Lydia Cacho
26/04/2022 - 12:05 am
El ecocidio de este sexenio
Desde 1902 Quintana Roo fue una región marcada por la invasión militar, la ocupación territorial, la inmigración, la guerra de castas, el racismo y la colonización por empresarios, mercenarios y filibusteros.
El Presidente López Obrador sobrevoló Quintana Roo y al ver el inmenso territorio devastado hace cuarenta años por las empresas constructoras de Cancún (ICA), señaló que los anteriores gobernantes sí devastaron el ecosistema. Efectivamente, Cancún fue un paraíso inventado en los años setenta por el populista Luis Echeverría y un puñado de empresarios y banqueros. Desde 1902 Quintana Roo fue una región marcada por la invasión militar, la ocupación territorial, la inmigración, la guerra de castas, el racismo y la colonización por empresarios, mercenarios y filibusteros. En algún momento se le conoció como “la Siberia mexicana” por ser reducto presidiario de huelguistas, rebeldes zapatistas y maderistas. Este territorio federal ha sido botín de políticos y empresarios sin ética.
En los años ochenta, los líderes priistas lograron devastar las dunas para construir hoteles en primera línea de playas, con los años las y los científicos demostraron que la ambición y la ignorancia de los creadores del paraíso habían transformado el ecosistema y la geografía natural. Yo llegué a vivir a Cancún en 1986, desde entonces el colegio de biólogos, el centro de ciencias del mar (UNAM) y varios espeleólogos que comenzaron a crear mapas del sistema de cavernas inundadas, o cenotes, nos advirtieron que el impacto ambiental de muchos proyectos turísticos causaría una grave crisis que podría dañar irreparablemente lo que ahora conocemos como el Gran Acuífero Maya: la red de agua dulce más importante del Continente Americano.
Desde hace cuarenta años la batalla por crear un modelo de turismo sustentable fue creciendo gracias a un centenar de líderes expertas en protección y cuidados del medio ambiente; la gran mayoría han sido mujeres, como la valiente Aracely Domínguez, que fue encarcelada por empresarios corruptores dispuestos a intentar silenciar la denuncia de los delitos medioambientales. Batallas como la que hoy se ha denominado #SelvameDelTren han sido históricas, los ecocidas han sido políticos y empresarios del PRI, PAN y PRD, en momentos ganó el capitalismo más salvaje, en otros ganó la sociedad civil organizada. Se crearon nuevas leyes y reglamentos para regular la brutal irresponsabilidad con la que en décadas anteriores se devastaban los recursos naturales y se explotaban y eliminaban especies en peligro de extinción.
Lo que ahora dice López Obrador no es nuevo, los reyes del populismo encarnados en gobernantes del PRI, simularon consultas, acarrearon a líderes mayas, dividieron a los grupos de ejidatarios para expoliar en medio del caos; fueron los maestros del divide y vencerás. Pero gracias a las redes de activistas y científicas/os sabemos con evidencia incontestable que la política de la destrucción nunca es la de la razón. No basta que un grupo de ejidatarios entregados al Gobierno en turno digan que la devastación al ecosistema es algo deseable, o que no es tan grave como la realidad lo demuestra. Lo cierto es que desde hace décadas Quintana Roo ha atraído a algunas de las personas más brillantes en ciencias del mar y protección de los ecosistemas, quienes han demostrado el daño que han causado los grandes parques recreativos que dinamitaron cavernas gracias a la connivencia con el Gobierno, han denunciado las implicaciones de la contaminación causada por la hotelería más rapaz y, en años recientes, nos educaron sobre la magnificencia del mundo subterráneo de la Península de Yucatán. Se han filmado varios documentales sobre la delicadeza e importancia del Gran Acuífero Maya y a esta defensa medioambiental se sumaron expertos como Jaques Cousteau. La ciencia nos ha demostrado que nuestro estado se encuentra en una crisis medioambiental de alta fragilidad.
Los hechos científicamente comprobados parecen no importarle al Presidente, tampoco le importa escuchar a esa sociedad civil que ha dado la gran batalla durante cuarenta años en la península, en lugar de atender y dialogar con las y los expertos, él y algunos intelectuales que en otros sexenios se sumaron a estas mismas organizaciones ambientalistas, ha elegido burlarse de personajes públicos que sumaron su voz para que se detenga este irreparable delito ambiental. No es el primer político que utiliza la mofa para desacreditar a un enorme grupo de activistas, científicas, artistas y periodistas, para imponerse, es simplemente uno más en la historia del estado que es la joya de la corona y territorio del expolio neoliberal. El Presidente debe recordar que si se quiere construir un edificio se consulta a quien sabe de estructuras, si se quiere construir un sistema ferroviario en una zona de riesgo medioambiental se consulta a las y los científicos.
La Suprema Corte amparó a este movimiento civil plural porque no se ha cumplido con las reglas, no se llevó a cabo un estudio de impacto ambiental como dicta la Ley. No se ha visto y escuchado la evidencia innegable de la devastación, no quieren ver lo que nuestros ojos ven ni quieren escuchar a quienes más saben sobre este ecosistema en riesgo. Más allá del vergonzoso comportamiento de intelectuales que antes siempre estuvieron con las causas importantes, el tema central es que se debe proteger a toda costa al sistema de ríos subterráneos de Quintana Roo por su futuro valor en temas acuíferos y por el valor histórico, antropológico y arqueológico que hay en el subsuelo del estado.
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