Por Antonio Mundaca, especial para SinEmbargo
Tres Valles, Veracruz, 27 de junio (SinEmbargo/Expediente).– A “La bailarina” se la llevó un escuadrón de la muerte el 13 de junio de este año cuando se celebraba un baile en el Ingenio de Tres Valles, Veracruz, para celebrar el fin de la zafra. El ruido de la cumbia se confundió con los disparos detonados por la noche en la colonia popular Patricio Chirinos Calero.
Uno de los levantados ya iba muerto al momento de que los vehículos arrancaron con rapidez sus llantas de la tierra. Un grupo de camionetas cerró las calles aledañas de una zona conocida como rural-centro que da a la carretera federal 145 hacia Sayula y Ciudad Alemán.
“Se los llevaron a todos, uno ya iba muerto porque lo balearon cuando intentó huir”, apenas han podido decir vecinos detrás de sus puertas cerradas por miedo. Después del reconocimiento de las víctimas, ningún elemento de seguridad pública ha cuidado a los vecinos. Por las noches han vuelto a entrar camionetas por la carretera 175. No saben si son policías, si son secuestradores. La casa de “La bailarina” es otro cuarto de cemento abandonado. Uno más, entre viviendas separadas por solares con frutos, improvisados techos de lámina, paredes pintadas de cal y montículos de grava.
El cuerpo de “La bailarina” apareció en las fosas clandestinas en el rancho “El diamante” junto a los de sus tres hijos pequeños; una niña y dos niños que estudiaban la primaria en la ciudad de Tres Valles. En la fosa también estaba su sobrino. Tres menores sepultados en terrenos destinados hace muchos años a la siembra de sorgo. Los cuerpos de los cinco fueron identificados por sus familiares dos días después del hallazgo. No se quedaron con los cuerpos, no han podido darles sepultura. Vinieron de una ciudad ajena al calor sofocante de la Cuenca.
Junto a los restos asesinados de “La bailarina” estaba el de “Gerardo”, presunta pareja sentimental de Rosalía Valerio Díaz, a quien nadie reclamó antes de ser trasladado a la ciudad de Xalapa. Junto a él otros cinco cuerpos más sacados de las fosas no habían sido reconocidos.
Poco se sabe de las actividades de “La bailarina” y su esposo. La única certeza es que los cuatro menores asesinados no eran narcotraficantes, como insistió en su versión oficial la maquinaria propagandística del gobierno de Javier Duarte de Ochoa para minimizar la tragedia que acompañó a la tortura de una familia completa.
La desaparición de la familia de “La bailarina” de la colonia Chirinos no está documentada. No existe en término legal porque no hubo denuncia. Por eso los cuerpos no han sido entregados. El Ministerio Público se niega a darles información a los familiares. Todo lo remite a un fiscal especial en Xalapa que tiene cientos de legajos y los ha regañado por no haber denunciado. El trámite para enterrar a Rosalía Valerio y los cuatros menores se empantanó porque sus decesos no son estadística oficial.
Los vecinos de la colonia Patricio Chirinos han cerrado sus ventanas. “La bailarina” se ha vuelto una leyenda triste en una región donde abundan los giros negros y las cantinas de baja calaña. Dicen que era joven, bonita, callada. Por las mañanas en la puerta despedía a los niños para irse a la escuela. Todos en la casa eran callados. Pasaban días en que no se escuchaba a nadie. A veces la música de banda interrumpía el silencio. Unos minutos apenas. Poca gente entraba y salía. “La bailarina” era joven. El origen de su apodo apunta a su pasado en otro pueblo que no es Tres Valles. Dicen que era de Tlacotalpan, otros que venía de Puebla. Es uno de esos misterios que se hacen populares y se vuelve relato de mesa en todo el Sotavento, como los asaltantes de lanchas en los ríos de Papaloapan y Tesechoacán.
“La bailarina” llegó aproximadamente hace tres años y medio a la colonia Chirinos, rentaba una casa bardeada, con ladrillos sin pintar, una colonia donde los servicios básicos apenas supera la media de un pueblo pequeño, una casa sencilla, entre veredas de tierra que se mezclan con un denso pasto verde y bloques de pavimento.
La colonia Patricio Chirinos desde la Calle Enrique S. González está a 10 minutos del rancho “El diamante”, atravesando el camino rural del 11. “De volada está conectado el acceso de la colonia al rancho de los Cano, por ser terracería en 10 minutos se puede llegar a esa zona si vas a una buena velocidad”. Diez minutos de terracería entre llevarse a una familia completa sin que la policía municipal se entere y ponerlas al pie de la tierra.
UNA MUJER BUSCA A SU ESPOSO
“La verdad la sabe únicamente la familia que reclama los restos de quien ama en medio del dolor”, dice Mara, con pies de plomo y también coraje. El 15 de octubre del 2013 secuestraron a su esposo en Cosamaloapan. El rescate fue pagado. Ella y dos de sus familiares llegaron primero a Tres Valles, después a Cosamaloapan, para ver si podían identificar a su esposo entre los restos de las fosas a su marido. Llevan ocho meses buscándolo.
“El gobierno tuvo la culpa por no haber detenido a tiempo a esos asesinos”, reclama. Sus palabras pesan como una losa de acero. Una de sus hijas sigue esperando a su papá. La otra tenía meses de nacida cuando le hablaron por teléfono para exigirle varios millones de pesos a cambio de la vida de su esposo. “Como pudimos juntamos el dinero, no pudimos darles todo lo que nos pidieron, sí se juntó el dinero que acordamos para el rescate; pero él nunca volvió”.
Su esposo era del altiplano del país. Había comenzado como comerciante en Cosamaloapan. Iba y venía a esa región hasta que lo secuestraron. “Fuimos a Cosamaloapan porque nos dijeron habían encontrado siete cuerpos completos recientes y no restos; ya estaban identificados seis excepto uno”, explica. Mara lleva ocho meses desde que secuestraron a su marido buscándolo en cuanta fosa tiene noticia que aparece en territorio veracruzano.
“El miércoles volvimos a hablar porque estaba en todos los medios, al Ministerio Público, en el forense nos volvieron a repetir lo mismo, el jueves hablamos a la SEIDO, en México, nos comentaron que en Xalapa nos tenían que dar información, que ellos sólo son para delincuencia organizada, que sí tenían conocimiento de todo; pero Xalapa era el indicado para darnos información”, detalla la mujer.
El rescate fallido lo entregó en una capilla a La Santa Muerte. Casi un millón de pesos en efectivo. Una familia entera detenida de apellido Castro, afirma, se llevó a su esposo. Los secuestradores habían dado indicaciones hasta la frontera entre Veracruz y Oaxaca. En el Distrito Federal en lugar de intervenir sólo le han dado recomendaciones para alejarse de la región. “Sólo quiero el cuerpo de mi esposo, las autoridades federales solo me han dicho que tenga cuidado, porque los secuestros pueden ser de una banda llamada Las Brazas que aún no ha sido capturada del todo”.
Mara no quiere hablar de nombres. Tiene miedo. En estos días, en Xalapa, le ha dado largas una licenciada de apellido Rivas. No la han atendido porque están en juntas. “Volvimos a insistir el viernes y nos dijo que efectivamente eran 31cuerpos; pero que mejor el lunes nos atendía para que nos pudieran dar mayor información”.
Su hija la mayor va al psicólogo. Sostiene que no ha tenido palabras para decirle lo sucedido. Espera encontrar el cuerpo de su marido para que la herida cierre un poco. “He conocido muchas familias que están igual, pocas denuncian, no creemos en los elementos de seguridad, todos son corruptos” afirma, mientras insiste en que cuando secuestraron a su esposo y se pagó el rescate lo buscaron tres días sin descanso. “Cuerpo que se encontraba acudíamos, fuimos infinidad de veces a Xalapa, a México a Puebla ni un solo día dejamos de buscarlo ni de pensar en él, el lunes vamos a Xalapa a ver qué resultados tienen”.
El fin de semana Mara dejó Cosamaloapan. En su vía crucis para encontrar a su pareja. Sabe que son muchas familias en una situación similar a la suya. Está decepcionada de los Colectivos de Paz. De las autoridades. “Mi marido era gente buena , no un delincuente como dicen las autoridades”. Sus palabras son hondas. Hay impotencia y rencor en ellas.
Desconfía que el lunes, en seis horas si se confirma el ADN su marido, esté entre los muertos de las fosas de "El diamante". “Yo creo se quieren deshacer pronto de las evidencias. En otro país no lo harían y entregarían el cuerpo real; pero como estamos en México dudo que los resultados sean tan rápido aparte de correr el riesgo que nos entreguen otro cuerpo”.
Y tiene razones para desconfiar. Cuando pusieron la denuncia del secuestro de su esposo, tuvieron que hacerlo en Xalapa. En Cosamaloapan, señaló, era la corrupción total. En el municipio cuenqueño le hicieron a sus familiares pruebas; pero en meses no entregaron resultados de nada. Les dieron largas y nunca hubo más muestras. Parecía que querían cerrar el caso. Olvidarlo. Teme el cuerpo de su esposo no esté ahí. Aunque quisiera estuviera para descansar. También teme le den otro. Para comparar huellas, fotos, en su viaje a Xalapa no le pidieron nada.
La noche del lunes 23 de junio no llegó la paz que pedía Mara: “Nos tocó peregrinar por servicios periciales y no sé si es buena o mala noticia según sus informes entre los cuerpos que tiene no existe ninguno con las características de mi esposo”. Continuará su búsqueda por el estado veracruzano.
En los medios del estado, el Gobernador Javier Duarte continua hablando de “fosas atípicas” y que el crimen en Veracruz viene a la baja.
Antes de cerrar el día recuerdo la foto que Mara lleva entre sus cosas como un tesoro: su esposo, secuestrado, cargando a su hija de cuatro meses, con un epígrafre de su puño que enmudece todos los discursos. “Nunca imaginé que el 2013 sería el último día del padre juntos”.
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