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Óscar de la Borbolla

25/12/2023 - 12:03 am

¿Qué significa «regalo»?

Y quizás no haya nada peor, dado el corazón humano, que hacer que el otro se sienta humillado, pues no siempre se poseen los medios como para estar a la altura del dadivoso que se excede.

«Si el regalo es un una dádiva desinteresada y gratuita, habría que reconsiderar que fue exactamente lo que hoy muchos recibieron…» Foto: Óscar de la Borbolla

Hoy es un día en el que muchas personas han recibido algún regalo. No sé si es la costumbre o la mercadotecnia lo que produce esta curiosa circunstancia; pero el caso es que hay toneladas de moños y de papeles de envolver vistosos embarazando los botes de basura. Y se me ocurre hacer de esta reflexión un regalo, un regalo, sobre todo, para aquellos que no hayan recibido nada.

Existen muchas formas del dar que no necesariamente son regalos y creo que pocos  deslindan claramente cuáles de esas múltiples formas pueden propiamente considerarse regalos. Por ejemplo, «dar su merecido a alguien» no es un regalo. En nuestra lengua esta fórmula trae asociado el castigo: «recibió su merecido», se dice, indicando con ello que la persona sufrió un daño o un mal a la medida de sus faltas. Cuando, en cambio, se dice que lo recibido era «muy merecido» la connotación se torna positiva; sin embargo, si lo que a uno le dan es «muy merecido» tampoco es un regalo, pues lo que se quiere decir con «muy merecido es que ese bien, ese reconocimiento o premio que le dieron, se lo ganó. En suma, el regalo no guarda relación con el merecimiento. El regalo es por tanto lo que, al margen de lo que uno haya hecho o dejado de hacer es obtenido porque sí: el regalar es un dar gratuito.

Ahora bien, lo que se da gratuita o graciosamente se entrega sin esperar nada a cambio, el regalo no conlleva interés, se regala desinteresadamente: si alguien da algo por algún interés, más que regalo es una inversión. ¿Quien sabe cuántos de los regalos recibidos el día de hoy no sean más que meras inversiones? Inversiones enmascaradas con un moño y un papel bonito, de las que el donador espera recibir algo a cambio: un favor, un mejor trato, una muy provechosa negociación: el interés pervierte la esencia del regalo.

Si el regalo es un una dádiva desinteresada y gratuita, habría que reconsiderar que fue exactamente lo que hoy muchos recibieron… Pero, además, del desinterés y la gratuidad, el regalo posee otras implicaciones: una, muy obvia, es no esperarlo: si el regalo se da porque sí, debe de despertar sorpresa en quien lo recibe, de lo contrario, si quien recibe un regalo que está esperando, tiene una expectativa, sea porque se lo han prometido o porque el contexto social hace obligatoria la práctica de regalar (como es el caso de este día), entonces el donante no actúa por un impulso personal y espontáneo, sino que paga una promesa o es estimulado u obligado por una práctica social. No hay nada más contrario a la esencia del regalo que el llamado «intercambio de regalos»; práctica que puede resultar grata, pero no por ello, se da un regalo, más bien se efectúa un trueque, y se realiza un ritual que, como todos los rituales, es un automatismo obligatorio, ajeno por completo al acto de regalar propiamente dicho.

También conviene considerar el costo del regalo, ya que según sea su valor económico, este puede —pensemos en los casos extremos— provocar dos reacciones en quien lo recibe: por un lado es tan barato que el receptor, lejos de sentirse agasajado, le resulta tan poco significativo que lo toma con indiferencia, o puede ser tan costoso que se experimente incomodidad: una sorpresa sí, pero junto con el sentimiento de reciprocar. Y quizás no haya nada peor, dado el corazón humano, que hacer que el otro se sienta humillado, pues no siempre se poseen los medios como para estar a la altura del dadivoso que se excede. Dar y dar, y recibir y recibir crea una relación escalonada, en la que quien da mucho, sea por el valor o por la frecuencia, hace que quien recibe y recibe termine un peldaño abajo y, por alguna extraña naturaleza de las cosas: el dadivoso se siente con derecho a mandar y el otro, con la obligación de obedecer, esto —a la corta o a la larga— convierte la gratitud en odio o resentimiento.

Como puede observarse regalar es un arte muy complicado y los verdaderos regalos muy difíciles de elegir. Yo gratuitamente les brindo el regalo de este texto sin esperar nada a cambio, ni siquiera el favor de que me lean, y siendo una reflexión que, como toda reflexión, solo tiene el valor que cada quien es capaz de apreciar, espero que no despierte el encono de nadie. ¡Feliz Navidad!

Twitter: @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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