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Alejandro De la Garza

26/02/2022 - 12:03 am

Cosas del internet de las cosas

“Tenemos un internet lento, malo y caro. No obstante, la tecnología 5G será una panacea, nos aseguran, al habilitar aplicaciones dirigidas a la automatización agroindustrial, la teleducación, el teletrabajo, la telemedicina, el transporte inteligente y autónomo, la seguridad pública, el desarrollo de ciudades inteligentes, el comercio electrónico, la inclusión financiera, el entretenimiento y más, ante lo cual sólo nos queda poner cara de feliz asombro”.

Foto: Captura de pantalla YouTube

El sino del escorpión, como el de todos, ha sido tatuado a láser por la tecnología. Así lo comprueba al leer sobre la lucha comercial por el control de la 5G, concepto referido a la quinta generación de tecnología móvil de comunicación, la cual nos traerá el fantasmal “internet de las cosas”. La lectura remitió de inmediato al venenoso a aquella inolvidable comedia televisiva en la cual la imponderable Doña Puri, con histriónico gesto de Blanche DuBois, se dirige a la generosidad de los extraños (es decir a la cámara) para preguntar: “¿Y tú, sabes qué es el internet de las cosas?”.

El concepto 5G se refiere a una interconexión digital con todos los objetos cotidianos a través de internet. El alacrán imagina libros, termostatos, refrigeradores, paquetería, lámparas, medicinas e innumerables objetos más, equipados con micro dispositivos digitales de identificación para permanecer conectados todo el tiempo a través de internet. En teoría, no existirían artículos fuera de este inventario registrado y en todo momento se sabría su ubicación, cómo se consumen, si los aparatos están encendidos, apagados o si su funcionamiento es óptimo.

Esta tecnología conectará entonces todo un ecosistema masivo denominado Internet de las Cosas, dando a las redes la capacidad de atender la comunicación de miles de millones de dispositivos a gran velocidad, con gran calidad y a menor costo. La magnitud del cambio la apreciamos mejor si recordamos la velocidad de la red 3G, mediante la cual “bajábamos” una película en cerca de veinte horas. Luego, con la velocidad 4G, el tiempo se redujo a seis minutos; ahora, con la tecnología 5G, este proceso tomará tres segundos y medio.

El alacrán revisa también la resolución del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), donde se aprobó modificar 18 títulos de concesión de Telcel para posibilitar a la empresa ofertar servicios de 5G. América Móvil anunció en consecuencia el despliegue de su red telefónica 5G para cubrir ya 18 ciudades del país, con 48 millones de habitantes, y llegar a finales de año a 120 ciudades. Al escorpión no le interesa ser columnista de finanzas, pero hace cuentas: la empresa pondrá en operación esta red 5G —la más grande de América Latina—, tras una inversión de mil 800 millones de dólares en el último año. Pagará también al Estado más de 900 millones de pesos anuales (44.3 millones de dólares) por pago de derechos, cantidades sumadas a los 9 mil millones de pesos (443 millones de dólares) pagados cada año por la concesión del vital espectro radioeléctrico de la nación.

Los reclamos y la inconformidad de la desplazada empresa española Movistar y de la también marginada compañía estadunidense AT&T, ante el injusto desequilibrio mercantil, no sirvieron de nada y “el mercado” —con apoyo del Estado—, favoreció a la empresa de Carlos Slim, la cual ahora dominará también la red 5G no obstante sus probadas ineficiencias del pasado: retrasos en su modernización tecnológica, elevadas tarifas (de las mayores en América Latina), su dominio casi exclusivo del espacio radioeléctrico, y aun luego de la corrección pedida por el Presidente López Obrador del lema publicitario “Todo México es territorio Telcel”, por ser falso y porque “falta mucho territorio por cubrir”.

El venenoso afila su aguijón y lee con lupa las cláusulas de su contrato de internet, donde le prometen una velocidad de veinte gigas siempre y cuando (pase a las letras chiquitas): “domicilie” su pago —es decir, proporcione una tarjeta bancaria para el cobro automático 20 días antes de su fecha límite—; y mientras la red de aérea local (LAN) tenga capacidad, la localización del inmueble o cierto tipo de muros no lo impidan y el número de dispositivos conectados no fraccione el ancho de banda. El arácnido lo sabe: Tenemos un internet lento, malo y caro. No obstante, la tecnología 5G será una panacea, nos aseguran, al habilitar aplicaciones dirigidas a la automatización agroindustrial, la teleducación, el teletrabajo, la telemedicina, el transporte inteligente y autónomo, la seguridad pública, el desarrollo de ciudades inteligentes, el comercio electrónico, la inclusión financiera, el entretenimiento y más, ante lo cual sólo nos queda poner cara de feliz asombro.

El alacrán llegará entonces a su nido y ya no hablará con la desplazada Alexa, sino con su nueva Ama (por América Móvil), su modernísimo servicio de voz ubicado en la nube. Le ordenará reproducir sus mensajes telefónicos y hacer luego una llamada para conversar a través del aparato mientras prepara la cena. Para acompañar la comida le pedirá reproducir algo de música, la cual Ama tomará de Spotify. Finalmente, ya en la cama, le pedirá encender la pantalla y conectarse a su servicio de streaming para revisar las teleseries de estreno. La tecnología no dejará de sorprender al arácnido y ya se sueña hiperconectado con el mundo a través del internet de las cosas y las cosas de internet.

En México, la herramienta serviría desde luego para detectar y evitar la corrupción, por lo cual el arácnido no niega cierto entusiasmo prospectivo mientras revisa Twitter y Telegram, añade una historia a su Facebook, tiktokea brevemente, checa YouTube y responde WhatsApp desde su ZenWatch, y aun contesta llamadas desde ese reloj sintiéndose un espía internacional o, mejor, un oscuro agente del Kremlin (para estar a tono con los últimos acontecimientos). No obstante, tampoco puede evitar su crónico pesimismo ante un mañana siempre distópico, en el cual nuestros deslumbrantes gadgets terminarán pronto como chatarra tecnológica arrumbada en el gigantesco baldío industrial del futuro.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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