Germán Petersen Cortés
26/08/2014 - 12:00 am
¿Quién ganará en 2015?
La respuesta a esta pregunta nadie la puede dar con certeza absoluta. A tanta distancia de la elección, lo máximo que se puede hacer es esbozar qué asuntos tienen alta probabilidad de influir en el resultado. Sostenemos que son tres: desempeño de la economía, evaluación ciudadana de las reformas estructurales y estrategia de la oposición, […]
La respuesta a esta pregunta nadie la puede dar con certeza absoluta. A tanta distancia de la elección, lo máximo que se puede hacer es esbozar qué asuntos tienen alta probabilidad de influir en el resultado. Sostenemos que son tres: desempeño de la economía, evaluación ciudadana de las reformas estructurales y estrategia de la oposición, sobre todo hacia la administración peñanietista. Conviene advertir que este análisis está enfocado en la escala nacional, y por lo tanto aplica sobre todo a la elección de diputados federales, aunque estos mismos tres factores jugarán también un papel importante en las elecciones locales.
Si bien nadie puede predecir qué pasará, hay fotografías del presente. Hace tres semanas, Reforma publicó una encuesta sobre la intención de voto a nivel nacional para la elección de diputados federales. El PRI aparece en primer lugar con 40%, seguido del PAN con 22, PRD con 16, MORENA con siete, PVEM con cinco, MC con tres, PT con tres y PANAL también con tres. ¿Qué partidos subirán y a costa de cuáles otros? Esa es la cuestión.
El desempeño de la economía hasta este punto del sexenio ha sido tan mediocre o más que en sexenios recientes. Esta situación contrasta con las elevadas expectativas que ha generado el gobierno sobre la economía del país. Está comprobado que el estado de la economía frecuentemente incide sobre el comportamiento electoral: en los comicios suele irle bien al partido gobernante cuando la economía va bien y suele irle va mal cuando va mal.
Desde hace algunos meses, la Secretaría de Hacienda no ha ajustado a la baja su pronóstico del crecimiento económico para este año, manteniéndolo en 2.7%. Hay indicadores que apuntan a que es difícil alcanzar esta cifra. Así, Hacienda se arriesga a tener que bajar de golpe su pronóstico a fines de este año, en caso de que no mejore la producción de riqueza, en lugar de ajustarlo progresivamente desde ahora. Incluso si se alcanzara el 2.7% este año y algo por el estilo el siguiente, el PRI podría pagarlo en la elección; ya no digamos si la cifra es aún más baja. Ahora bien, si en los próximos meses el panorama económico mejora, el PRI podría cosechar los frutos en los comicios.
El siguiente asunto es la evaluación ciudadana de las reformas estructurales. Mucho se ha dicho que los resultados de prácticamente todas las reformas aprobadas no se verán pronto. Sin embargo, cualquier política pública se puede juzgar desde antes que dé resultados, atendiendo, por ejemplo, a qué tanto atiende los problemas que los ciudadanos consideran prioritarios y a su diseño en el papel. Los ciudadanos tienen todo el derecho de juzgar las reformas en su fase de implementación.
La reforma más importante del sexenio, la energética, no ha tenido una buena recepción en la opinión pública. Según la encuesta citada, están en contra de la inversión de capital privado en el sector petrolero 96% de los simpatizantes de MORENA y 72% de los del PRD –lo cual no sorprende–, pero también 61% de los panistas ¡y 57% de los priistas! –lo cual sorprende enormemente. Si el PRI quiere mantener su 40% de intención de voto está obligado a legitimar las reformas. Dado que antes de 2015 no podrá hacerlo mediante sus resultados, tendrá que hacerlo con estrategias de comunicación o de plano con “resultados forzados, por ejemplo reduciendo el precio de la luz y el gas a punta de subsidios y no de reducciones en los costos de producción.
El último lado de este triángulo es la estrategia de la oposición. Si la economía mejora en los próximos meses y además el gobierno logra incrementar la aprobación social de las reformas –con todo lo difícil que esto se antoja–, el PRI podría mantener o hasta incrementar su 40% de intención de voto. Sin embargo, si sigue enfrentando problemas tanto en la economía como en la legitimación de las reformas, la oposición podría “robarle” votos, siempre y cuando comience a comportarse desde ahora como un auténtico adversario político del gobierno federal. Dado que el PRI está en el centro del espectro ideológico, el PAN podría robar los votos más de derecha del PRI y el PRD y MORENA los más de izquierda. La estrategia de los tres partidos tendría que ser, en esencia, la misma: diferenciase del PRI –sobre todo PAN y PRD, pues MORENA siempre lo ha hecho– y enfrentarse a él.
Hay un último asunto que puede jugar un papel de primer orden en las elecciones, aunque no es seguro que así vaya a ser: el juego sucio de los gobernadores para movilizar votos. Aquí, desde luego, la ventaja la lleva el PRI, por gobernar, solo o en alianza, 21 de las 32 entidades, aunque los demás partidos también podrían recurrir a estas mañas. De cara a la elección, el PRI tiene en esto un gran activo electoral, cuya eficacia depende sobre todo de que la oposición no despliegue las estrategias adecuadas para contrarrestarlo.
Esta columna no se publicará el próximo martes 2 de septiembre. Nos leemos el martes 9.
@GermanPetersenC
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