Ciudad de México, 26 de mayo (SinEmbargo).– Para los mayas, los animales eran criaturas que admiraban, que intentaban descifrar al tiempo que les temían y los veneraban. Las criaturas eran intermediarias entre el humano y el más allá, al igual que entre los cielos y el inframundo, explica Mercedes de la Garza, investigadora emérita de la UNAM.
Muchas de sus especies participaban de lo divino, como dioses, manifestaciones celestiales o símbolos de diversas ideas.
«Al mismo tiempo los consideraban entes semejantes a los humanos en sus formas y comportamientos, por lo que afianzaron una relación de hermandad con ellos, los veían como especímenes expresivos y establecieron lazos con ellos no sólo de dominio o de sumisión derivada de la lucha por la supervivencia, sino de amistad, amor y parentesco», añade la exdirectora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL).
En cuanto a los animales que ponderaban como deidades, se trataban de rasgos antropomórficos y vegetales, los elementos naturales y los espacios cósmicos. Como el fuego solar, recreado en la guacamaya roja, el colibrí, el venado y el perro, mientras el jaguar era el sol nocturno.
Las especies que remitían a la muerte por su proximidad con la tierra eran las mariposas, los escorpiones, las arañas y ciempiés. Otros, como los búhos, eran emisarios del inframundo y fungían como compañeros y estos seres eran fuerzas tanto benéficas como maléficas.
Por ejemplo, la diosa de la Luna era representada con enfermedades sobre su cabeza en forma de guacamayas, quetzales o zopilotes rey. En contraste, la serpiente emplumada era dibujada con dos cabezas y patas de venado o largarto que dio lugar al dragón, una deidad considerada como suprema.
Además, en el Popol Vuh se narra que los primeros hombres, tallados en madera, eran incapaces de pensar y se convirtieron en monos.
Otro de sus mitos contaba que el Sol era un anciano que sedujo a la Luna, una bella joven, y de estos amores ilícitos nació un conejo. Desde entonces, en el satélite se ve un roedor.
Diferente al alma occidental, los prehispánicos creían tener un espíritu escindido integrado por una materia impalpable que tenía forma de gallo, gallina o paloma y es responsable de nuestros latidos.
Al arribo de los españoles, los indígenas esparcieron el rumor que los sacerdotes católicos silbaban para atraer a las avecillas, atontarlas y devorarlas, como interpretación de que los españoles robaban el corazón a los indígenas.
Mercedes de la Garza señaló que los chamanes tenían la posibilidad de convertirse en 13 animales diferentes, como un perro o mono. Los mayas creían en un álter ego, un ser de la naturaleza ligado al destino de cada hombre, ambos conformaban una sola entidad y al fallecer uno, perecía el otro.