Con la colaboración de Katia García.
Alejandro Calvillo Unna, director de El Poder del Consumidor, miembro del grupo de expertos en alimentos de Consumers International, invitado por la Organización Panaericana de la Salud al grupo de expertos en publicidad de alimentos dirigida a la Infancia y miembro del Consejo Consultivo del Consumo de Profeco. Katia Garcia, licenciada en Nutrición y maestra en Salud Pública.
Cuando a fin del 2012 dimos a conocer que durante el sexenio de Felipe Calderón el total de muertos por diabetes ascendía a medio millón, 33% más que los muertos por la misma causa en el sexenio de Vicente Fox, reconocimos que las causas de la diabetes eran múltiples, pero que la principal era el deterioro de los hábitos alimentarios y en que en éste jugaba un papel central el altísimo consumo de refrescos entre la población mexicana, el mayor consumo de esta bebida en el mundo.
Las refresqueras reaccionaron públicamente afirmando que su bebida no tenía relación ni con la obesidad ni con la diabetes. Hay que destacar que la respuesta no la dieron directamente las empresas, lo hicieron a través de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC), sabiendo el riesgo que significaba el que lo hicieran ellas mismas, ya que incurrirían en la misma situación que les provocó a las tabacaleras demandas millonarias. La industria del tabaco negó, durante años, los daños que causa fumar, aunque lo sabían. Lo mismo está ocurriendo con la industria refresquera, saben perfectamente los daños que causa el consumo habitual del refresco, sin embargo, lo niegan.
Antes de exponer la evidencia sobre esta relación entre el consumo de refrescos, la obesidad y la diabetes es importante señalar la magnitud del consumo de refrescos en México: de acuerdo al Food Industry Development Center el consumo de refrescos en México es de 163 litros por persona al año, esto es muy por encima de los Estados Unidos que se encontraban en el primer lugar con un consumo de 118 litros por persona al año en promedio.
El consumidor común no tiene idea de la cantidad de azúcar que tiene un refresco. El más consumido en México, el refresco de cola de 600 mililitros contiene 63 gramos, 252 kilocalorías, el equivalente a 12 y media cucharadas de azúcar. El contenido de esta botella es más que el máximo tolerable de consumo de azúcar añadida recomendado para todo un día por la Organización Mundial de la Salud (200 kilocalorías) y más del doble del máximo establecido por la Asociación Americana del Corazón (100 kilocalorías).
La lista de estudios que demuestran la asociación del refresco con la obesidad y la diabetes es larga y va en aumento, especialmente, en los últimos años. Existen algunos estudios, los menos, que no encuentran esta relación. La mayor parte de estos estudios presentan conflicto de interés, fueron desarrollados con recursos aportados por las refresqueras o por investigadores que han brindado sus servicios a estas empresas. En otros casos, la metodología utilizada presenta problemas de diseño para ser concluyentes.
Un meta-análisis (revisión de una larga lista de estudios) realizado por investigadores de la Universidad de Harvard encontró una clara asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y la diabetes tipo 2. Por su parte, Koning y colaboradores realizaron el seguimiento de 40,000 hombres durante 20 años encontrando que el consumo de bebidas azucaradas estaba asociado con un aumento del 24% de riesgo de diabetes. Schulze y colaboradores realizaron el seguimiento de más de 50,000 personas durante ocho años llegando a la conclusión de quienes consumían una bebida azucarada al día tenían un riesgo de desarrollar diabetes 41% mayor que quienes no las consumían. Malik y colaboradores realizaron un estudio en 310,819 personas encontrando un aumento de 26% de casos de diabetes entre quienes consumían 1 a 2 porciones diarias de bebidas azucaradas. Encontraron también que el aumento de una porción diaria de bebida azucarada incrementa el riesgo de desarrollar diabetes en un 15%.
Recientemente fue publicado un artículo en Sin Embargo firmado por Jaina Pereyra que señalaba que la campaña “Fue la obesidad, después la diabetes” que mostraba los daños de la diabetes avanzada (amputaciones, ceguera) era discriminatoria. Esta afirmación carece de sentido, lo mismo debería decirse entonces de todas las campañas que se han realizado utilizando imágenes de personas que sufren diversas enfermedades como las realizadas para prevenir el SIDA, la bulimia, apoyar las campañas de atención al cáncer infantil, etc. El artículo a lo que está enfocado, su centro, es a criticar la relación entre el consumo de refrescos y la diabetes. Los argumentos son los mismos que han venido utilizando las empresas refresqueras. Su única referencia “científica” es el de la Federación Mexicana de Diabetes que tiene serios conflictos de interés al publicitar productos de empresas que han cabildeado en contra de las regulaciones propuestas para enfrentar la obesidad. De hecho, esta Federación que promueve intensamente el consumo de alimentos y bebidas con edulcorantes no calóricos se está enfrentando a un serio problema con las crecientes evidencias del daño a los diabéticos de este tipo de productos.
La industria, como lo hace este artículo, responde que la obesidad y la diabetes son multifactoriales y causadas por malas decisiones individuales. En nuestro país esto ya lo ha hecho la industria cuando se ha propuesto regular la publicidad de comida chatarra dirigida a la infancia como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud o cuando se propuso regular los alimentos y las bebidas en las escuelas: la obesidad es multifactorial y se debe a malas decisiones personales. El extremo es llegar a afirmar que las afectaciones extremas de la diabetes, como las amputaciones y la ceguera, se deben al descuido de las personas, cuando estas personas nunca fueron advertidas del riesgo que significaba el consumo de ciertos productos, los más publicitados, y nunca han recibido la atención médica adecuada. De hecho, son decenas de miles las personas que están muriendo en nuestro país porque requieren diálisis, el seguro popular no la cubre, y no tienen los recursos para pagarla. Ser pobre y tener diabetes en nuestro país representa una gran vulnerabilidad que se expresa en un alto riesgo de desarrollar la enfermedad hasta sus más graves consecuencias, eso explica el alto índice de mortalidad por diabetes en México, el mayor en América Latina. Esto lo hemos vivido directamente con los afectados, quienes reclaman que nunca recibieron ninguna advertencia del daño que podría representar el consumo regular de ciertos productos: ni lo hicieron las empresas ni el gobierno.
La Academia de las Escuelas Reales de Medicina del Reino Unido, que reúne a 20 colegios médicos, presentó la semana pasada un documento público para combatir la obesidad. El documento parte del reconocimiento del “ambiente obesigénico”, ya ni discute la responsabilidad individual. Cuando hablamos de una epidemia de sobrepeso y obesidad, que en México alcanza al 70% de los adultos, el fenómeno no es la suma de malas decisiones individuales, sino de la conformación de un ambiente que produce obesidad. Esta posición contrasta en extremo con la empresarial que pone la responsabilidad de la obesidad y la diabetes en el individuo.
La Academia del Reino Unido, coincide en su postura con la propia Academia Nacional de Medicina de nuestro país en muchos aspectos, uno de ellos: identificar a los refrescos como el producto que por sí mismo representa el mayor riesgo a la obesidad y la diabetes. La Academia del Reino Unido propone imponer un impuesto del 20% al refresco como lo hemos planteado en México. El presidente de la Academia, que reúne a algunos de los colegios médicos más antiguos, sugiere tratar ciertos productos, como los refrescos, como se está tratando al tabaco.
La propuesta del impuesto al refresco ha desencadenado una fuerte reacción de las empresas refresqueras que gastan millones de dólares en cabildeo en los congresos para evitarlo. El gasto en cabildeo de las refresqueras en el Congreso de Estados Unidos pasó de cinco millones de dólares en 2008 a más de 35 millones de dólares en 2009, año en que se presentó la propuesta de un impuesto al refresco. El cabildeo de las empresas refresqueras se intensificó en el Senado mexicano a fin del 2012 cuando se propuso el impuesto al refresco.
Gastos en cabildeo de las refresqueras en el Congreso de los EE.UU.
Nos hemos acercado a la tragedia humana que se vive por la epidemia de diabetes en nuestro país, a los amputados, a los ciegos, a quienes se están muriendo porque no tienen para pagar su diálisis. Hemos conocido sus hábitos alimentarios y coincidimos con la ciencia en que el alto consumo de refrescos es una constante entre la gran mayoría de estas personas. No tenemos ninguna duda en que el consumo de refrescos, entre los más pobres, entre la mayoría de los mexicanos, es uno de los factores más importantes de riesgo para las consecuencias graves de la diabetes.
Las palabras de la Academia de las Escuelas Reales de Medicina del Reino Unido en su documento reciente de recomendaciones para enfrentar la obesidad son, sin duda, compartidas por quienes trabajan sin conflicto de interés en enfrentar esta gran pandemia: “Nosotros aspiramos al éxito logrado por los profesionales de la medicina frente al tabaco, a mantenernos firmes frente a la dimensión del problema y a enfrentar los intereses creados que buscan oscurecer y distorsionar”.