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Gustavo De la Rosa

26/06/2018 - 12:01 am

Cómo ser candidato en Juárez y no derretirse

Cuando resulté el “más mencionado” por ciudadanos en las encuestas del séptimo Distrito de Chihuahua, ubicado en Ciudad Juárez, la cigüeña de la noria del recuerdo empezó a girar. Aquellas son colonias que vi surgir en medio del desierto y que en algunos casos ayudé a constituirse o a organizar coaliciones de obreros en defensa de sus derechos.

Sólo fueron 34 días de campaña que consistieron en recorrer casa por casa el Distrito promoviendo las candidaturas de Morena, el PT y el PES. Foto. Facebook

Cuando resulté el “más mencionado” por ciudadanos en las encuestas del séptimo Distrito de Chihuahua, ubicado en Ciudad Juárez, la cigüeña de la noria del recuerdo empezó a girar. Aquellas son colonias que vi surgir en medio del desierto y que en algunos casos ayudé a constituirse o a organizar coaliciones de obreros en defensa de sus derechos.

Sólo fueron 34 días de campaña que consistieron en recorrer casa por casa el Distrito promoviendo las candidaturas de Morena, el PT y el PES, pues los candidatos locales no podemos publicitarnos en televisión, radio o espectaculares, y así empezamos a reconocer, a veces con ojos brillantes, a los seres humanos que viven en esa parte de la ciudad y su importancia para la economía fronteriza.

Descubrimos la fuerza de voluntad que los mantiene mejorando permanentemente sus viviendas, renegando diariamente en contra de las autoridades que los abandonaron y consolidando el coraje necesario para ser gente de bien. Agradecemos que la campaña nos dejara visitar a tanto juarense que resistió la guerra, sin dejarse intimidar por los militares, los narcos, los federales o hasta los municipales.

Acompañado por una heroica brigada y varios amigos que se unieron, descubrí que nos tocaron los días más largos del año, con temperaturas de 43 a 45 °C al sol. Hay que resaltar que peso 123 kilos, e ir casa por casa me obligó a caminar de cuatro a siete kilómetros diarios. Imagínense, ustedes que son delgados, lo que significa caminar esas distancias con un costal de cemento en brazos.

Pero uno empieza a sentir vergüenza de quejarse del calor cuando encuentra la calidez humana en la gente que vive allí; es impresionante que ese sector de la ciudad, donde casi todos sus 115 mil habitantes trabajan y construyen riqueza, sea evidente el eterno abandono del Gobierno municipal.

Esa zona de la ciudad me recuerda a la que me recibió en 1963: un grupo de colonias con una intensa vida vecinal, miles de casas levantadas por sus propios propietarios que hace casi 40 años compraron o invadieron terrenos y empezaron a construir sus viviendas a la medida de las necesidades de la familia. Sin embargo los problemas que los aquejan y hacen difícil la vida se deben única y exclusivamente a omisiones de las administraciones municipales, estatales y federales.

El sector ha producido la riqueza de la ciudad de los últimos 30 años, es un grupo poblacional que ha pagado puntualmente sus impuestos y sobrevivido con bajos salarios, combinando sus trabajos en maquila con fines de semana de compra venta; es un gran territorio cuadrado alrededor del aeropuerto que mide aproximadamente seis kilómetros por lado, está densamente poblado (con unas 80 mil familias) y unas 2 mil 500 calles con espacios para parques, iglesias y escuelas. Pero está abandonado, en todo el mes que he andado por ahí no he visto una sola unidad de Policía haciendo tareas de vigilancia.

Sin embargo, es un sector muy pacífico, con baja incidencia delictiva. Sus habitantes encontraron la forma de mantener tranquila la vecindad y le han ganado la calle a los delincuentes; las familias salen a tomar el fresco y sueltan a sus hijos a que jueguen en una permanente fiesta de recreo mientras los adultos están sentados platicando en el frente de sus casas. En un mes, mientras que en el resto de la ciudad se han registrado un promedio de 130 homicidios, en esta zona habitacional al parecer no hubo uno solo.

Pero pese a lo bien portados que son ahí, el Gobierno les niega lo básico: no hay vigilancia, no sirve el drenaje, falta pavimento y alumbrado público, no se cuidan los parques y no hay hospitales públicos, sólo Similares y clínicas particulares.

En esta zona se han instalado fábricas en áreas habitacionales, gracias a la corrupción municipal, que usan el drenaje doméstico para descargas industriales y acaban por colapsarlo y echar a perder la vida de los vecinos; por otro lado el sistema de alumbrado público funciona únicamente al 30 % de la capacidad instalada (cientos de lámparas que se instalaron hace 20 años se fundieron hace diez y no las han repuesto).

Sembrar un árbol en el desierto es fácil pero lo difícil es mantenerlo vivo, y en esta zona de la ciudad hay bastantes terrenos baldíos planeados como parques que las administraciones municipales, con su departamento de Parques y Jardines, dejaron que se secaran. Sin embargo los ciudadanos de varias partes han decidido mejor plantar allí árboles originarios de la zona desértica y en la noche hacen fila para pasarse baldes con agua y regarlos.

Ante esa realidad, y avergonzado, tuve que cambiar mi discurso y decirles que no soy político sino defensor de los derechos humanos, para que me exijan reunirme con ellos a activar soluciones concretas a sus necesidades.

Los diputados pueden ser útiles si lo quieren, pues son los que aprueban el presupuesto de egresos del Estado y el municipio, y desde el primer año voy a proponer una partida específica para urbanizar y atender las necesidades del Distrito, pues realmente me asusta pensar qué le pasaría a Juárez si esos miles de trabajadores deciden quedarse en su casa un solo día: encontré allí a muchos obreros activistas de los 70 que hacían eso cuando no querían aumentarles el sueldo, no sea que se vayan a acordar y organizar.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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