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Darío Ramírez

26/06/2014 - 12:00 am

El programa de derechos humanos que nació agonizante

Creo que tenemos un problema real. Mientras que el Secretario General de Amnistía Internacional dice que hay serios problemas en México en derechos humanos, como la tortura como práctica generalizada, la desaparición forzada, detenciones arbitrarias e ilegales, asesinato de migrantes, periodistas y defensores de derechos humanos; el Gobierno de la República presenta el Programa Nacional […]

Creo que tenemos un problema real. Mientras que el Secretario General de Amnistía Internacional dice que hay serios problemas en México en derechos humanos, como la tortura como práctica generalizada, la desaparición forzada, detenciones arbitrarias e ilegales, asesinato de migrantes, periodistas y defensores de derechos humanos; el Gobierno de la República presenta el Programa Nacional de los Derechos Humanos (PNDH) 2014-2018, en el cual señala que hay avances y también pendientes (ojo, no menciona la precaria y delicada situación del goce de ciertos derechos humanos, sino simplemente se minoriza afirmando que son pendientes).

El protocolo de un acto solemne no faltó. En el patio de Palacio Nacional, las más altas autoridades de nuestro país del Poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo se reunieron para escuchar que todos (así lo afirma el PNDH) están comprometidos con la protección de los derechos humanos. Hay algo que no identifico, pero me temo que ese compromiso solamente es únicamente discursivo.

Como todo, el vaso se puede ver medio lleno o medio vacío. No es la excepción cuándo hablamos de cuál es la situación de los derechos humanos en nuestro país. Yo, y confieso para que no haya duda, soy de las personas que ve el vaso medio vacío. Soy de los que, por mi actividad profesional conoce de cerca un sinfín de violaciones a derechos humanos, muchas de ellas cometidas por las mismas autoridades. Obvio no presento mi perspectiva como prueba plena, para ello están una interminable lista de informes independientes de organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil nacionales y extranjeras. Entonces, no me crea a mí, revise esa bibliografía.

Me parece normal que en un acto de gobierno  en dónde se presenta un programa sectorial, se señalen más los avances que los grandes problemas que hay en el día a día. Sinceramente no veo a Osorio Chong reconociendo que su afamado Mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos no funciona, es inútil y pone en riesgo a las víctimas. Al contrario, lo señaló como un logro más de esta administración.

Recuerdo con claridad cuando Vicente Fox presentó el primero PNDH. Lo recuerdo nítidamente porque fui del pequeño equipo que redactó el documento presidencial. También recuerdo los aires democráticos de aquellos tiempos, que exigían a poner a México a la vanguardia ante la ONU y ser de los primeros países que cumplía con el Plan de Acción de Viena que obligaba a los países a poner en marcha un programa de derechos humanos.

Debe ser por el terrible desencanto que fue aquel ejercicio que cuando leo el nuevo PNDH sé que es un documento vacío, imposible de ejecutar, lleno de buenas intenciones, parcial y todo en una interminable lista de acciones que no son vinculantes para nada. Vaya, una lista de buenas intenciones. Es un documento que no aporta nada nuevo. Es un compendio de líneas de acción deseables, cierto, algunas mejores que otras, cierto, pero al final dudo que el funcionario de la SEGOB revise la línea de acción 3.3 y la asuma como suya. Es cierto que el PNDH presenta indicadores de gestión, qué bien. Pero una vez más, en el PNDH 2004, también hubo una preocupación por la evaluación y el seguimiento, pero fue solamente eso: preocupación.

Durante la presentación se afirmó que el PNDH era la base de una política de estado en derechos humanos. Se oye bien, sin duda, pero si ese documento es la base de una política en la materia, por su alcance, profundidad e impacto real, tenemos un serio (uno más) problema. Ese documento presentado no sienta las bases mínimas de una coordinación de Estado para que sea una política real que no desaparezca cada seis años sino que sea adoptada por todas las administraciones. El PNDH, me temo, que no será reconocido como tal por los gobernadores, presidentes municipales, secretarios de estado, jueces y legisladores. No logro detectar ningún elemento que me indique lo contrario. ¿O a poco cuando vaya a Veracruz a hablar sobre violencia contra la prensa y le recete la línea de acción sobre libertad de expresión el funcionario local me dirá: tiene usted razón, esa línea es vinculante y la tengo que cumplir? Me temo que no.

Antes de que se me acuse de no reconocer logros en derechos humanos, me curo en salud. Los principales logros en la materia son en el marco normativo (fuero militar, reforma constitucional en derechos humanos, ley de amparo, ley de víctimas, ley de protección a periodistas, etcétera). Reconozco y celebro los avances señalados. Ahora, es peculiar que le pongamos tanto esfuerzo en crear leyes en un país dónde –y no es por ver el vaso medio vacío- la aplicación de la ley y el respeto al estado de derechos es pírrico. Vaya, un país dónde tenemos leyes contra la tortura y aún así la tortura ha vuelto aparecer en la procuración de justicia. Mucha ley, pocas nueces.

Disculpen ustedes por no celebrar la presentación del PNDH. Ojalá me equivoque y sea un documento que cambie el paradigma de violaciones sistémicas de derechos humanos en México. Pero mi escepticismo está basado en la continua simulación que se hace en materia de protección a derechos humanos. Los serios problemas de acceso a la justicia, de violencia de estado, de pobreza, de libertad de expresión y persecución al disenso no se solucionarán con buenas intenciones enmarcadas en una larga lista.

Sabemos perfectamente dónde están los problemas relativos a las violaciones a derechos humanos. La evidencia es amplia e irrefutable. Basta ver esa evidencia y querer cambiarla, ¿cómo? Castigando a quienes violen derechos humanos .Ahí tienen un programa más, que acompaña a la última comisión, que presidió el último grupo de trabajo. De resultados reales no hablemos mejor.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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