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Diego Petersen Farah

25/12/2015 - 12:05 am

Lecciones de las elecciones de España

La fuerza antipartidos, representada en México por las candidaturas independientes, es la única que va a crecer en las próximas elecciones y la razón es la misma por la que en España creció Podemos: la incapacidad de los partidos para replantear un sistema económico excluyente y la complicidad de todos ellos frente a una corrupción galopante.

De izquierda a derecha: Pablo Iglesias (Podemos), Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos), el Presidente Mariano Rajoy (PP). Fotos: Twitter.
De izquierda a derecha: Pablo Iglesias (Podemos), Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos), el Presidente Mariano Rajoy (PP). Fotos: Twitter.

España está en un impasse de gobierno. Ante la imposibilidad de construir una mayoría legislativa hoy día no está claro quién será el próximo Presidente del Gobierno. Nunca había sucedido eso en la historia de la democracia española. Desde 1982 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP) se habían alternado el poder sin tocar el proyecto económico y manteniendo una relativa estabilidad, pero también una enorme complicidad en solaparse mutuamente la corrupción. La aparición del movimiento Indignados o 15 M (15 de mayo de 2011), a raíz de la crisis económica, puso en evidencia los límites de los partidos para hacer cambios en la política económica y dar respuestas a los nuevos retos de España. Los partidos no solo fueron incapaces de representar a este nuevo grupo de la sociedad, sino que eran parte del problema. 54 meses después Indignados, convertido en el movimiento electoral Podemos, tiene al gobierno español en vilo.

El proceso electoral del 2018 en México estará, igual que el reciente de España, marcado por el descrédito de los partidos políticos. A diferencia del sistema parlamentario español, en nuestro país no se requiere una mayoría legislativa para gobernar. El Presidente electo no está obligado a formar un pacto en el legislativo, ni tenemos, como sucede en la mayoría de las democracias maduras, una segunda vuelta que asegure que el Presidente sea electo con al menos la mitad más uno de los votos. Como se está configurando el escenario electoral, con cuatro partidos en el juego y la posibilidad de que exista uno o mas candidatos independientes, el próximo Presidente de México será electo con menos de 30 por ciento de la votación. No tendrá impedimento legal para formar gobierno, pero tampoco tendrá la legitimidad y la fuerza mínima para ejercer el poder.

La fuerza antipartidos, representada en México por las candidaturas independientes, es la única que va a crecer en las próximas elecciones y la razón es la misma por la que en España creció Podemos: la incapacidad de los partidos para replantear un sistema económico excluyente y la complicidad de todos ellos frente a una corrupción galopante. Ninguno de los partidos de oposición ha plantado cara al Presidente Peña Nieto con el tema de la “casa blanca”, pero tampoco lo han hecho con la Línea 12 en la Ciudad de México, que implica a funcionarios del PRD, o con la Torre de Luz del gobierno panista de Felipe Calderón, por citar solo algunos de los casos más escandalosos.

Si algo podemos aprender de lo que esta sucediendo en España es que los partidos han perdido la capacidad de representar a una buena parte del electorado y que, si no nos damos mecanismos de legitimidad, concretamente la segunda vuelta, lo que estamos asegurando para el futuro es un auténtico desgobierno.

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