La escritora y periodista Rocío G. Benítez habló con SinEmbargo sobre su poemario que a partir del lenguaje poético plasma la pérdida de una hija en circunstancias violentas y con el cual busca que los lectores vean frente a ellos “una historia de manera distinta, con ojos distintos, lejos de lo que vemos diariamente en el periodismo”.
Ciudad de México, 27 de noviembre (SinEmbargo).– “La historia es como muchas historias que se repiten en México. Una señora vive con sus hijos, su hija un día ya no regresa a casa, se dedica a buscarla hasta que finalmente un día le avisan que ya la encontraron, pero lo único que encuentran de su hija son dos fragmentos de cráneo”.
El relato lo comparte la escritora y periodista Rocío G. Benítez al hablar sobre el caso que la llevó a escribir su poemario Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas (UANL), con el cual ganó el Premio Iberoamericano de poesía Minerva Margarita Villarreal, y en el que ahonda desde el lenguaje poético la pérdida de una hija en circunstancias violentas.
En su libro, ella escribe:
“¿QUÉ SE HACE con dos fragmentos de cráneo?
¿En cuál mano se guardan?
¿Con qué nombre se bautizan?
Dos pedazos no es un cráneo.
Ni un cuerpo”.
En ese sentido, Rocío compartió con SinEmbargo cómo a partir de la imagen de este hallazgo es que empezó a trabajar, a escribir pensando en ella, para después irse adentrando más al tema de los feminicidios y darse cuenta que no era ajeno a ella.
“Si nosotros nos ponemos a investigar en nuestras historias personales, en nuestros conceptos que tenemos alrededor de este conflicto vamos a ver que no es tan lejano. Yo descubrí algunos miedos, preocupaciones e interrogaciones. Creo que el libro se basa mucho en eso, en interrogaciones”, expresó.
La autora expuso que si bien hay un amplio trabajo desde el periodismo enfocado al tema del feminicidio, ella buscaba darle otra visión a esta problemática, una visión que encontró a partir del lenguaje emanado de la poesía.
“Lo que yo quería era darle otra visión desde la poesía, y que lo vieran como algo distinto, algo diferente a solo estar contando diariamente el número de mujeres desaparecidas, el número de mujeres que las han asesinado”, puntualizó.
Al escribir el libro, Roció reconoció que no tenía una idea muy clara de hacia dónde iba, aunque tenía la determinación de que los lectores vieran frente a ellos “una historia de manera distinta, con ojos distintos, lejos de lo que vemos diariamente en el periodismo.”
Aunque al mismo tiempo, esas preguntas que hacía en los versos y estrofas quedaron ahí sin respuestas. “Eran preguntas y creo que nunca encontré ninguna respuesta a mis preocupaciones y a la problemática que hay. Hay más bien más dudas al respecto”.
No obstante, señaló que parte de su objetivo al establecer todas estas interrogantes es que el lector se cuestione a sí mismo. “Esas son las preguntas que yo me hice y son las preguntas que yo espero que el lector se haga”.
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—Qué tal Rocío. Gracias por hablar con nosotros Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas, un libro sobre donde expresas la pérdida de una hija en circunstancias violentas. ¿Qué historia o historias están detrás de este poemario?
—Este libro nace de leer una historia documentada de manera periodística por José Antonio Gurrea. Yo soy periodista y él es una persona cercana a mí, lo considero un maestro y él me compartió una historia que hizo sobre, precisamente, una madre que pierde a su hija.
La historia es como muchas historias que se repiten en México. Una señora vive con sus hijos, su hija un día ya no regresa a casa, se dedica a buscarla hasta que finalmente un día le avisan que ya la encontraron, pero lo único que encuentran de su hija son dos fragmentos de cráneo.
A partir de esta imagen es que empiezo a trabajar, si bien empiezo a escribir pensando en la historia, también viéndolo desde una visión periodística, después me fui adentrando más al tema y viendo que no era algo tan ajeno a mí.
Es una problemática que ocurre en nuestro país que la estamos viendo todos, quizá a la distancia, pero si nosotros nos ponemos a investigar en nuestras historias personales, en nuestros conceptos que tenemos alrededor de este conflicto vamos a ver que no es tan lejano.
Yo descubrí algunos miedos, preocupaciones e interrogaciones. Creo que el libro se basa mucho en eso, en interrogaciones.
—En estas interrogaciones, considero, haces un recorrido en torno al espectro de emociones a partir de esta voz poética, un recorrido que es amplio. Por momentos es tierno y otras veces crudo, desgarrador…
—Yo creo que todos hemos tenido en algún momento el deseo de salir con los amigos, de salir en la noche y todos hemos tenido a nuestros padres que nos dicen, a dónde vas, ¿no? Ya es muy noche, mejor no vayas, entonces estas palabras José Antonio las escribió dentro de su reportaje, pero también yo lo retomé porque son palabras que nos han dicho a nosotros, entonces por eso hay esta cercanía.
Todos hemos tenido una relación así, igual, con nuestros padres que nos han prohibido salir y que pues nos hemos molestado por ello, pero finalmente es la preocupación que ellos también tiene de que sus hijos salgan y que les pueda pasar algo.
—¿De qué manera consideras que esto refleja toda la atrocidad que hay detrás de un feminicidio?
—Cuando empecé a escribir el libro no tenía una idea muy clara de hacia dónde iba. Eran preguntas y creo que nunca encontré ninguna respuesta a mis preocupaciones y a la problemática que hay. Hay más bien más dudas al respecto.
Hay un trabajo muy amplio, y que se debe de seguir haciendo, desde el periodismo enfocado al tema de feminicidio y lo que yo quería era darle otra visión desde la poesía, y que lo vieran como algo distinto, algo diferente a solo estar contando diariamente el número de mujeres desaparecidas, el número de mujeres que las han asesinado.
—Al pasar de un verso a otro, de una estrofa a otra, el lector se sumerge en estas sensaciones, mira hacia esta realidad violenta en la que las madres, los padres, buscan a sus hijas y se encuentran con dos trozos de hueso. ¿Es en este sentido que es diferente?
—Sí, lo que intentaba en cierto sentido era tanto que se reflejaran en ellos, sino que vieran una historia de manera distinta, con ojos distintos, lejos de lo que vemos diariamente en el periodismo, lo quería poner desde otra perspectiva. Traté mucho de que fuera un lenguaje sencillo. Que fuera cercano a todos. Que cualquiera persona que lo pueda leer entienda lo que está pasando y de lo que va esta historia.
—Tu poemario, como lo señala el jurado que lo premia, tiene además una voz de denuncia. ¿Qué tan podrido está un país en el que las familias deben encontrar sus propias respuestas a crímenes como estos?
—Lo vemos todos los días. A mí me aterrorizaba mucho, durante todo el proceso de escritura, yo diario que entraba a mis redes sociales veía una historia sobre una mujer desaparecida, una mujer asesinada. Y a mí lo que más me aterrorizaba son los comentarios que hay sobre esas historias, que la gente tiende mucho a juzgar: ¿En dónde estaba? ¿Por qué salió? Si ya sabía cómo eran los amigos, ¿por qué se fue?
Yo creo que no podría pensar desde el punto de la familia, decir algo desde el punto de las familias, pero sí desde el lado de lo que estamos viendo, de como lectores de esa información. Eso es lo que más me preocupa y en ese sentido estamos muy mal. En vez de ser empáticos con lo que está pasando que son situaciones que evidentemente son muy difíciles, de empatizar con ellas, pero también sino tenemos nada bueno que decir, nada bueno que aportar, pues también deberías ser muy conscientes de nuestras palabras.
—Por último, escribes, Rocío: “Si mi país no doliera / si mi país fuera mi país / y no está boca descompuesta / yo no tendría que escribir esto”. Te planteo la pregunta que tú le haces al lector. ¿Qué hacer con esta boca descompuesta?
—No lo sé. Es lo que he tratado de indagar. Esas son las preguntas que yo me hice y son las preguntas que yo espero que el lector se haga.