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Tomás Calvillo Unna

27/04/2016 - 12:01 am

Néstor de Buen, la generosidad sin aspavientos

En las tribunas se comienzan a encender las antorchas, está lleno el estadio. Debajo del palomar miles no dejan de gritar: ¡Pumas!, ¡Pumas!, y el histórico “Goya” resuena ya en la avenida Insurgentes.

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Las recetas de mamá y los dibujos de papá, de Leonor Unna de Buen. Foto: Néstor de Buen Lozano

Para la Nona, Néstor, Carlos, Jorge,
Fernando, Claudia, Leonor y Ana.

El que se va se lleva su memoria,
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.
Rosario Castellanos.

En las tribunas se comienzan a encender las antorchas, está lleno el estadio. Debajo del palomar miles no dejan de gritar: ¡Pumas!, ¡Pumas!, y el histórico “Goya” resuena ya en la avenida Insurgentes. Del otro lado del campo pintado con sus cien yardas, el silencio domina. Néstor de Buen Lozano nos acompaña, son los años sesenta.

Universitario puro de la UNAM, abogado puro, es decir, no político; socialista, ateo, defensor de los derechos obreros, padre de familia y un excelente tío que nos dejó como un tesoro esos años, donde compartió las horas y días de descanso; no sólo con su prole sino también con la de sus hermanos y cuñados, y con todos los que se sumaban del lado del exilio español o de la tierra que lo acogió y a la que entregó su vida, trabajo y múltiples talentos.

Esa prole de los fines de semana y las vacaciones en Cuautla o Temixco, a la que proveía de todo lo necesario para disfrutar la infancia y adolescencia creativamente, con deportes y días de campo, y sobre todo con una generosidad sin fisuras. Generosidad permanente al paso del tiempo, sin discursos, cargada de una libertad que heredó de la España derrotada por el fascismo, libertad de saber vivir el día a día con la disciplina del trabajo y el espíritu lúdico de su juventud, que tradujo en sus dibujos que ilustraron las recetas de cocina para enamorar a Leonor quién sería su esposa hasta su partida.

En la memoria perdura su recio carácter y su risa franca, pero sobre todo su tacto de estar ahí, apoyando, acompañando, ayudando sin abrumar, incluso retrayendo su presencia en esa vida donde la familia no era sólo la nuclear, sino la de una prole extensa que incluía a los vecinos de la colonia.

Afamado abogado, maestro y escritor, llevo las ganas inmensas por vivir, por estar presente en los asuntos del mundo, como si aquel pasado de la república derrotada y del exilio al inicio de su temprana adolescencia, fueran la condición de un compromiso íntimo por edificar un mundo diferente más libre y justo, más solidario y digno.

Su trabajo intelectual tiene esas raíces, mismas que logró expresar en su profesión, que construyó el devenir de los suyos, los más cercanos, esposa e hijos, en una casa, en un hogar, cuyas puertas se mantuvieron abiertas para aquellos que en diferentes periodos reunían ahí sus afectos y quehaceres.

Foto: Néstor de Buen Lozano
Foto: Néstor de Buen Lozano
Foto: Néstor de Buen Lozano
Foto: Néstor de Buen Lozano
Foto: Néstor de Buen Lozano
Foto: Néstor de Buen Lozano

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