ENTREVISTA | “Los terroristas son criminales, no terroristas”, dice Maruan Soto Antaki

26/08/2017 - 12:04 am

Maruan Soto Antaki se define como alguien que escribe. Ensayos o novelas, la preocupación por Medio Oriente es su base y a partir de allí establece su filosofía, sobre el pasado, el presente y el futuro. En esta nota habla de su novela, El jardín del honor y de su impresión acerca de los recientes atentados en Barcelona.

Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).- Maruan Soto Antaki vive entre Siria y México y toda su formación estuvo rodeado por la política, por esos temas tan de Medio Oriente que hoy se confunden con Occidente y con todo lo que podemos más o menos entender del mundo.

Dice que a los terroristas hay que llamarlos criminales y que para entender los problemas hay que usar el lenguaje, la cultura, el arte. No es con la economía que vamos a comprender algo, dice el que también es optimista. “Hasta para los hechos de racismo que vivimos recientemente en Charlottesville, Virginia, podemos verlos mejor, analizarlos mejor, que en los Estados Unidos de 1940”, afirma.

Que los teóricos y analistas lean novelas, es lo que predica Soto Antaki y él ha escrito una, El jardín del honor, cuando presentaba también Pensar Medio Oriente. Ambos libros buscan respuestas y tal vez formular otro tipo de preguntas, cuestionamientos que nos lleven a cambiar algo de lo que hoy se libra en el planeta.

Los conflictos son elásticos y no puede pensarse como en molde, dice al referirse a los ataques recientes en Barcelona.

Maruan es ensayista y novelista. Nació en la Ciudad de México en 1976. Es autor de las novelas Casa Damasco (Alfaguara 2013), La carta del verdugo (Alfaguara, 2014), Clandestino (Alfaguara, 2015) y de los ensayos Reserva del vacío. Ensayo sobre la muerte como invención literaria (Taurus, 2015) y Pensar Medio Oriente (Taurus, 2016). Colabora con distintos medios nacionales e internacionales, donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, religión y filosofía.

–¿Cómo te va con la novela El jardín del honor, que salió a finales del año pasado?

–No me puedo quejar. Es un poco chistoso, porque estaba un poco nervioso porque salió en el mismo año que Pensar Medio Oriente. Y ya había hecho eso el año anterior, igual me estaba pisando los pies a mí mismo, pero la verdad es que me fue y me va muy bien. Esa fortuna me ha servido no sólo para la alegría porque le va bien al libro, sino también porque me ha permitido acercarme a cierto tipo de temas que está en todo mi trabajo, desde otra perspectiva. Más allá de la historia, que por fin es la más personal que he manejado en la ficción, vuelvo a acercarme a los temas familiares, a los asuntos de la migración, a Medio Oriente, y después de pensar en lo violentísimo que es para mí tratar el tema de la Guerra en Siria, acercarme desde otra perspectiva a lo que es México y Medio Oriente, es la novela en la que me siento menos incómodo.

–Al principio hablas de la unión de las dos religiones, ¿verdad?

–Sí, sobre todo hablo del Cisma de la religión y hablo mucho de esos vasos comunicantes entre los dos espacios, que por otro lado había estado en todos mis libros. Podría decir que es la primera novela que no detesto.

–Este asunto de los atentados pro-islámicos parece ser un asunto moderno, más allá de las diferencias religiosas

–Sí, más allá de las diferencias religiosas, lo importante era lo que detonaba, que era hablar de todo lo que me interesaba. Mi mayor punto no era la ciudad de Antioquia, ni la pérdida de la joya, ni Bizancio, todos estamos hechos de pérdidas y por otro lado tratar de hacer el manual del buen mentiroso. Un poco para tener un ejercicio que me interesaba mucho sobre todo después durante todo el año pendiente del ensayo y del análisis. Tratar de que esto que hace uno a la hora de escribir, es decir, contar una mentira, aunque yo no estoy muy convencido de que la ficción narre una mentira sino que construye una verdad. Que este mismo ejercicio al que uno está comprometido cuando decide escribir ficción sea el idéntico ejercicio del personaje para poder contar su propia historia.

­–El jardín del honor y Pensar Medio Oriente están escritos por la misma persona, ¿a qué conclusión llegaste a fin de año, cuando editaste los dos?

–La única conclusión que saco, viniendo de una persona que se dedica a escribir libros, es que sale la voz en relación con los temas que al autor le interesan. Quizás con El jardín del honor es una novela que tiene mucho en tono de ensayo, me di cuenta al terminar el libro; tal vez tenga que ver con los libros que he leído para los dos, por ejemplo Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, de Robert Pirsig, que lo que menos importaba era la motocicleta sino todo lo que pensaba el autor. Cuando estamos esperando aquí, no estamos pensando en el sofá, sino en algo que nos detonó el sofá. Y es eso lo que me interesaba en El jardín del honor y a lo mejor es el momento en que me encuentro; siento que los temas tienen más que ver con las cosas pequeñitas que se detonan. Las cosas pequeñitas detonan esos grandes temas, que puede ser la filosofía, la moral, el mal. Porque al final este tipo que protagoniza la novela es un tipo rotundamente malo, pero también el personaje de Casa Damasco era malo y de La carta del verdugo, también. Eran personajes malos que creían que estaban haciendo el bien, pero el mal de El jardín del honor está consciente de que está siendo malo.

Dice que a los terroristas hay que llamarlos criminales y que para entender los problemas hay que usar el lenguaje, la cultura, el arte. Foto: SinEmbargo

–Bueno, está también el mal por el mal, lo que uno hace porque a uno le nace

–Pero el mal por el mal puede tratarlo Nir Baram, que acabo de estar con él, yo lo que quería era un hijo de puta que sí sabe lo que es ser hijo de puta. No puede andar por la calle siendo un bribón, sino que eres realmente un seductor. No está pensando como pasaba en otras novelas que está haciendo bien las cosas, sino que es un tipo totalmente consciente de que es un hijo de puta y para poder seguir siéndolo tiene que ser encantador.

–Tú dices que El jardín del honor es la única novela que no detestas, pero sin embargo Casa Damasco tuvo una gran aceptación y las que vinieron después, también…

–Todavía tengo que explicar Casa Damasco, sigo teniendo que presentar, algo que detesto. Se agarró en varias universidades para explicar el conflicto con Medio Oriente, pero uno no necesariamente uno se acuerda de lo que escribió hace 10 años.

–Bueno, Bellatin decía eso la semana pasada

–Sí, te iba a decir eso. Cuando te dice el lector, de ese personaje y tú piensas, ¿de qué me habla?…Lo que me pasó justo en una universidad, hace poco, es que tuve que agarrar el libro, mientras me estaban haciendo una pregunta, ah, ya sé, ya sabía de lo que me estaban hablando. A la hora de que uno acaba el libro, va encontrando nuevas cosas de lo que escribió y a veces no son buenas cosas lo que uno escribió. Uno va aprendiendo mucho, agarré un ritmo muy rápido y terminó siendo una paliza para mí mismo, porque al mismo tiempo te vas dando cuenta de los errores que vas haciendo.

–¿Qué piensas de los conflictos con Medio Oriente? ¿Podremos definir hoy las fronteras?

–No, para nada. Sale ahora Pensar México y el próximo año sacaremos Pensar Occidente. Cuando hablamos de México hablamos totalmente de Occidente. No somos Bruselas ni Londres, eso es claro, pero cuando hablamos de democracia, de derechos civiles, estamos hablando de democracia, pero también cuando hablamos de primaveras árabes, que tan mal terminó todo, estamos hablando de Occidente. Cuando estamos hablando del valor de votar para las mujeres en Arabia Saudita estamos hablando de valores occidentales. Cuando estamos hablando de que hay comunidades en Barcelona que tratan de integrarse, provenientes de África del Norte, hablamos de la mezcla en que los dos mundos se encuentran. Afganistán, por ejemplo, no tiene nada de medio oriental y medio oriental es cómo el mundo tiene que ver estos problemas. Pasa con India, no es medio oriental, pero tiene partes de su territorio que se parece más al Líbano, increíblemente occidental. En ese sentido, Occidente debe revisar sus principios porque hay muchos terroristas que en su suelo, siendo occidentales, luchan por países extranjeros.

–¿No se puede hacer un análisis desde el punto de vista económico?

–No. El análisis debe ser desde el punto de vista del lenguaje, desde el punto de vista cultural. Creo que eso no es lo que hemos entendido, con respecto a Medio Oriente que no funciona, es la incapacidad de distinguir los aspectos religiosos y políticos de la sociedad civil de cada país. Todos los regímenes autoritarios trabajan con la Iglesia. Los analistas no leen una pinche novela. Siempre trato de decir a los estudiantes que los economistas no pueden explicar Rusia a fines del siglo XIX, como sí lo explica Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoyevski. Vuelvo a sacar a Nir Baram: queremos entender a las nuevas generaciones, no nos va a servir tanto agarrar a Gilles Lipovetsky sino basarnos en La sombra del mundo. Para entender la Guerra de Siria, nos puede servir mucho más Brújula, de Mathias Enard, Premio Goncourt 2015, un musicólogo que explica el tema del Medio Oriente.

–¿Barcelona es el lugar clave donde se reúnen los terroristas?

–Sí, lo es. Barcelona y Bruselas son depósitos; el cinturón del centro de Barcelona tuvo un abandono total y allí se permitió que se formaran comunidades al estilo gueto, donde hubo una serie de criminales que encontraron bajo los mismos guetos a gente con miedo, porque a los terroristas hay que tomarlo como criminales, no son otra cosa. Se lograron establecer células ahí, que ni siquiera estaban entrenadas en Medio Oriente, son chicos europeos que terminan haciendo barbaridad y media. Todos estos conflictos tratemos de situarlos a partir de 2011, con las primaveras árabes. Uno en el que sucede en Mosul, en Alepo, otro el que sucede luego de Estambul, no hemos prestado atención para darnos cuenta de que no son conflictos estáticos. Son conflictos elásticos y en un principio cuando hablábamos de Charlie Hebdo podíamos referirnos a los modelos republicanos franceses, atentar contra un modelo de vida, pero a estas alturas tenemos que pensar que si eso estuvo es por la capacidad y la existencia de criminales sólo por ser criminales. Pasó también lo mismo con ETA. Cuando empezaron podía uno ver el ánimo de reivindicación del País Vasco, pero cuando terminaron eran mercenarios, criminales, una pandilla donde el euskera tenía un pensamiento totalmente distinto. Estos chicos que están agarrando los coches, las bombas, son delincuentes, criminales, antes que cualquier otra cosa. Antes de hablar de la resistencia medioriental ante la imposición de Occidente y demás, se transformaron en criminales.

­–¿Qué dirías para el futuro?

–Si nos vamos para este lado del mundo y pensamos en Virginia, la verdad es que no estamos más descompuestos que otras veces. Estamos un poco mejor que antes. Si en los 40 tenías una cosa como la que salió en Virginia, no íbamos a tener la respuesta que se tiene hoy. En los atentados terroristas de la gente de Muamar el Gadafi, Septiembre Negro, todas esas cosas, no teníamos la respuesta de la gente que hemos visto en estos días por Barcelona. Para evitar la marcha de los racistas en Virginia, ni a la cantidad de musulmanes en Barcelona diciendo “El Islam no es esto”.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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