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Antonio Salgado Borge

27/05/2016 - 12:03 am

EPN 2.0: el ascenso del ciberpresidente

Alguien en el equipo de Enrique Peña Nieto finalmente parece haberle hecho consciente; los dos años que le restan como Presidente serán aún más complicados si no hace algo por acercarse aquellos sectores que, hasta hace apenas unos días, él y su partido habían venido despreciando.

Hasta ahora, la interacción del Presidente Enrique Peña Nieto con los mexicanos se había limitado a infomerciales y eventos perfectamente bien montados. Foto: Cuartoscuro
Hasta ahora, la interacción del Presidente Enrique Peña Nieto con los mexicanos se había limitado a infomerciales y eventos perfectamente bien montados. Foto: Cuartoscuro

Alguien en el equipo de Enrique Peña Nieto finalmente parece haberle hecho consciente; los dos años que le restan como Presidente serán aún más complicados si no hace algo por acercarse aquellos sectores que, hasta hace apenas unos días, él y su partido habían venido despreciando.

Durante su gestión como Gobernador en el Estado de México, y durante el tiempo que lleva en la Presidencia, Peña ha gobernado encapsulado por un campo de fuerza generado por su partido y por medios alineados. Su interacción con los mexicanos se ha limitado a infomerciales y eventos perfectamente bien montados donde todo, desde la primera de las mantas hasta el último de los asistentes, ha formado parte de una permanente escenografía. El trauma dejado por su vergonzosa experiencia en la Universidad Iberoamericana cerró la puerta a cualquier cosa distinta.

En su cuento Muerte constante más allá del amor, Gabriel García Márquez narró la historia de Onésimo Sánchez, un Senador que llega a hacer proselitismo a un pueblecito árido y miserable llamado Rosal del Virrey. Como suelen hacer la mayoría de los políticos mexicanos, Sánchez se dirigió a los asistentes a su mitin encarnado en una suerte profeta del progreso, disparando promesas y maiceando con sueños incumplibles. Este formato lo conocemos los mexicanos de sobra; sin embargo, algo muy especial ocurría en los mítines de este –ficticio- senador colombiano. Mientras éste hablaba, su equipo de campaña instalaba a espaldas de los habitantes de la comunidad fachadas de cartón con hermosas casas simuladas y árboles de utilería, que bloqueaban la vista de sus humildes casas. Así, cuando Sánchez terminaba sus discursos y los asistentes giraban para volver sobre sus pasos, el pueblo se había transformando “mágicamente” en un lugar aparentemente tan bello como el que el senador prometió, aunque tan real como el set de una película.

Desde hace décadas, el respaldo de su “estructura” partidista y la televisión abierta han sido para los presidentes mexicanos lo que los asistentes y la utilería fueron para Onésimo Sánchez. Por muchos años esta fórmula fue notablemente exitosa –sin duda fue Carlos Salinas quien la perfeccionó-; pero, como es bien sabido, gracias a la creciente penetración de internet, la televisión resulta cada día menos efectiva. La crisis económica de las televisoras, su búsqueda de nuevos mercados y hasta el eventual reemplazo de un representativo vestigio de los viejos modos como Joaquín López-Dóriga, por una figura más joven -y quizás mucho más creíble- que pueda conectar con otras audiencias, son todas muestras de que incluso el duopolio se ha visto forzado a prepararse para nuevos tipos de audiencia.

Gracias a internet y a los nuevos medios independientes, un buen porcentaje de los asistentes a actos públicos de nuestros políticos son claramente identificables como piezas en una escenografía. ¿Cuántos mexicanos habrán acudido a un evento de Peña-gobernador, Peña-candidato o Peña-presidente genuinamente interesados en escuchar su mensaje, sin ser acarreados o sin esperar una torta o un contrato? ¿Cuántos políticos pueden atraer simpatizantes que genuinamente suscriban sus ideas o que quieran conocer sus proyectos?

Conocedor como pocos de la relación entre político-telecomunicaciones, en su libro La caída del Telepresidente (Grijabo, 2015) el periodista Jenaro Villamil da cuenta de diversos síntomas –desde #Yosoy132 hasta Ayotzinapa- que evidencian el desgaste y eventual caducidad del maridaje presidencia-televisión abierta en México. La tesis de Villamil es que Enrique Peña Nieto, el más acabado producto de este matrimonio, es paradójicamente el último presidente que habrá llegado y que logrará sostenerse gracias a este. Uno podría pensar que, a falta de dos años, no tendría sentido para Peña cambiar de estrategia; pero los cálculos de Los Pinos parecen haber llevado a la conclusión de que, dado el altísimo rechazo al Presidente, es mejor no seguir arriesgando y empezar la transición inmediatamente.

Sea producto de una estrategia electoral, o una mera forma de supervivencia, el Presidente se ha movido de su zona de confort; y si lo ha hecho es porque verdaderamente no le quedaba más remedio. Así, este año hemos visto surgir a “EPN 2.0”; un Presidente que ha empezado a alternar las formas tradicionales priistas con estrategias para llegar a los sectores de la población que más lo han criticado; un Presidente que pertenece a otra época y que sigue siendo funcionalmente analógico, pero que empieza a intentar mostrar algunos visos digitales. Como es bien sabido Peña ha iniciado su intento de actualización tomando como banderas causas a las que históricamente se había opuesto, e incluso transmitió a través del portal de la Presidencia un encuentro con jóvenes que son influyentes para su generación a través de internet. Como era de esperarse, el Presidente luce tan cómodo y casual en sus nuevos zapatos como un pez montando bicicleta.

Este cambio nos anuncia lo que está por venir. Para llegar al poder, y para lograr mantenerse cerca de sus gobernados, el próximo Presidente deberá ser un anfibio de origen. El caso de Bernie Sanders en Estados Unidos nos demuestra lo que una buena estrategia en internet puede representar para un candidato. Sin embargo, no se trata sólo de presencia y de una buena campaña; parte fundamental del éxito de Sanders, un hombre de 74 años, se debe a que es percibido, en especial por los estadounidenses más jóvenes, como el candidato más auténtico y congruente. Y es justamente este el pie del que cojean Margarita Zavala, Osorio Chong, Moreno Valle, Aurelio Nuño, Miguel Ángel Mancera y AMLO -particularmente a partir de la llegada de Morena al poder- entre muchos otros. Sus equipos de campaña podrán realizar malabares para hacerlos presentes en las redes, pero esto no asegura que sus discursos serán creídos por sus destinatarios.

Es verdad que México está lleno de Rosales de Virrey aislados y con carencias injustificables; es muy probable que la fórmula de las fachadas de cartón sea sostenible por más tiempo en estos lugares. También es cierto que un porcentaje importante de la población termina votando acarreado o coaccionado. Pero los Rosales de Virrey podrían ya no ser suficientes para construir un presidente y la persistencia de la compra de votos no significa que quienes se ven obligados a venderlos se dediquen el resto del año a aplaudir al gobernante que se les ha impuesto.

Los mítines como representaciones teatrales y los discursos retóricos han comenzado mostrarse estériles debido a que, siendo conocida, la realidad ya no alcanza taparse con fachadas de cartón. Pero, sobre todo, esta fórmula se ha vuelto indignante porque cada día son más los mexicanos asqueados o colerizados porque no sólo alcanzan a ver las cosas como son, sino que pueden identificar con claridad a los descarados utileros que intentan cubrirlas a sus espaldas.

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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