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Tomás Calvillo Unna

26/12/2018 - 12:03 am

La enseñanza de diciembre

Encendidas llamas del maguey
punzantes elixires en las sienes,
descubren los pasajes de la noche,
y como un espejo en ella
parpadean sus verdes estrellas.

Fotografía tomada por Tomás Calvillo Unna.

La hoguera
en el vientre
de la Virgen,
es lo más infinito.

Su viento cruza los siglos,
ondea rojizo
entre bosques de encinos
y se adhiere a las espinas
del desierto.
Es el fuego de la Rosa
entre las infatigables nubes
que se arremolinan
sobre la carne viva.

Encendidas llamas del maguey
punzantes elixires en las sienes,
descubren los pasajes de la noche,
y como un espejo en ella
parpadean sus verdes estrellas.

El soplo de la Luz
eterna la consume,
en la madrugada
que despeja y asiste
la devoción del vitral
y la espera.

Una vasija de vidrio
todo cuerpo alumbrado;
a orillas del amanecer
en su premura,
el regalo de su halo.

Ella en su pasión de Ser
nos enaltece y abriga.

El cuchillo de la vida
con su luminoso filo
corta una vez y otra
este cordón que se desgaja.
Las huellas de nuestra orfandad
interrogan,
¿cuándo nos separamos?,
¿por qué nos separamos?

La quemadura del tiempo
que nos afirma
en tu aroma presentido
es la promesa del silencio;
tan tuya,
incomprensible dulzura
que nos enamora.

Un presagio,
el palpitar de tu sangre,
ese hilo rubí
que ya es río.
El carmesí impregnado de oro
puntadas
que tejen antiguas ambiciones,
cenizas que sacudes.

Amada nuestra
el secreto de tu vientre
tiene un nombre:
Resurrección.

Sólo esta agua tuya
apaga nuestra sed;
fértil
en la tierra incandescente
al pisar tus pies
serpientes y dragones,
pesadillas y sueños nuestros
que se desprenden
de tu ingrávida sonrisa.

Eres el perfil que aleja
dudas y sombras.
La media luna
en su ir y venir,
su vaivén, el balance
que el bravo mar sostiene.

Tu danza interior,
la de tus llamas
¡qué pureza!
esta orquídea
que nos entregas.

Ahora entiendo el sentido
de mi propia ofrenda.
Heme aquí admirándote.
Presencia de amor,
sabiduría
al descifrar la semilla.

Tu fortaleza es mi inmersión,
sin aspavientos,
así en tu airado estar
acompañando a quien te mira
y sabe callar.

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