Cristóbal Olarte Olmedo es un artesano originario de Papantla que busca preservar la cultura Totonaca a través de sus esculturas en madera que representan escenas de la vida cotidiana que ya casi no se realizan. “Para mí es muy importante dejar plasmadas esas escenas de la vida… La modernidad nos alcanzó.”, dijo a Magazine. Cada pieza puede llevarle de una semana a varios meses de trabajo.
Ciudad de México, 26 de abril (SinEmbargo).- Cristóbal Olarte Olmedo es un pintor y escultor de madera originario de Papantla, Veracruz. Con sus hábiles manos y mucha dedicación, representa escenas de la vida cotidiana en la cultura Totonaca que, según nos explicó en entrevista, ya casi no se ven en la modernidad.
La madera se talla mediante un proceso de desgaste y pulido, con el propósito de darle una forma final, que puede ir desde una escultura individual hasta elementos decorativos, trabajados a mano, que forman parte de una tracería. La decoración de madera es una actividad muy antigua que desde épocas remotas ha sido un arte destacado.
Para realizar la talla en madera se emplean herramientas especializadas como las gubias o formones, eligiéndose maderas de alta densidad y que no se astillen fácilmente. Antes de comenzar, es importante trazar las seis vistas (frente, perfiles, parte de atrás, arriba, abajo) de la figura a realizar en el bloque de madera ya que esto servirá como referencia en el proceso artístico.
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—¿Cuánto tiempo se lleva en hacer una pieza?
—Para una pieza mediana, unos seis meses. No tenemos un diseño ni nada, nuestras ideas son espontáneas. Las escogemos al azar; vamos avanzando, encontrando ciertos detalles y momentos que alguna vez vivimos y es lo que plasmamos en cada obra. Este [señala la pieza 1] es el que más tiempo que me ha llevado hacer.
Otras piezas medianas, me llevan unos dos meses y las piezas más chicas, quince días o una semana. Primero tengo la forma general, el volumen del cuerpo y luego lo voy detallando. Cuido las proporciones, las distancias del cuerpo; no es lo mismo hacer una tortuga que un ser humano. Hay que ver el tamaño de la mano, los pies, la cabeza, el cuello, la vestimenta, los dobleces de la ropa y todos esos detalles los cuidamos mucho.
—¿Qué representa cada pieza?
—Son escenas de la vida cotidiana. Por ejemplo, esta [señala] es una señora que muele en el metate; antes era la manera en la que molían los condimentos y el maíz. Para mí es muy importante dejar plasmadas esas escenas de la vida. Ya hoy en día muy pocas personas lo practican (moler condimentos). La modernidad nos alcanzó, ahora el motor lo es todo y es a base de eso que muelen todo el nixtamal, el maíz. Es un proceso muy diferente.
—¿Entonces usted trata de recuperar tradiciones a partir de estas piezas?
—Sí, quiero representar cómo eran las vivencias, cómo era nuestra cultura, eso es lo que yo hago. Esos momentos para mí son importantes porque ya casi no se ven hoy en día. Ustedes que nos visitan tienen la oportunidad de ver cómo eran esos momentos. Es importante para mí y para muchos porque pueden darse cuenta cómo era la vida. Yo soy nativo de aquí y no solo porto el traje, también soy hablante de la lengua totonaca, pero no al cien por ciento.
—¿Estas piezas luego las venden aquí, la exponen o qué hacen con ellas?
—La idea es tener una colección para mostrar al público. Pero si alguien está interesado en comprarlas, los precios varían.
—¿Trabaja en un tipo de madera particular?
—De hecho, tengo la habilidad de trabajar en cualquier tipo de madera. La amarilla es una madera dura que se llama quebrache. En el cedro rojo, considerado unas de las maderas preciosas, es muy blando, manejable. Yo trabajo más raíces por los objetos que hago, porque la veta de la madera viene enredada y me permite hacer piezas fuertes, que no se puedan romper. Pero no importa, el tipo, mientras desees plasmar las cosas.