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Gustavo De la Rosa

25/12/2018 - 12:03 am

Del Cereso al Congreso

Un viejo amigo, Diputado por el PRI en más de dos ocasiones, me advirtió cuando resulté vencedor por el Séptimo Distrito de Juárez que “en el Cereso has dicho que conociste la perversidad certificada, ahora que vayas al Congreso la vas a conocer con grado de doctor”.

Cuando pisé por primera vez el Congreso me sorprendió la amabilidad y actitud amistosa de todos los diputados de oposición a Morena. Foto: Cuartoscuro

Un viejo amigo, Diputado por el PRI en más de dos ocasiones, me advirtió cuando resulté vencedor por el Séptimo Distrito de Juárez que “en el Cereso has dicho que conociste la perversidad certificada, ahora que vayas al Congreso la vas a conocer con grado de doctor”. Realmente no le creí, pues me parecía imposible: en el penal del que fui director había algunos detenidos que debíamos de tratar con sumo cuidado porque eran capaces de traicionar a su hermano si era necesario, aunque la mayoría de los casi 3 mil internos eran honorables, con delitos circunstanciales.

Cuando pisé por primera vez el Congreso me sorprendió la amabilidad y actitud amistosa de todos los diputados de oposición a Morena; ya no se acordaban de haber acusado a AMLO de ser un peligro nacional, todos eran sonrisas, abrazos y preocupación por la salud, “¿cómo están tus hijos?”, “México necesita un cambio”; así que deseché el consejo de mi viejo amigo, “tal vez él conoció el Congreso, pero no conoció el Cereso”, me dije.

Duré tres años como director del Cereso y, con auxilio del comandante Chávez, el subcomandante Olague y el profesor Abelardo, aprendí que a pesar de la actividad delictiva que habían tenido aquellos hombres, era posible tener acuerdos con ellos para mantener pacífica la vida adentro del penal.

En aquellos años, entre el 95 y el 98, en Ciudad Juárez había tres grupos de narcotraficantes, con un buen número de detenidos cada uno, por lo tanto era necesario tomar acuerdos con los más altos niveles internos de esos grupos para poder pactar la paz y el trabajo cotidiano en el reclusorio.

Ya que el gran negocio de los cárteles era la exportación de cantidades significativas de cocaína y mariguana a Estados Unidos, los detenidos de estas agrupaciones bien podían ser transportistas en grande, atrapados con 20 toneladas de cocaína, o transportistas menores, hombres y mujeres con cantidades inferiores a 50 kilos de cocaína o 500 de mariguana. Aunque ciertamente teníamos algunos sicarios, serán tema de otro momento.

Tampoco faltaban los enemigos mortales entre la población carcelaria, con quienes debíamos tomar cuidados especiales, pero había un grupo de particular cuidado, con el que debíamos trabajar con protocolos de seguridad más estrechos: los asesinos seriales, sociópatas, violadores patológicos, ladrones irrefrenables, violentos incontrolables y los adictos en los últimos momentos de la vida.

Sin embargo, prácticamente con todos los otros era posible tomar acuerdos e incluso discutir detalles muy minuciosos para celebrar convenios de coexistencia y de respeto a la vida, a las visitas dominicales y conyugales, además de respeto a los niños y ancianos, aunque fueran internos, y al personal de salud; hasta con los grupos de narcotraficantes y delincuentes comunes pudimos establecer convenios muy firmes, vigentes durante los tres años que estuve como director del penal: ellos se comprometieron a ordenar la paz interna, evitar riñas y complots para escapar, y yo les aseguré que el personal penitenciario se haría cargo de garantizar la seguridad de los miembros de cada uno de los grupos, darles buen trato, escucharlos en audiencia personal cada vez que fuera necesario y facilitar los trámites de libertades anticipadas cuando se hubiesen cumplido los requisitos. Todos ellos cumplieron y yo les cumplí.

Durante mis tres años como director del Cereso no tuve una sola fuga o motín, y sólo se presentó un homicidio anunciado, pero en ese caso la víctima no obedeció el protocolo de protección; sólo tuve cinco casos de delincuentes férreos que no cumplieron sus acuerdos particulares, ellos siguen presos en penales de alta seguridad.

Pero el Congreso, ¡ahh el Congreso! Aquí la clave está en los acuerdos estructurales, siempre en favor del buen Gobierno y el combate a la pobreza y a la desigualdad, y hay una sola forma de llegar a ellos: mediante el consenso (igual que en el Cereso).

En octubre nos reunimos con el gobernador y el delegado federal y llegamos a la misma conclusión de que deberíamos buscar el consenso, sin imposiciones mayoritarias ni de poderes, entre las fuerzas de Congreso y los poderes ejecutivos. Pero cuando llegó el momento de la aprobación del Paquete Económico, y después de buscar el consenso y limar diferencias por más de un mes, al PAN y al gobernador Javier Corral se les olvidó la gobernabilidad y el consenso cuando, al ver que sólo tenían entre 18 y 19 votos de los 22 necesarios para planchar, notaron que el PES ofrecía sus tres votos en Congreso al mejor postor.

Los panistas buscaron al nuevo coordinador del PES hasta por los callejones para convencerlo de apoyar el Paquete Económico del Gobierno así como venía, con errores de ortografía y de sumas incluidos, y Misael Máynez, a pesar de que durante toda la semana anterior había publicado diversas opiniones radicales en contra de la propuesta del PAN, voto contra sus propias palabras y a favor del PAN un día después. ¿Cómo lo convencieron? Con el enganche de una camioneta Yukon Denali 4×4, modelo 2015.

La corrupción rompió con la gobernabilidad.

El lunes 17 Máynez se opuso a la Ley de Ingresos y al Presupuesto de Egresos, el martes 18 votó a favor de la propuesta de Javier Corral, y el miércoles 19 amaneció en su cochera la camioneta, registrada a nombre de una particular; Misael sólo declaró que se la asignó el presidente del Congreso Fernando Álvarez Monje.

Esta fue la historia de un esfuerzo de gobernabilidad por consenso que terminó como carpeta abierta en el Ministerio Público; tenía razón el ex Diputado priista: los políticos son capaces de hacer lo que no hacen los delincuentes, porque sienten que su autoridad los protege. Días después vimos a otro Diputado, el único del Partido Verde, en una camioneta similar; aunque todavía no sabemos su origen, él también apoyó la propuesta de Corral.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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