Antonio Salgado Borge
26/08/2016 - 12:01 am
El Madrazo de la tesis
La exposición de la tesis del Presidente constituye, de facto, un auténtico “momento Madrazo”.
En 2007, Roberto Madrazo Pintado, ex Gobernador de Tabasco, ex candidato presidencial del PRI y ex presidente de ese partido, cruzó la meta del maratón de Berlín como primer lugar en su categoría. Una semana después, el comité organizador del evento decidió descalificar oficialmente al mexicano.
Y es que Roberto Madrazo no sólo fue el más rápido de todos los competidores de entre 55 y 59 años. ¡Madrazo hizo pedazos el récord mundial de esa categoría! También redujo su propio tiempo personal en una hora; es decir, recorrió el mismo número de kilómetros en 30 por ciento menos tiempo. Probablemente motivados por todo lo anterior, los organizadores del maratón investigaron cómo pudo lograr tal hazaña. Y lo que descubrieron fue que el chip GPS que llevaba en los zapatos el priista “desapareció” por 15 km durante la competencia, y que “reapareció”, minutos después, cuando el competidor se encontraba a escasos 7 km de la meta. Cabe señalar que el tramo no registrado fue recorrido por Madrazo más rápidamente que el entonces campeón mundial vigente.
Una vez exhibido, burlado y criticado a nivel internacional, Madrazo quiso limpiar su imagen en México afirmando que los ataques en su contra obedecían a motivos políticos. También dijo que factores de salud, en combinación con su gran espíritu deportivo, le llevaron a emplear un atajo con tal de terminar la competencia. Sin embargo, nunca explicó por qué cruzó la meta con los brazos levantados en señal de victoria, ni por qué no reportó directamente su situación al comité organizador en lugar de esperar una semana para ser descalificado oficialmente por el mismo. De cualquier forma, en vista de la claridad de las evidencias, probablemente ninguna justificación hubiera resultado suficiente. La condena al ex candidato presidencial fue sonora y unánime: “Roberto Madrazo es un tramposo”.
El pasado domingo, la periodista Carmen Aristegui dio a conocer que Enrique Peña Nieto cometió una serie de plagios en su tesis de licenciatura. Sin embargo, sorprendentemente las críticas al Presidente no han sido tan severas como las recibidas por Madrazo en 2007.
Es complicado entender que incluso personas que se dedican a la docencia puedan ver con indiferencia que el Presidente de nuestro país haya plagiado parte de su tesis. Hay, incluso, un sector que asegura que la falta académica de Peña Nieto no debería ser considerada una verdadera trampa, sino una anécdota sin relevancia equiparable con alguna travesura infantil -como pintar con un crayón la pared de un salón en preprimaria-.
Me parece que, dado el paralelismo entre ambos eventos, el caso de Madrazo es un buen punto de partida para probar cómo al asumir una postura tolerante o indiferente se puede perder de vista algunas consideraciones fundamentales. Y es que si se considera que Madrazo hizo trampa, y que mereció ser descalificado, también se tendría que admitir que Peña hizo trampa y que merece ser sancionado. Al igual que Roberto Madrazo, el hoy Presidente se brincó parte de un recorrido reglamentario -casualmente 30 por ciento del trayecto- con el fin de llegar antes a una meta. Como Madrazo, el joven Peña Nieto rompió silenciosamente las reglas con el fin de obtener el título expedido por una institución respetable, en este caso la Universidad Panamericana.
También puede olvidarse que un evento de esta naturaleza necesariamente afecta a terceros. Quienes toman un atajo cometen una injusticia contra todos los que se esfuerzan y siguen las reglas institucionales. Lo que es peor, tomar la producción intelectual de otros sin darles el crédito correspondiente constituye una forma de robo, del mismo modo que tomar un bien material de otra persona sin su consentimiento lo es. En este sentido, las evidencias presentadas por Aristegui no dejan lugar a dudas; pero si queremos la confirmación de primera mano de uno de los afectados basta con leer la lúcida opinión de Enrique Krauze sobre el tema en la página de internet de la revista Letras Libres.
Por otra parte, si bien se puede argumentar que no es la primera vez que se acusa a Peña Nieto de hacer trampa -la corrupción, recordemos, es una forma de trampa-, la forma en que se tejieron las historias de la “casa blanca” o el departamento en Miami permitió al presidente apoyarse en terceros o en excusas legaloides. El caso de la tesis del Presidente se diferencia en un aspecto esencial de los anteriores escándalos: en esta ocasión no quedaría espacio para dudas de que fue el propio Peña quien directamente realizó la acción ilegal. La responsabilidad no sería menor si llegara a comprobarse la interesante hipótesis planteada por Eduardo Huchim (Reforma, 24/08/2016) de que el Presidente no escribió su tesis sino que la encargó a un tercero.
Pero me parece que el punto más delicado es que las pruebas de que nuestro Presidente engañó a su universidad deberían, cuando menos, llevarnos a cuestionar seriamente si es más probable que se trate de una filosofía de vida que de un hecho aislado. En vista de las circunstancias al Presiente le hubiera quedado, como último recurso, apelar a su juventud –aunque era mayor de edad cuando ocurrieron los hechos-; es decir, explicar a la opinión pública que la falta cometida se trata de un error juvenil del que se encuentra profundamente arrepentido. Pero no hubo espacio para contriciones. En lugar de aprovechar esta oportunidad para asumir las consecuencias de lo hecho en el pasado, el Presidente optó por multiplicar el alcance de su intención original tratando de engañar sobre su anterior engaño. De esta forma, los párrafos plagiados fueron excusados por su vocero como simples “errores de estilo”. (Es fácil imaginar a miles de estudiantes universitarios empleando el mismo argumento cuando lleguen las entregas de final de semestre).
Finalmente, las críticas a Carmen Aristegui por la nota publicada ayudan a quienes intentan desviar la atención de las implicaciones del hecho revelado. Si bien el tono empleado por la periodista en el video promocional que difundió horas antes de dar a conocer su nota creó grandes expectativas, el contenido del trabajo presentando cumple exactamente con lo anunciado: ayuda a entender mejor el perfil del personaje que gobierna el país desde 2012. Además, no olvidemos que Aristegui no ha plagiado a nadie, que el contenido de su nota es auténtico –nadie la ha acusado de lo contrario- y que de no ser por ella probablemente nunca nos hubiéramos enterado de este caso. ¿Por qué caer entonces en el juego de quienes invitan a cargarse al mensajero?
Quienes respaldan y defienden, contra todas las evidencias publicadas, el engaño intentado por Peña-universitario también están defendiendo el engaño que intenta Peña-Presidente. Con ello ayudan a enviar al país y a sus élites políticas una señal contundente: en México todo seguirá siendo válido cuando se trata de cortar camino y de llegar como triunfador a una meta. Dada la claridad del mensaje sólo queda preguntarnos, ¿en verdad es posible suponer que no nos afecta que esa sea la mentalidad del funcionario público más influyente del país? ¿Es ese el tipo de perfil que queremos encumbrado en el Poder Ejecutivo?
Una vez descubierto y expuesto, Roberto Madrazo fue etiquetado inmisericordemente, por la sociedad en general, por los medios de comunicación masivos e, incluso, por integrantes de su partido, como un tramposo imperdonable. Orillados por la presión de la opinión pública, y aprovechando la ocasión para deshacerse de él, incluso importantes priistas calificaron lo hecho por Madrazo como vergonzoso y afirmaron que su compañero de partido estaba obligado a darle una explicación a México. Si bien es cierto que desde entonces al ex candidato presidencial su trampa le acompañado como una sombra, también lo es que nada cambió en nuestro sistema político a partir de su debacle.
La exposición de la tesis del Presidente constituye, de facto, un auténtico “momento Madrazo”. A Peña Nieto esta nueva mancha le acompañará por siempre, probablemente su popularidad caerá aún más y su partido terminará pagando las consecuencias. Sin embargo, sería ingenuo pensar que este escándalo será suficiente para transformar el estado de cosas que hoy padecemos. En este sentido, aunque necesarios para sentar un precedente, ni siquiera el retiro de su título o la renuncia del Presidente serían suficientes para que nuestro podrido entramado institucional se transforme sustancialmente.
Sabemos que tenemos tramposos de sobra y que, gracias al periodismo independiente, en años recientes hemos podido acceder a algunas pruebas que los evidencian. Nuestro gran pendiente es construir el mecanismo equivalente al comité organizador de la maratón de Berlín que se encargue de monitorear permanentemente a todos los competidores, y de sancionarlos cada vez que sea necesario.
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