María Rivera
25/08/2021 - 12:03 am
Criminales
"Ya sabemos que al Presidente López Obrador no le importa la vida de los niños, niñas y adolescentes. A él lo que le importa es “ahorrarse” el dinero de las vacunas que podrían protegerlos de enfermar severamente y morir".
Dentro de menos de una semana, las escuelas se reabrirán para recibir a los niños y adolescentes en las aulas y salones. A pesar de que nos encontramos en la cresta de la tercera ola de la epidemia, a pesar de que los niños no están vacunados, a pesar de que no hay las condiciones físicas en las escuelas, ni los mínimos protocolos de seguridad para abrirlas.
El Gobierno de México, encabezado por el Presidente López Obrador, decidió que los niños, niñas y adolescentes se expongan masivamente al riesgo de contagio por COVID-19, ellos que son, justamente, la nueva población de riesgo, la más desprotegida, por carecer de inmunidad inducida por las vacunas. Con datos falsos e información mentirosa, promueven el regreso, sin tener el más mínimo escrúpulo. Ya lo he escrito aquí, pero lo volveré a hacer porque la información oficial, la propaganda, mejor dicho, vertida por el Presidente y por el Subsecretario López Gatell, además de ser inmoral y totalmente carente de ética, es peligrosa. Transmite a los padres de familia, una idea falsa del riesgo de la enfermedad en niños.
Como lo apunta la información internacional, los niños y adolescentes se enferman de COVID-19 tanto como los adultos, es una mentira que se enfermen menos, como dijo el martes el Subsecretario López-Gatell en la mañanera. También, niños perfectamente sanos, no solo con comorbilidades, son susceptibles de desarrollar una enfermedad severa y morir, como ha sucedido en todo el mundo, aunque con menos frecuencia que en los adultos. Baste saber que en el país han muerto más de seiscientos menores, para entender que no, las muertes de niños y adolescentes no son “excepcionales”. Relativizar la tragedia para perpetuarla, con tal de no gastar en vacunas, es totalmente inmoral, no sobra decir.
Los niños y adolescentes también pueden desarrollar secuelas por el virus, como los adultos, capaces de afectar varios sistemas del cuerpo y de disminuir su calidad de vida. Desde daños neurológicos, cardiacos, gastrointestinales, psiquiátricos, hasta daños pancreáticos y renales, casi la mitad de los niños que se han contagiado están sufriendo algún síntoma de COVID persistente, apunta un estudio realizado en Reino Unido.
Sus datos se refieren, sin embargo, a la versión original del virus. Aún no hemos visto todas las consecuencias del contagio masivo por la variante Delta, que es más contagiosa y más severa, y que ha elevado tanto los contagios como las hospitalizaciones en la población pediátrica en el mundo. En Estados Unidos, el regreso a clases ya comienza mostrar ser desastroso: miles de alumnos en cuarentena o aislados, escuelas cerradas, adolescentes hospitalizados y aislados, despidiéndose de sus padres desde su teléfono.
Poco a poco, se va generando en la comunidad internacional información que apunta a que las secuelas de COVID-19 pueden convertirse en un serio problema de salud pública. Por ejemplo, en Inglaterra han tenido que abrir quince clínicas especializadas en esta enfermedad en niños y en Francia, estudios médicos han descubierto que los mismos daños cerebrales que se han encontrado en adultos que desarrollaron secuelas tras casos leves, se han encontrado en niños, en las mismas regiones del cerebro y con los mismos síntomas, graves y debilitantes. En niños y adultos, afectan el desarrollo cognitivo, y pueden postrarlos, en los casos más severos.
En México, sin embargo, las autoridades de salud no dicen nada de esto, y omiten por completo hablar de las secuelas que desde hace meses se han documentado en aquellos países que reabrieron el sector educativo. Quieren hacerle creer a los padres de familia, con mentiras, que la infección en menores es benigna y que es posible “un regreso seguro”. Lo cierto es que si los niños se contagian de COVID y desarrollan secuelas, no se puede hablar de ninguna seguridad y mucho menos de casos de “éxito”, en ninguna parte del mundo, mucho menos si mueren, así sea un solo niño.
Peor aún, en la Ciudad de México, planean no cerrar los planteles donde haya casos, para que no ocurra lo que en junio pasado, cuando ante contagios, se vieron obligados a cerrar las escuelas. La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, está determinada a permitir que el mayor número de niños se contagien para mantener la imagen de que es posible la reapertura y no asumir el costo político de los contagios. Le importa muy poco o nada, que esos niños vayan a desarrollar secuelas persistentes tras casos asintomáticos o leves que entorpecerán su desarrollo y les causarán mucho sufrimiento. Tampoco le importan las vidas de aquellos que enfermarán severamente y morirán. Cree que los niños son como cabezas de ganado, sacrificables, en su carrera por la Presidencia.
Estamos pues, ante un escenario potencialmente catastrófico y en el que los padres de familia deben defender la salud y la vida de sus hijos, tanto del virus, como de las decisiones, criminales, del Gobierno.
Ya sabemos que al Presidente López Obrador no le importa la vida de los niños, niñas y adolescentes. A él lo que le importa es “ahorrarse” el dinero de las vacunas que podrían protegerlos de enfermar severamente y morir. Tampoco le importa la vida de los maestros que requerirían una segunda dosis de la vacuna. Prefiere mandarlos a las escuelas a infectarse, y que se mueran y enfermen los que la suerte disponga, que claro, serán, nuevamente, los pobres.
“Son los caminos de la vida”, nos dijo, nos advirtió ya de manera macabra: que lloren en funerales y sobre ataúdes los padres, y se aguanten, que él no suelta un peso más de nuestro dinero, para salvar la vida de ninguno de nuestros hijos.
Es increíble, indignante, oprobioso, querido lector: estamos en las manos de criminales.
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