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Tomás Calvillo Unna

27/06/2018 - 12:00 am

Fútbol, Política y el Ánimo Nacional

Habría que medir el ánimo nacional. ¿Se puede hacer? O es solo una falacia e incluso eso de “Ánimo Nacional”, no existe. Podemos entonces explorar ese tema sin pretensiones sociológicas y solo hacerlo como un ejercicio literario y para ser más preciso, como propuesta de un relato de ficción.

Escalera de Agua. Pintura: Tomás Calvillo.

Habría que medir el ánimo nacional. ¿Se puede hacer? O es solo una falacia e incluso eso de “Ánimo Nacional”, no existe. Podemos entonces explorar ese tema sin pretensiones sociológicas y solo hacerlo como un ejercicio literario y para ser más preciso, como propuesta de un relato de ficción.

Un país, el nuestro, está por celebrar sus elecciones más relevantes de las últimas décadas. La polarización de la sociedad es evidente, se aprecia en la guerra sucia desatada en los medios de comunicación. Las redes son una caja de resonancia de insultos, verdades a medias, grandes mentiras; todavía los espacios públicos, mantienen su neutralidad y los ciudadanos respetan la civilidad de una convivencia cotidiana, más allá de sus diferencias y preferencias políticas.

No obstante se percibe en la atmósfera social del país un desacuerdo profundo que divide a la sociedad y presagia tiempos de tormenta política, a pesar del proceso electoral que pretende continuar con normalidad institucional. Lo cierto es que las notas de crímenes, secuestros, desaparecidos, se multiplican día a día en gran parte del país. A ello se suma que, en muchas localidades los ciudadanos identifican a ciertos candidatos como miembros de organizaciones criminales, a pesar de que las cúpulas partidistas asentadas en la Ciudad de México, lo pretendan ignorar o minimizar. Este hecho que se presenta a lo largo del territorio nacional, tensa hasta sus límites la paciencia y posibles respuestas de los ciudadanos. Si las supuestas vías democráticas quedan subordinas a los poderes criminales (redes que articulan un sistema judicial y políticos cómplices) lo que se avecina son estallidos violentos que difícilmente se podrán superar. Está en juego la sobrevivencia democrática de la nación no solo el triunfo de tal o cual opción. La gente está cansada de vivir amenazada y chantajeada por autoridades que se han aliado al crimen y que incluso lo representan siendo cobijadas por las fuerzas políticas nacionales. Este es el drama del país y pocos se salvan de esta cruel y degradante realidad política.

Lo significativo es que los ciudadanos están organizándose en torno a opciones democráticas y, venciendo el miedo, se manifiestan abiertamente por un cambio, que no tiene nombre de partido, o el mismo varía según la región y la localidad. Los ciudadanos están descubriendo que nadie los va a defender, que solo su conciencia, fuerza y organización pueden reconstruir el país desde abajo.

Es bastante factible que será el gobierno de AMLO quien tendrá que asumir este desafío, y aliarse con las fuerzas democráticas en su diversidad que no se constriñe a una sigla partidista en particular, sino que responden a los procesos propios de cada lugar, ciudad y región. La gobernabilidad del país va a depender de esa operación política, del nuevo Gobierno Nacional en medio de un complejo escenario poselectoral que viviremos.

Este relato hasta aquí puede ser ratificado en diversas entidades del país y por distintos grupos sociales.

Y el ánimo nacional, ¿cómo la definimos? No obstante, no interesa del todo hacerlo, con una objetividad incuestionable; hablamos de un relato de ficción. Entonces hablemos del fútbol, de un juego, de un deporte, de un negocio, que nos permite ver a relieve el ánimo nacional y contrastarlo con la realidad descrita, la política, social y económica por la que atravesamos 127,5 millones de mexicanos y mexicanas.

El fútbol, nuestra selección, encarna en estos días a cabalidad ese ánimo, y sin fracturas, expresa una unidad transversal de clases sociales, de lugares, de quehaceres y edades. Es un punto de referencia, tal vez el único que tenemos. No es consistente, es fugaz, es maleable; como está ahora, puede dejar de estar mañana o puede continuar e incluso transferir algo de sus cualidades a otros espacios y tiempos.

Aquí, en esta frontera entre realidad y ficción, entre estructuras y escenarios frágiles; la política y el fútbol se entrecruzan durante unas semanas claves para el porvenir de la nación.

Si la selección sigue de pie y continúa triunfando, esa emotividad dominante que expresa el ánimo nacional permitirá una atmósfera favorable para procesar los resultados electorales. Sin embargo, si no sucediera así, esa psique colectiva emocional carecerá de un anclaje constructivo y podrá derivar en confrontaciones internas sin vistos de pronta solución.

El ánimo nacional aparece así caracterizado por una vorágine de emociones, que suelen ser caprichosas y volátiles. En ese contexto el fútbol suele convertirse en una inspiración colectiva, que puede transformarse en una constructiva energía social. En las actuales condiciones del país es capaz de cumplir un mejor blindaje para el proceso político electoral que se vive, incluso, de mejor manera que el propio INE.

Bálsamo y blindaje podrá ser la oncena mexicana, para millones que no se rinden a las equivocaciones y desvíos de la partidocracia y aún creen que es posible encontrar el camino en las urnas electorales. La selección mexicana por su parte solo tiene un destino: meter goles. Votos y goles, quien diría que tendrían algún día que ser parte de la suerte compartida de una nación que le urge creer en algo para comenzar a creer en sí misma.

La Copa Mundial y las elecciones coincidieron en el tiempo, entenderlo y apreciarlo no está de más para advertir las capas de la emotividad en sus diversas dimensiones: fuego creativo y destructivo, esperanza y depresión y sin duda su cíclica fugacidad que alcanza a tres generaciones y puede dejar huellas y cicatrices a las que vendrán. Tiempos breves de mitos colectivos, de héroes y villanos que se disputan el devenir en un campo de futbol.

¿Cómo transferir ese ánimo de la emoción a la razón?, ¿cómo hacerlo compatible para que vitalice las estructuras que crujen y requieren replantearse?

No está de más recordar: Los que hemos jugado fútbol sabemos de las imágenes que nos inspiran, de aquellos segundos de dicha que aún perdura. También sabemos, que tarde o temprano el árbitro sonará su silbato y el partido – esté hermoso juego – habrá llegado a su fin.

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