INVITADO | Diego Martínez Ulanosky, un cineasta que escribe, un escritor que filma

27/02/2016 - 12:01 am
Una vida dedicada al cine, que no a las palomitas...Foto: Shutterstock
Una vida dedicada al cine, que no a las palomitas…Foto: Shutterstock

Este fin de semana, cuando hablaremos de cine como si fuéramos expertos y jugaremos nuestra quiniela a los Oscar ostentando un fervor inusitado por el muy de moda Leonardo DiCaprio, constituye una excelente oportunidad para hablar de cine o hacer que hablen de cine los que saben y lo padecen

Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).- Hacer cine en México es un dilema. Ser comercial o ser de festival. Esa es la cuestión. Tanto el público que llena las salas como el grupo reducido de festivaleros que levanta el pulgar para definir quién es un verdadero cineasta, insiste en dividir las aguas del séptimo arte, cuando al final terminan limitándolo.

Los productores de cine insisten en calcar fórmulas para uno u otro lado. Si quieren hacer una película comercial, como es muy difícil competir con los efectos especiales y con la animación de mega estudios americanos, suelen escoger comedias románticas con bajos valores de producción en las que puedan recuperar algo de la inversión con lo que obtengan de la taquilla.

Si quieren hacer un filme “de arte”, como erróneamente lo llaman, muchas veces imitan a otros directores, apuestan por fórmulas ya probadas y la mirada auténtica de un verdadero cineasta es cada vez más difícil de encontrar, porque hay muy pocos espacios para exhibirlas y un público cada vez más atestado de entretenimiento que ve cada vez menos cine de autor.

Tal vez la democratización de los medios y canales de exhibición logre llegar a un mundo cada vez mayor de público con contenido diferente. Foto: Cortesía
Tal vez la democratización de los medios y canales de exhibición logre llegar a un mundo cada vez mayor de público con contenido diferente. Foto: Cortesía

La única manera de financiar cine pareciera ir por la vía de los estímulos fiscales o de los fondos destinados para este fin. La ley 189 permite a una empresa destinar el 10% del impuesto a las ganancias a hacer cine. Entonces los productores consiguen una empresa, arman una carpeta y esperan durante meses la respuesta de un jurado de expertos para ver si les permiten hacer una película, que podrá ser financiada hasta el 80 por ciento por esta vía.

Una vez realizada, la película espera con ansias ser estrenada; pero ahí está surge un problema aún más grande: la distribución. Las grandes cadenas en general apuestan a las fórmulas ya probadas, priorizando los estrenos “importados” o las comedias románticas con malas actuaciones y argumentos poco profundos.

Y grandes películas, tal vez por falta de publicidad o por un público poco acostumbrado a ver otro tipo de cine, se estrenan un fin de semana y a duras penas pueden mantenerse en exhibición (o en horarios centrales).

El resultado de este proceso es que muchos productores hacen películas que al final quedan enlatadas. Algunas recorren el mundo y son aplaudidas por la crítica especializada, pero no pasan de ahí. Y para que las estrenen algunos hacen pactos muy poco convenientes con grandes distribuidoras que se quedan con la mayor parte del pastel y al final no reciben casi nada.

Esta es la razón por la que el mercado cinematográfico en México es casi una ilusión. El público no apuesta por el cine local, las salas no apuestan por el cine de calidad, los productores no tienen incentivos para que las películas sean estrenadas, y las nuevas voces son cada vez menos escuchadas.

El círculo vicioso vuelve a comenzar. El público solo recibe cierto tipo de películas y no apuesta por ver otro cine, entonces las salas no apuestan por el cine de calidad. Y al final hay poco espacio para el surgimiento de grandes realizadores, porque aunque puedan ser geniales, la gente no los ve.

Además, la experiencia de ir a una sala de cine, ese momento único cuando se apaga la luz y te dispones durante una hora y media a vivir en la piel de personajes, a explorar mundos, a sentir emociones complejas, al lado de gente desconocida que están viviendo lo mismo que tú pero que tal vez nunca vas a conocer, es una experiencia única que ha ido perdiendo adeptos gracias a la proliferación de aplicaciones como Netflix, de la piratería internética que permite ver un estreno a veces antes de que salga en las mismas salas.

Hay tanta oferta de entretenimiento hoy que las salas de cine peligran. Entonces las grandes cadenas tienen aún menos incentivos para exhibirlas. Y aunque hay algunas salas, como la Cineteca o el Cine Tonalá y algunas aplicaciones como Mubi que apuestan al cine de calidad, son dirigidas a fragmentos del mercado muy pequeños. Pero tal vez, en vez de ser una limitante, esta realidad podría ser una oportunidad. Tal vez el error sea seguir midiendo el éxito de una película por la asistencia a las salas.

Lo difícil de las películas es exhibirlas. Que las salas las mantengan en cartel. Que el público vaya a verlas. Foto: Cortesía
Lo difícil de las películas es exhibirlas. Que las salas las mantengan en cartel. Que el público vaya a verlas. Foto: Cortesía

LOS FESTIVALES DE CINE EN MÉXICO

Dentro de este caos, hay una cantidad enorme de festivales de cine en el país (Morelia, Guadalajara, Los Cabos, Distrital, Ficunam, Ribiera Maya, Ambulante, por mencionar solo algunos). Entonces los realizadores siguen encontrando espacios, aunque sean a veces fugaces, para mostrar el resultado de su visión. Pero hasta en esos lugares a veces las voces son muy repetitivas y pocos llaman la atención.

En definitiva, hacer cine no es lo difícil. Porque existe Eficine, existe Foprocine, existe la tecnología que permite hacer una película hasta con un iPhone (recomiendo ver Tangerine, que se estrenó en el Festival de Sundance y fue grabada íntegramente con un iphone 5s).

Lo difícil de las películas es exhibirlas. Que las salas las mantengan en cartel. Que el público vaya a verlas. Que las distribuidoras no se coman todo el pastel. Pero los realizadores tienen nuevos medios para llegar a un público. Así como la televisión cede terreno al consumo de entretenimiento on demand (Netflix es sólo un ejemplo que gana cada vez más terreno), las salas de cine también ceden terreno a medios alternativos menos monopolizados.

Lo importante es encontrar la manera de que más gente los vea. Porque no creo que ningún realizador haga cine para verlo con su familia y nada más. Muchos lo hacen para expresar una visión, o al menos para entretener. Tal vez la democratización de los medios y canales de exhibición logre llegar a un mundo cada vez mayor de público con contenido diferente. Y a partir de eso las salas tengan necesidad de darles otro tipo de contenido.

Alguna vez el cine fue concebido solo para las salas. Pero en 2015 se hicieron 140 películas nacionales y las fueron a ver 6 millones menos de personas a salas de cine. Sería una lástima que tantas películas se quedaran sin ser vistas.

Definitivamente el cine, como todo el entretenimiento en este mundo invadido de millenials con ADD, está cambiando. Hay muchas maneras de llegar a la audiencia. Lo importante, como realizador, es resaltar y buscar una voz propia. No imitar fórmulas porque ahí están. Y dejar de lado esa visión obsoleta de que el cine de calidad no puede ser comercial. Porque lo único que genera esa grieta es limitar.

Grandes talentos como Alonso Ruizpalacios con Güeros, como Julio Hernández Cordón con Te prometo anarquía, deberían llegar a más gente. A un público pensante y exigente que aún no tuvo la suerte de conocerlos pero que ahí está. Y que tal vez no va al cine porque lo único que hay en su sala cercana es Star Wars. Y no porque sea mala, sino porque ya la vio.

Quién es Diego Martínez Ulanosky: Nació en Buenos Aires en 1977 y vive en México desde 2002. Es cineasta, escritor y productor de TV. Antes de dedicarse a su pasión por el cine y la literatura estudió Relaciones Internacionales, probó ser creativo publicitario, vivió un tiempo en Escocia, dirigió la revista Dr. Jekyll & Mr. Hyde, dio clases en escuelas indígenas del sur de Argentina, fue fotógrafo y actor de obras de teatro independientes. Trabajó durante cinco años en MTV, produciendo y dirigiendo programas sobre música. En 2009 fundó Caponeto, productora de contenidos que realiza series de TV y digitales, documentales, videos de arte, cine y teatro. Produjo series como Soy tu Fan, Un día en la vida, Joystickeros, Instinto Asesino y Gud Nite. Como escritor participó en antologías de cuentos como Cerati Siempre seremos prófugos y Café Tacuba, escribió artículos sobre política y cine en revistas y actualmente termina su primera novela.

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