Desde los inicios de la vacunación han surgido diversos rumores en torno a las reacciones adversas. Una de las dudas que han aparecido entre la población es si el hecho de no pasar por los efectos secundarios más comunes implica que la vacuna ha sido menos eficaz. Un experto explica a detalle por qué, independientemente de la reactogenicidad, las vacunas funcionan.
Madrid, 27 de mayo (Europa Press).- Esta pandemia nos está obligando a leer, pero sobre todo a aprender, sobre aspectos que probablemente en otro escenario no hubiéramos atendido, tales como las vacunas y sus efectos. Todos sabemos que la vacunación en España no es obligatoria. Siempre, quienes han querido, se han puesto las vacunas que tocaban, y han llevado a sus hijos al pediatra para cumplir con el calendario vacunal.
Quizás hasta ahora no era tan frecuente realizarse preguntas sobre por qué a una persona le da más reacción una vacuna que a otra, o bien el cerciorarnos de que si una vacuna nos da reacción es que “funciona”; cuando en realidad lo hacen den reacción o no. Sobre estas cuestiones preguntamos desde Europa Press a varios referentes en España en materia de vacunas.
El primero de ellos es el doctor Federico Martinon, pediatra e investigador clínico, y miembro del comité asesor de vacunas de la OMS, quien afirma que si una vacuna no da reacción esto no significa que no funcione. Sostiene que se trata de una duda que está surgiendo bastante estos días, así como un “concepto muy clásico que no se puede demostrar, ni descartar”, y que a día de hoy “representa una creencia popular que no tiene sustento científico”. Según precisa, no se ha visto que el hecho de que una vacuna dé reacción a una persona signifique que esa inyección haga más efecto en ella.
El también jefe del servicio de Pediatra del Hospital Clínico Universitario de Santiago, y coordinador del Centro de seguridad vacunal de la OMS en Santiago de Compostela, señala que depende de varios factores el que una vacuna dé o no reacción en una persona. “Dado que realmente todas las vacunas buscan estimular el sistema inmune, a la hora de hacerlo influyen múltiples factores como el tipo de vacuna, el tipo de antígeno, o el tipo de adyuvantes (sustancias que van en las vacunas para potenciar la estimulación del sistema inmune)”, aclara.
No obstante, el factor más importante a la hora de que produzca efectos secundarios una vacuna, según prosigue es el huésped, el receptor de la inyección, ya que no todas las personas somos iguales y no reaccionamos igual ante los fármacos, como es el caso de una vacuna.
“Para cualquier fármaco nuestra tolerancia es diferente. Que una vacuna dé o no reacción dependerá del tipo de vacuna que sea, hay algunas más reactogénicas (provocan más efectos secundarios) que otras. Se está viendo con las vacunas frente a la COVID una tasa de reactogenicidad mayor a la de otras a la que estamos acostumbrados, como la de la gripe y la del neumococo, con efectos leves o no, pero que son autolimitados, transitorios y benignos. Pero aún así, y aunque sean proporcionalmente más frecuentes en ellas las reacciones adversas, no todo el mundo las tiene, ni las tiene tan intensas”, agrega.
Otro factor que también influye, según describe el doctor Martinon, es la edad, y por ejemplo con las inyecciones frente a la COVID dice que se está viendo que cuanto mayor es la edad, menores son la tasa, la frecuencia y la intensidad de esos efectos molestos. A su vez, otro factor determinante sería el tipo de inyección, según apunta, así como la administración de la vacuna, la técnica aplicada; aparte de la predisposición de la persona y cuál sea su tolerancia al dolor y a las molestias.
“Hay personas que antes de vacunarse saben que le va a sentar mal porque están predispuestas. También puede ser determinante la experiencia previa de la persona ante vacunación; las circunstancias individuales de la persona, si está estresada o no. Como en cualquier medicación todos estos factores influyen en nuestra experiencia total, aunque indudablemente las vacunas pueden producir estas reacciones”, sostiene el pediatra.
En este punto, el doctor Martinon recuerda que la mayor parte de las reacciones de las vacunas son “predecibles y autolimitadas”, aparecen en las primeras horas o días después de la vacunación y, en realidad, son la consecuencia indeseada de una estimulación del sistema inmune. “Al final con una vacuna lo que haces es estimular de forma programada al sistema inmune de la persona para generar defensas potentes y específicas, para que cuando se encuentren con el germen de forma natural, tu cuerpo pueda enfrentarse a él. Esos mecanismos de estimulación del sistema inmune liberan una serie de sustancias que pueden generar esas molestias colaterales, y su intensidad depende de los factores que comentábamos”, agrega el experto en vacunas.
CADA PERSONA REACCIONA DE MANERA DIFERENTE
Por su parte, el jefe del servicio de Pediatría de Hospital Universitario General de Villalba (Collado Villalba, Madrid), el doctor Roi Piñeiro reconoce que es “relativamente común” escuchar estas conclusiones de que si una vacuna no da reacción es que igual no funciona, incluso entre el propio personal sanitario, si bien subraya que “lo cierto” es que no tienen ninguna base científica.
“La reacción de cada sistema inmunológico es diferente, también frente a las infecciones. Muchos individuos pasan una enfermedad de forma totalmente asintomática y no por ello quedan peor inmunizados. La respuesta individual tras la administración de una vacuna no nos sirve para determinar qué personas han quedado peor o mejor inmunizadas”, advierte.
Es más, subraya que puedes no tener ninguna reacción y que la respuesta inmunógena sea óptima o tener importantes efectos secundarios y que la vacunación no haya sido efectiva. Por poner un ejemplo, señala que en el caso específico de las vacunas de ARNm (Pfizer o Moderna) frente a la COVID-19, se han mostrado efectivas en más del 90 por ciento de los vacunados, pero el porcentaje de vacunados con efectos secundarios no llega al 50 por ciento.
En cuanto a si todas las fórmulas dan reacción, el experto en vacunas y asesor externo del Comité de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP) mantiene que “todo en la vida puede generar una reacción del sistema inmunológico, no solo las vacunas”. Dice que podemos comprobarlo, por ejemplo, con los fenómenos alérgicos: polen, alimentos, metales, cosméticos, conservantes; todos ellos productos que por sí solos no son perjudiciales para el ser humano pero que, en algunos individuos, sí producen una reacción.
“Vivimos expuestos a millones de alérgenos cada día. Nuestro sistema inmunitario será quien dicte si tendremos o no una reacción, sin que eso indique nada más que la personalidad o forma de ser de nuestras defensas. Por ello, los científicos insistimos en que el riesgo cero no existe, pero que la relación beneficio-riesgo de las vacunas es siempre muy favorable hacia el beneficio. Son los medicamentos más seguros que existen, y así debe ser, pues se administran generalmente a personas sanas”, insiste.
LAS VACUNAS SON SEGURAS
A su vez, el doctor Martinon, destaca que las vacunas, de todos los fármacos que empleamos, son “los más seguros” porque la farmacovigilancia es más intensa antes de su liberación al mercado, durante, y después, como dice que se ve con las vacunas frente a la COVID, “donde se aprecia una total transparencia y rapidez de reacción ante cualquier alerta de seguridad”.
En su opinión, cuando una vacuna llega al mercado ha superado una serie de requisitos científico-técnicos “muy estrictos”, y ningún producto hoy en el mercado está sometido a tantos controles. Por lo que el investigador clínico destaca que la población debe mantener una “tranquilidad absoluta”, frente a la seguridad y eficacia de las vacunas.
El doctor Piñeiro, por su parte, valora la seguridad de las vacunas, insistiendo en que, si están comercializadas es porque ha pasado suficientes ensayos clínicos para mostrar su seguridad y efectividad, y han sido aprobadas por diferentes agencias reguladoras de medicamentos, por ejemplo FDA (americana), EMA (europea), o la AEMPS (española). “Sin embargo, esto no es así con las pseudoterapias, menos temidas en general por la población pero mucho por los científicos, porque no hay estudios que hayan demostrado su seguridad ni tampoco su efectividad”, sentencia.
Mientras, Pablo Aldaz es médico de familia y portavoz del Grupo de Vacunas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC) y nos cuenta en una entrevista con Europa Press que el hecho de que una vacuna dé reacción tiene lugar porque el sistema inmune ha respondido “muy rápidamente” y “de forma abrupta” ante el fármaco. Habla de que suelen tratarse de reacciones leves, como fiebre, malestar, reacciones locales, probablemente en la zona de la punción, y poco más en las empleadas frente a la COVID.
“Pero el paciente que se ha vacunado y no registra efectos adversos también está inmunizado pero en este caso, probablemente la inmunización sea más lenta, en días; alcanzando en ambos casos una protección de la vacuna suficiente”, sostiene, al tiempo que recuerda que hay inyecciones que provocan más efectos adversos que otras, y menciona a la triple vírica en niños, producida a partir de virus atenuados, y una vacuna que generalmente da más síntomas que otras.