–Para nada. Fueron largas por el tema de abogados y eso, pero como había un acuerdo inicial que nunca se cambió, todo fluyó armoniosamente. Feltrinelli tiene una gran vocación por la literatura en español y, además, está el tema de las librerías Feltrinelli, un proyecto que inició Giangiacomo y que luego su hijo Carlo profundizó. En España han comprado recientemente La Central y próximamente inaugurarán una muy grande en Madrid.

–Lo que sí no tiene Feltrinelli es el gran conocimiento que usted tiene de la literatura latinoamericana. En nuestros países tendrá que comenzar de cero.

–Es verdad, pero ahora hay un flujo de información mucho más vasto y rápido que antes. Por otro lado, Carlo ha viajado recientemente con Fabio, su colaborador y editor más cercano, a la Feria de Guadalajara, para tener entrevistas con jóvenes escritores e ir haciéndose su propia cartografía.

–¿Y cómo ve el panorama del libro actual?

–Bueno, a Estados Unidos le llevó más de 10 años desarrollar la plataforma del libro electrónico y Amazon ha entrado recientemente en España, por lo que esperamos un subidón al respecto, pero en realidad, por ahora las ventas electrónicas representan sólo 1% de nuestra industria editorial. La realidad del libro en Europa está marcada por la gran crisis económica que asola el continente y cuyas causas y soluciones están muy lejos de encontrarse. No hay que olvidar tampoco el tema de las descargas ilegales que constituye un gran problema para las editoriales. Hay mucha piratería en nuestro rubro.

–¿Qué podría decir de sus relaciones con autores míticos como Charles Bukowski?

–Recuerdo vivamente la primera vez que lo leí en la famosa City Lights Books, librería del movimiento beatnik, la que publicó El aullido, de Allen Ginsberg, la que dio a conocer a Ferlinghetti y a tantos otros. Compré los libros de Bukowski para leerlos en el avión en el viaje desde San Francisco a Barcelona. Luego lo conocí en una borrachera tremenda pero muy simpática… Aunque luego me “traicionó” entre comillas, me dio mucho gusto publicar a Tom Wolfe, quien como periodista me parece genial. Publiqué su primera novela, La hoguera de las vanidades, que tuvo gran éxito, pero la siguiente (Todo un hombre) la puso a subasta y ya no pudimos tenerlo. También soy muy amigo de Alessandro Baricco, de Antonio Tabucchi, de Norberto Galasso, de Claudio Magris…

–Hablando de quienes lo traicionaron. Michel Houellebecq hizo cierto ese dicho del que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen…

–Sí (risas). Fue un caso muy curioso. Porque la novela que publicó con Alfaguara (La posibilidad de una isla), que al parecer no es tan buena aunque debo decir que no la leí, al principio era nuestra. Incluso me había puesto de acuerdo con su agente en el Salón Literario de París, quien me llamó al tiempo muy avergonzada para decirme que Michel había vendido la novela por su cuenta a otra editorial. Al parecer, hay muchas versiones, él buscaba inversores para su película…pero no sé. Lo cierto es que ahora regresó nada más ni nada menos que con El mapa y el territorio, Premio Goncourt 2010.

–¿La ida de Enrique Vila-Matas es una traición?

–Bueno, con él teníamos 25 años de relación y muchos libros publicados. Pasó que su agente lo subastó ante los grandes grupos que están dispuestos, por una cuestión de imagen, a pagar fortunas por libros que se venden muy poco. A Enrique ya no lo veo, él no sale de noche por cuestiones médicas y, como es lógico, luego de lo que pasó, hay cierto alejamiento entre nosotros.

–¿Y en el caso de Paul Auster?

–En su caso terció un agente de “conocida reputación”, que no falten las comillas, como Guillermo Schavelzon, un personaje complicado por decirlo de forma suave. Paul Auster, de 65 años, necesitaba dinero y este Schavelzon lo subastó, aunque sólo para ediciones de bolsillo. Mientras tanto, seguiré siendo el editor de Auster, como lo comprueba una carta reciente que me envió el propio autor.

–¿Le dolió que Carolina López, la viuda de Bolaño, le quitara sus libros?

–Hombre, muchísimo. Sobre todo por lo notoriamente inmerecido. Jamás tuve una discusión con Bolaño, jamás tuve una discusión con Carolina López y la verdad es que no sé lo que le pasó. O se le cruzaron los cables o hubo alguna intoxicación por parte de otras personas, lo cierto es que decidió romper unilateralmente con Ignacio Echevarría, el encargado de la obra de Roberto, conmigo, con Anagrama

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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