Para tomar una decisión: informarse. Luego a debatir. Ahora que la despenalización de la marihuana comienza a verse real, es importante leer dos libros como los que han sacado Eduardo Limón y Nacho Lozano. Sabremos que nunca nadie se murió por fumar marihuana y sí muchos tienen graves enfermedades por el azúcar. Carlos Martínez Rentería no da una visión sabia de la cannabis, ese pasto verde que no es el Diablo. Tampoco Dios.
Ciudad de México, 25 de agosto (SinEmbargo).- “Libertad”, fue lo que dijo la Secretaria de Gobernación del futuro Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, Olga Sánchez Cordero, al referirse a la marihuana y a su venta distribución en nuestro país.
Su enfoque será el tema de los derechos humanos y como tal habló de la despenalización de las drogas.
“Estoy convencida de que hay que empezar a hablar de una justicia transicional en este país, ¿qué tipo de justicia necesitamos para lograr la paz en México? No para Colombia, no para España después de su Guerra Civil. ¿Qué justicia transicional necesitamos para esta realidad que vive México? Siempre con las víctimas en el centro”, dijo la próxima funcionaria en una nota firmada por Shaila Rosagel para SinEmbargo.
Al menos hay una voluntad del Gobierno y sabemos que la despenalización de la marihuana (no hablemos todavía de todas las drogas) no será fácil, en un país con doble moral como es México.
Lo que es cierto es que la famosa y tétrica Guerra contra el Narco ha dejado a este país en ruinas con miles de desaparecidos, muertos, desplazados y un futuro que ahora se ve con esperanza (gracias a las últimas elecciones), pero muy complicado.
Así lo expresa el escritor Carlos Martínez Rentería, uno de los más defensores de la despenalización.
“La verdad es que el panorama se ve bastante positivo. Ya una funcionaria muy influyente en el próximo gobierno, Olga Sánchez Cordero, dijo que le interesa despenalizar a la amapola y a la marihuana. Un proceso de pacificación del país, la verdad sería muy interesante que se cumpla”, dice el escritor.
–¿Hay antecedente?
–Sí, claro. Los cuatro fallos a favor de amparos por la distribución y consumo de marihuana ya se cumplieron, faltaría alguna que otra jurisprudencia para que la perspectiva legal ya se despenalice. Falta todo un aparato de coordinación institucional para que se dé en todo el país.
–Sería interesante hacer como lo ha hecho Uruguay
–Esa sería una de las alternativas, me comentan que en Uruguay toda la producción de marihuana la maneja Monsanto. Desde luego que cualquier alternativa de despenalización se va a hacer mucho mejor que lo que vivimos ahora, dejándole al mercado negro, al narcotráfico, todo este negocio tan redituable. No hay nada más irresponsable, ridículo y grosero de parte del Gobierno mexicano que ir quemando los cultivos de marihuana, de amapola, de estar encarcelando a campesinos y a líderes campesinos, iniciando una guerra sinfín de violencia, de muerte, entre policías y narcos. Todo con una dinámica de corrupción, muy evidente.
–Monsanto es terrible, también
–Creo que es importante que nos quede claro el verdadero conflicto que se vive actualmente en un país como México. No es necesariamente por el consumo de amapola, de marihuana, por el consumo de drogas; el verdadero daño de muerte, económico, de descomposición social, es la prohibición. Salió más caro el remedio que la enfermedad, como se suele decir. La prohibición ya no se sustenta con ningún argumento en ningún país del mundo. La mejor prueba de todo esto la tenemos con la despenalización de la marihuana en 20 estados de la Unión Americana. Cruzas la frontera y están California y Arizona con la marihuana libre. Puedes comprar productos derivados de marihuana para usos recreativos o para lo que tú quieras, de manera legal. Por ejemplo, en California se calcula que el Gobierno recibe ganancias por más de 30 millones de dólares mensuales. Aquí es un absurdo que el Gobierno mexicano decida en gastar más dinero en policías, en cárceles, en esta inútil Guerra contra el Narcotráfico, mientras que en otros países ya la marihuana se logró convertir en un producto que puede generar ingresos legales tanto al Gobierno como a quienes estén involucrados en ese negocio. Hay una alternativa que es importante considerar que es el autocultivo, cuando ahora en una medida absurda se impone muchos años de cárcel para quien tenga su plantita de marihuana en el patio.
–Luego hay otras adicciones más duras
–Está el alcohol, que es tremendo y cualquiera puede morirse por un coma hepático, pero la verdad es que nadie ha entrado a un hospital diciendo que está pasado de marihuana.
–¿Cuáles son las causas de la prohibición?
–La prohibición no tiene ningún otro sustento: o la prohíben por ignorancia o por irresponsabilidad o porque hay una complicidad con el Narco. De otra manera no se entiende porqué está tan en boga la política prohibicionista. Yo espero que el nuevo Gobierno realmente se comprometa a despenalizarla, a generar todo un proyecto de liberación. En el caso de la amapola, la situación es peor aún, porque los usos derivados de los opiáceos, está comprobadísimo, cumplen0 un papel fundamental en los usos médicos actuales. En enfermedades como el cáncer, una de las sustancias que se usan como analgésico es la derivada del opio. México es un gran productor de amapola y es absurdo que esté prohibida. Son muchos millones lo que gastamos en el sector salud en importan todas las medicinas derivadas del opio, cuando en realidad la podríamos estar haciendo acá.
LOS DOS LIBROS QUE LLEGARON A NUESTRA REDACCIÓN
Este mes han llegado dos libros a nuestra redacción. Uno es Historias verdes (Ediciones B), de Eduardo Limón y Mariguana a la mexicana (Grijalbo), de Nacho Lozano. Son periodistas conocidos, que no se centran solamente en la difusión y en la defensa del cannabis, por eso nos llamaron la atención.
Son periodistas que en algún momento decidieron adentrarse en la marihuana, en la prohibición, en la despenalización, para poder informar e informarse sobre temas que creemos saber, pero no demasiado.
Aquí, en México, circula la revista Cáñamo, subsidiaria de la revista del mismo nombre que se saca hace 20 años en España. En julio del año pasado, la Comisión Calificadora de Libros y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación, les dijo no y prohibió el derecho a la libre expresión. No obstante sus editores, Leopoldo Rivera, Julio Zenil y Carlos Martínez Rentería, siguen peleando por sus derechos y mientras tanto, estos libros ayudan a entender un poco más.
Escritores, músicos, científicos, promotores culturales y hasta tres dealers se dan cita en las páginas de Historias verdes para hablar del singular momento en que se encontraron con la mítica planta. Cada uno crea una crónica de su vida a partir de ese episodio; leer estos testimonios resulta pertinente frente al debate de la posible legalización de la mariguana en México.
–¿Cómo nació este libro?
–Cuando estaba en canal 22, yo preparaba un programa que era a base de sustancias. Estaba reuniendo varios libros y se encontraba centralmente Marihuana y salud, de Juan Ramón de la Fuente. Al terminar el libro me vino a la cabeza la ratificación científica de que la marihuana –si bien no inocua, que no lo es- tampoco es una sustancia que represente graves daños a la salud, que ya representan el alcohol y el tabaco, que son alucinógena legales en México. Qué padre sería platicar con amigos o con gente que yo conozco, hablar de la marihuana en forma normal. Sería muy interesante y comencé a diseñarme una curaduría de personajes que se me hacían muy interesantes. Son personas que se han mantenido lejos de la marihuana, a raíz de esta clase política que por suerte estamos dejando atrás y que habló como de una sustancia alucinógena, que te transforma por completo el comportamiento, que te hacen ver cosas que no están en la realidad, que era adictiva, que era perjudicial para la salud, ¡un peligro! La gente que yo conozco no sólo no piensa eso, han continuado con sus vidas funcionales y corrientes.
–Me siento identificada con Joselo y soy muy sensible. Por eso no uso drogas…La marihuana se lleva muy bien con el alcohol, con la heroína, con la cocaína. No coincido con Xavier Velasco que dice que uno es adicto y la sustancia no…
–Fíjate que en la entrevista que me concedió Xavier Velasco, yo como consumidor emboné con esa idea. A lo largo de la vida me ha tocado conocer a gente que trae muchos problemas y que las drogas tienen que ver con su proceso, con lo que han vivido. Cuando Xavier dice que “el hongo no es grueso” o que “el gallo no es decadente”, el grueso o el decadente eres tú. Fíjate en la mirada melancólica de Amy Winehouse o de la sonrisa de lado a lado de Keith Richards. Ambos son adictos.
–Bueno, pero hay sustancias y sustancias
–No, claro, las sustancias causan daño a la salud. En el caso de la marihuana, cuando no tienes construido tu sistema nervioso central, cuando eres menor de edad, te puede generar broncas, problemas como la esquizofrenia o como las disfunciones maniáticas. Cuando eres mayor de edad, las cosas cambian. Compay Segundo fumó tabaco a los 9 años y no le dio nada en los pulmones. Hay tantos factores alrededor. La marihuana y todas las otras sustancias algo te van a causar, pero en ese sentido podemos decir: Vivir es peligroso para la salud. El azúcar puede ocasionar una bronca tremenda. Al final –como dice Joselo- todo es como en la vida, hay que irle calando.
–Entrevistas a Paco Taibo II
–Sí, él admite que la coca cola y el cigarrillo son sus adicciones. El libro explora en general todas las adicciones y por eso Joselo dice: mi droga fue el alcohol. Para separarme de él, tuve que dejar. En el caso de Paco, me parece muy lúcida la frase que me menciona casi al final. “Yo estoy a favor de la despenalización, pero en contra del consumo”.
–¿Haces una entrevista a los dealers? Algo complicado…
–Sí, sin duda. Uno de los dealers que entrevisto vive con un miedo constante a que lo pesquen. En el caso del otro es un personaje que tiene suficiente dinero y ninguna capacidad de vender, por eso él la regala. Arma fiestas para regalar la marihuana.
–La despenalización de la marihuana la trae Andrés Manuel López Obrador. Parece que será una realidad
–Ojalá. Lo que siempre te pasa con sustancias ilegales. Son chafas, nunca puedes saber qué te dan. Cuando la legalidad llegue, los consumidores consuetudinarios que hay en este país (de 5 a 7 millones, aproximadamente) vamos a recibir el inmenso beneficio de alejarnos del crimen organizado. Ir a un dispensario o a una farmacia será como un baño de agua pura de liberación. Además, a cambio de legalidad y claridad estamos dispuestos a pagar un impuesto, para instrumentar un montón de programas sociales que serán un beneficio para toda la nación.
Fragmento de Historias verdes, de Eduardo Limón, con autorización de Ediciones B
Prólogo
El prohibicionismo es persistente. En Estados Unidos hay avances más que significativos en la despenalización de la mariguana y también se bebe con fe, como para recordarnos cotidianamente que la ley seca fue un fracaso monumental, pero hay cientos de condados en los que se prohíbe la venta de alcohol —sobre todo en el sur, que tanto y tan buen bourbon produce—, y otros en los que la religión impone su ley los domingos, que tienes que pasarte sin una cerveza como adelanto de ese infierno que probablemente merecemos. En Uruguay triunfó la despenalización y la venta regulada de cannabis, pero los bancos, recientemente, han tratado de imponer un boicot que pondría en riesgo el futuro de ese triunfo de la razón. En México, mejor ni hablar. No padecimos los 13 años de la ley Volstead que sufrieron los gringos, sin embargo tenemos y hemos tenido brotes de prohibicionismo local, tiro por viaje. Eso es, por ejemplo, la ocurrencia cíclica, vertical, paternalista, de imponernos la ley seca los días de elecciones, o la prohibición alcohólica impuesta por Cuauhtémoc Cárdenas en Michoacán, o la de los zapatistas en Chiapas, justificada con procedimientos de democracia a mano alzada.
Eso, la persistencia de las pulsiones prohibicionistas, es lo único que me hace dudar un poco del optimismo que permea este libro, un optimismo que, por lo demás, comparto en lo esencial. Me refiero al optimismo derivado de la certeza de que —lo planteo en estos términos— los historiadores de las próximas décadas voltearán hacia el siglo XX mexicano y dirán: “¿Pueden creer que a esos pinches locos se les ocurrió penalizar el consumo de mariguana? ¿En qué estarían pensando?”.
Una certeza que comparten los protagonistas de este volumen, varios de los cuales ya peinaban canas en el siglo XX, un tiempo que ahora vemos como remotísimo y en el que sin embargo ya habían tenido el buen sentido de levantar la mano y decir: “¿Qué tal que discutimos a fondo la pertinencia de la prohibición? ¿Qué tal que no la damos por buena así, a priori? ¿Qué tal que nos quitamos las anteojeras y tratamos de ver las cosas como son, y no como los políticos condescendientes, patriarcas severos, decretaron que tenían que ser?” Porque sí, éste es un libro rigurosamente antiprohibicionista, un libro que no esconde la mano luego de tirar la piedra.
No es, a diferencia de las muchas otras obras necesarias, pertinentes, sobre este tema, una obra exclusiva de especialistas y académicos. Eduardo Limón, un hombre dedicado por más años de los que quisiera aceptar el periodismo cultural, decidió dar voz a una pluralidad de personajes que incluye a músicos que son escritores o no, a escritores-escritores, a escritores que hacen cómics, a algún científico y hasta a un dealer. Hay quienes fumaron mota y ya no fuman, quienes no amanecen sin fumar, quienes nunca fumaron pero bebieron como hooligans, quienes son abstemios universales y quienes prefieren otro tipo de sustancias, algunas incluso más potentes. Gran idea. Entre la crónica personal y la reflexión, esa pluralidad de voces refleja no sólo puntos de vista sensatos, razonables, agudos, sobre el consumo y su penalización, sino también el modo o los mil modos en que eso que llamamos la cultura mexicana, llamémosle los estamentos creativos, se relacionaron en la calle o en la intimidad, a distancia o directamente, con una vieja compañera de ruta, una planta que ha estado y estará aquí, prohibiciones o no, a nuestro lado.
Este mosaico testimonial convierte a Historias verdes en algo más que un libro sobre la mota. Es un retrato de época o épocas: de ésta, en la que por fin empezamos a discutir el tema con amplitud, con información, pero también de las pasadas, las de la prohibición sin cortapisas, las oscurantistas, las de la persecución policiaca contra el greñudo que pasaba por la calle equivocada a la hora equivocada, o sea, por casi cualquier calle y casi a cualquier hora. Es un libro que tendrá valor para esos historiadores del futuro, como para los sociólogos y los antropólogos, por lo que cuenta de nuestros usos sociales, de nuestros constructos culturales. De nuestros hábitos.
Es, en fin, un libro que habla de ti, lector. De mí. De nosotros. Como todos los buenos libros.
Julio Patán. Escritor y periodista
Presentación
El pasado suele teñir los recuerdos con un aura de ingenuidad. Mirar cualquier cosa a través del filtro del que la provee el tiempo diluye un poco sus aires de trascendencia y disminuye sus ínfulas de actualidad. La playera de manga tres cuartos que usamos en la secundaria como emblema de la moda, hoy se mira francamente extraña. Los zuecos de madera durísima y cintas plásticas de colores chillantes que nuestras hermanas lucían orgullosas antes de salir a sus primeros reventones (que se llamaron tardeadas en aquel pasado), hoy son sólo una referencia que sirve para explicar zapatos mucho más cómodos, mismos que con el paso del tiempo serán superados por algún nuevo tipo de diseño que en unas décadas hará lucir el de hoy como la curiosa muestra de lo que, en otro momento, supusimos era el pináculo del calzado. Los sonidos de la música que nos ha gustado, el diseño de los libros que conservamos, los relojes en los que consultamos el paso del tiempo luego serán distintos. Lo que hoy es presente perderá su nitidez conforme pasen los meses y los años y su lugar siempre será ganado por el momento actual del mundo. Ningún tiempo pasado fue mejor: en todos lucimos fuera de moda, tanto en usos como en costumbres.
“¿Te acuerdas de cuando no podíamos votar?”, le dice una viejecita a otra, y aquella, mirándola perpleja desde un par de ojazos grises —uno más grande que el otro— responde: «No, ¿cuándo fue eso?». El maestro universitario que poco a poco fue acostumbrándose a la imagen ya se siente incómodo cuando algún colega del ayer le recuerda lo mucho que le sacaba de onda mirar a dos chavos —o a las dueñas de los dos mejores promedios de su materia— besándose en cualquier lugar. Lo pasado siempre se mirará ingenuo.
Estas páginas quieren apostar por ser leídas en el futuro, cuando el contenido de este libro no importe ya a nadie más que para reírse un poco. En ese tiempo que aún no es, alguien quizá eche un vistazo a este texto con un churro —un join, un toque, un pequeño porro, un alegre gallo— entre sus dedos sin temer que nadie lo persiga por fumárselo en donde mejor le parezca. Ojalá. Este libro teñido de ingenuidad será muy feliz ocupando su lugar en el librero del futuro, cuando la mariguana y todas sus formas de consumo, incluso la recreativa, sean completamente legales y su compraventa, intercambio, distribución y cultivo se hayan convertido en aspectos que se encuentren completamente normalizados en este país, donde desde hace décadas se consumen de forma legal drogas mucho más dañinas.
En el pasado en el que este volumen ha sido escrito, diversos teóricos de la despenalización han concluido que lo que mata no es la mota, sino las balas destinadas a evitar que la gente la consuma. Es como el cuento de la abuelita regañona que antes de salir prohíbe a sus nietos que se trepen a la alacena para alcanzar la azucarera. El cuento termina cuando la ancianita regresa y encuentra la azucarera vacía y rota sobre el piso mientras todos sus nietos (que al escucharla llegar han huido para salvarse) son finalmente hallados para enfrentar las guamizas que, en el pasado desde el que esto se ha escrito, suelen dar las abuelas a los nietos necios que ni advertidos por la prohibición dejaron de ser tentados por el dulce satisfactor de la sacarosa. El problema es que, en este país, la policía y el ejército distan muchísimo de parecer abuelitas regañonas y muchísimos nietos que trataban de averiguar qué diantres tenía de bueno esa azúcar tan prohibida han truncado sus vidas y visto descomponer sus futuros al ser capturados por causa de ejercer un acto que, en todo caso, sólo iba a saciar su curiosidad y muy probablemente a provocarles un momento de placer… con lo caro en todos sentidos que sale el placer en este pasado.
La despenalización de la mota no será la panacea que traiga consigo un descenso de la violencia generada por el narcotráfico, pero sí, como razona Paco Ignacio Taibo II en la entrevista que le corresponde dentro de este libro, representa un acto...
Mariguana a la mexicana, de Nacho Lozano, editado por Grijalbo, es un libro que disecciona qué es la mota y cuáles son sus efectos, no sólo en las personas, sino también en la sociedad. De este modo nos recuerda que nadie nunca ha muerto por sobredosis de yerba, que su afectación social es mucho menor que la del tabaco, y cómo es que, hoy en día, sólo cinco mexicanos pueden sembrar, cosechar, transportar y fumar mois...
¿Qué implicaría legalizar la mariguana? ¿Cuál es el costo de no hacerlo?
–¿Qué te proponías con este libro?
–Este libro nació a finales del 2015, la intención era sobre todo hablar de las víctimas y de las historias alrededor de la marihuana, ese arbusto verde que a la mayoría de las familias le dijeron que causaba daño, te destruye la vida. Me cansé de esa criminalización contra los usuarios, ese estigma que existe alrededor de todos ellos y que en buena medida tendría que desvanecerse, poniendo atención en las historias. Hay muchas cosas que hacen daño como el tabaco, el alcohol, el azúcar...
–Es mucho más terrible el tema del azúcar que cualquier otra sustancia
–Ahí están las cifras del daño que provoca el azúcar y las enfermedades que genera. En la historia de la humanidad no ha habido una sola muerte que se le pueda atribuir a la marihuana. Vámonos entendiendo, entonces. Vamos a poner en perspectiva todas esas cosas que no son más que mentiras y prejuicios. Y después discutamos. La planta nos ha acompañado durante milenios y hay mucha gente que le da vergüenza, que no quiere ser descubiertos. Hay miles de casos que están en cárceles mexicanas acusados de ser consumidores, de que no es un delito y que la Ley Federal de Salud te permite portar 5 gramos. Cuando un acusado le dice a un policía que no lo puede llevar porque tiene menos de cinco gramos y el policía le contesta: lo que no tengas, te lo encuentro. Si no pagas la mordida, vas a terminar en la cárcel y te voy a acusar de tener kilos y kilos de marihuana. Así comienzas a formar parte de esta narrativa de la Guerra contra las Drogas. Entrevisto a gente de la cárcel, a la gente que vive por la marihuana, que han sido pacientes, la idea es dar información para tener una discusión más informada más allá de las modas.
–Tienes un capítulo titulado "Doctora Marihuana"
–La intención es presentar la evidencia científica. Aunque México se la pase mirándose su propio ombligo, se dará cuenta de que está en un error. Afuera hay gobiernos, marcas, científicos, que desarrollan remedios alrededor de la marihuana. Está el caso de las familias que comprometen su realidad económica por hacerse de productos cannábicos que aquí no se consiguen. Cuento la historia de una señora que ilustra como la red de corrupción alrededor de estos productos compromete la salud. Ella tiene que enfrentar una vida en donde este país no le garantiza el derecho a la salud. Muchos tiene que pagar mordidas de la aduana, tienen que pagar grandes cantidades de dinero para estos productos.
–¿Qué cosas te ha cambiado hacer este libro?
–En primer lugar, informarme. Crecí en una familia donde tiene mucho valor la información para después poder tomar una decisión con libertad. Mis papás son académicos, tuve esa formación. Lo que he visto en los últimos años es tomar decisiones a partir de las creencias. Lo que ha cambiado en mí es la posibilidad de tener mejores fuentes. A este país le falta participar y para eso hay que informarse.
–México es un país moderno, muy cerca de Europa y de los Estados Unidos, pero a veces sus medidas parecen del siglo XIX
–Yo no creo que México sea un país moderno. Ha desarrollado, ha construido, una guerra contra la marihuana basada en mentiras, en el dolor de las víctimas. No ha privilegiado a la verdad. Somos un país parecido a su clase política, porque su clase política nació de la cultura de la discriminación mexicana. Por eso discriminamos a los desaparecidos, a los asesinados, por este clima de violencia que vive México merced a la "Guerra contra las drogas".
Fragmento de Mariguana a la mexicana, de Nacho Lozano, con autorización de Grijalbo.
Capítulo 1: Así es la mota
Parece como si del cáñamo se elevara un espíritu desenfrenado que circulara alrededor de las piernas y ascendiera turbio hasta la mente. Charles Baudelaire
Simplemente me harté. Muchos la fuman y pocos la conocen. No exagero al decir “pocos”. Es tal la desinformación sobre la mariguana que hablar de ella es referirse a algo sombrío, una cosa monstruosa, una nube verde que a ratos arranca sonrisas y tranquiliza, un secreto que nos hace cómplices, un delito que cometemos. Es el elefante verde en la habitación. Fumar mariguana en este país es muy común, pero poco público. Es un clóset verde, una suerte de homosexualidad a la mexicana porque se oculta; es una adicción que encubrimos por muchas razones. La mariguana es una apestosa adicción que delata al que se esconde. Un clóset verde del que salimos y entramos a oscuras, a tientas, con poco tacto y menos datos científicos. Puro chisme, puro mito, puras mentiras e invenciones. Ante la ausencia de información recurrimos a la creatividad, la imaginación y los mitos. Por eso es importante llenar esos vacíos con datos verificables y con historias con nombre y apellido. ¿Quieren saber qué fuman sus hijos? ¿Por qué dicen que sabe rico?
Reparemos un instante en lo que sabemos de la mariguana. Pongo mi palabra en que prácticamente todos los juicios sobre ella son negativos y si los desmenuzamos no se sostienen con ninguna base científica, son más bien opiniones morales. Por eso me harté: mucho odio y poca información. Y como yo me dedico a contar historias en radio y televisión, que reporteo y contextualizo, puse manos a la obra: ¿Qué fregados es la mariguana? ¿A quién se le ocurrió criminalizarla? ¿Dónde se consume en libertad y dónde se vuelve un demonio desatado que salpica sangre y produce violencia? ¿Cómo se consume? ¿Para qué la consumimos? ¿A qué sabe y por qué nos enseñaron a aborrecerla?
Luego escuché a gente decir: “Quiero encontrar un libro que puedan leer mis hijos”, “un libro sin choros”, “quiero historias reales, no inventos”, “un libro que no me dé hueva… ni miedo”. Noté que a las redacciones de noticias de los medios de comunicación donde trabajo llegaban cientos y cientos de preguntas y advertí el interés por la discusión que en los últimos años suscita la mariguana en México. Las redes sociales se inundaban de memes que se burlaban de la Suprema Corte de Justicia cuando les dio un amparo a cuatro integrantes de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (SMART) (ya hablaremos de ellos), o del presidente Enrique Peña Nieto cuando contó el día en que sus hijos le preguntaron: “¿Entonces ya podemos echarnos un churro frente a ti?” El público escribía: “¿Ya la podemos fumar en la calle?”, “¿seremos un país de zombis adictos?”, “¿entonces sí hace daño o no?”, “pero la mota ya mató a millones, ¿cierto?”, “yo tengo un familiar enfermo al que le hizo bien”, “la mariguana te deja el cerebro frito”, “¿por qué no metemos a todos los pachecos a la cárcel y listo?”
Decidí investigar y preguntar. El resultado fue este libro que reúne datos e información reciente sobre la mariguana y lo que los expertos saben hasta el día de hoy. Platiqué con quienes la fuman y con quienes ni porque les pagaran la olerían tantito; con quienes están en la cárcel acusados de un delito que no cometieron; con políticos, abogados, productores de televisión, ministros, empresarios, dealers, doctores y científicos que apoyan y rechazan su regulación; aquí hay historias de pachecos que no son delincuentes y que tienen una historia de éxito qué contarnos; y por supuesto incluí los argumentos de quienes no quieren que se regule la mota porque creen que la sociedad se pervertirá y fracasará.
La información y las historias, espero, servirán para tomar las mejores decisiones a la hora de terminar con la violencia en la que estamos sumidos, mientras otros países han decidido regularla y generar empleos y miles y miles de millones de billetes verdes que se invierten en salud y educación públicas. Aquí hay divertidas experiencias de México y de otros países. Nunca me aburrí mientras preguntaba y espero que se note en las páginas por venir. Conocer tiene su dosis de diversión.
Afortunadamente en México hay investigadores, historiadores y académicos de primer nivel que desde hace años, junto con activistas por los derechos de los consumidores, han investigado a profundidad esa nube de humo coqueta. Leerlos y preguntarles fue imprescindible.
Les voy a contar historias que estrujan el corazón y otras que enardecen las pasiones a favor y en contra del uso personal de la mois. Y de eso se trata: de dialogar, debatir, pero al final del día, de regular. Porque México es potencia mundial en la tarea de diagnosticar, pero está por el caño cuando se trata de hacer leyes de avanzada.
Si se me permite la metáfora, México está postrado en una camilla con la cara de un enfermo terminal. Por sus venas corren violencia, corrupción, desinformación y algunas leyes que lo envenenan, y a la par existen reformas que nadie le quiere inyectar para acelerar su recuperación. Lo esperanzador es sin duda el diagnóstico que cuelga al pie de la cama: el paciente tiene altas probabilidades de curarse y seguir con vida. Espero que eso ocurra pronto.
Empecemos por echarnos un clavadito en el mar del cáñamo para descubrir a ese “espíritu desenfrenado” del que hablaba Baudelaire y cuáles son sus efectos. Pero tranquilos, relajen la raja, no habrá choros. Se trata de entender la información que existe y no confundirnos. Lleguémosle al asunto con algunas definiciones de la palabra “droga”.
Según la Organización Mundial de la Salud:
Droga: término de uso variado. En medicina, se refiere a toda sustancia con potencial para prevenir o curar una enfermedad o aumentar la salud física o mental; y en farmacología es toda sustancia química que modifica los procesos fisiológicos y bioquímicos de los tejidos o los organismos.
En el lenguaje coloquial, el término suele referirse concretamente a las sustancias psicoactivas y, a menudo, de forma aún más concreta, a las drogas ilegales. Las teorías profesionales (p. ej., “alcohol y otras drogas”) intentan normalmente demostrar que la cafeína, el tabaco, el alcohol y otras sustancias utilizadas a menudo con fines no médicos son también drogas en el sentido de que se toman, al menos en parte, por sus efectos psicoactivos.1
Aquí viene la Real Academia Española:
Del ár. hisp. hatrúka; literalmente “charlatanería”.
- f. Sustancia mineral, vegetal o animal, que se emplea en la medicina, en la industria o en las bellas artes.
- f. Sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno.
- f. Actividad o afición obsesiva. El fútbol es una droga.
- f. Medicamento.
- f. Can. y Méx. Deuda, a veces la que no se piensa pagar.
- f. Ur. Cosa aburrida, tediosa o de mala calidad.
- f. desus. Embuste, ardid, engaño.
Y luego incluye estos conceptos:
Droga blanda
- f. droga que no es adictiva o lo es en bajo grado, como las variedades del cáñamo (mariguana) índico.
Droga de diseño
- f. droga obtenida mediante ligeras modificaciones químicas a partir de otra para obtener especiales efectos psicotrópicos.
Droga dura
- f. droga que es fuertemente adictiva, como la heroína y la cocaína.
De acuerdo con los datos más actualizados, la mariguana encaja muy bien en las anteriores definiciones, incluso con la de estupefaciente, que es “lo que aturde al usuario”. La mariguana es una droga de sustancia vegetal que, como veremos en los capítulos siguientes, tiene derivados curativos, pero también estimulantes psicoactivos. Es una droga blanda.
No nos asustemos, la mariguana es una vieja amiga del ser humano, porque tiene más de 10 000 años conviviendo con nuestra especie. Son 180 millones de personas las que se pachequean en el mundo cada año.2 En 2012, por ejemplo, se estimó que entre 125 y 227 millones de personas consumieron mariguana, lo que representa entre 2.7 y 4.9% de la población de entre 15 y 64 años de edad.3
En algunos organismos actúa sobre el sistema nervioso, aunque existen estudios que sostienen que potencia o degrada —dependiendo de su uso o abuso— el desarrollo físico e intelectual del ser humano. Hay especialistas e investigadores clavados en lo anterior, publicando sus avances y agarrándose del chongo mientras dan a conocer sus resultados por medio de diversos artículos de divulgación.
¿Saben cuántas personas en la historia de la humanidad han muerto de una sobredosis de mariguana? Ninguna. La mariguana por su simple consumo no mata a nadie, pero eso no quiere decir que sea inocua. Ya descubriremos los detalles.
Hoy podemos encontrar infinidad de estudios que señalan que el consumo de la mota puede incrementar el riesgo de adicción, problemas pulmonares, deterioro de la memoria y problemas de desarrollo psicológico, tanto en adultos como en menores de edad. Pero ningún estudio es definitivo y en cambio se sigue discutiendo e investigando a la mariguana por todo el mundo. Eso sí, hasta donde los científicos se han puesto de acuerdo, la mota altera el estado de ánimo y las sensaciones. El que abusa de ella puede desarrollar adicción, lo que resulta la única afectación en la que el mundo de la ciencia coincide de entrada.
Entonces entendamos qué significa “adicción”:
Del lat. addictio, -ōnis “adjudicación por sentencia”; cf. adicto.
- f. Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico.
- f. Afición extrema a alguien o algo.
Se trata de una enfermedad primaria con afectaciones cerebrales en las que el individuo tiene la necesidad, orgánica o psicológica, de repetir conductas que escapan de su control.
Adicto o adicta significa:
Del lat. addictus “comprometido”, “sujeto, obligado”.
- adj. Dicho de una persona: Que tiene adicción a algo o a alguien.
- adj. desus. Unido o agregado a otro u otros para entender en algún asunto o desempeñar algún cargo o ministerio.
Hay básicamente dos tipos de adicción:
De conducta: que como ejemplo incluye la adicción al juego, al trabajo, a la religión, a los videojuegos, a la pornografía, etcétera.
De ingestión: son aquellas adicciones químicas a alguna droga como la nicotina, el alcohol, la mariguana, el opio, pero también puede haber adicción a la comida, a las bebidas azucaradas, entre otras.
Las conductas adictivas pueden ir sumándose y coexistir varias al mismo tiempo.
Los usuarios de la mariguana pueden experimentar psicosis aguda, alucinaciones y afectaciones a la memoria de corto plazo aunque, una vez más, “está aún por comprobarse científicamente”, según la doctora Herminia Pasantes, investigadora científica en Neurociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con más de 50 años en el campo. Sabemos que al fumar mariguana la sustancia psicoactiva pasa por los pulmones, luego por los canales sanguíneos para finalmente hacer de las suyas en el cerebro.
Entre los efectos inmediatos están:
Apetito
Aumenta la percepción sensorial
Causa risa y ansiedad
El corazón late más rápido
Entorpece el equilibrio y la coordinación
Experimentación de euforia
Los bronquios se relajan y se ensanchan
Puede causar temor, desconfianza o pánico
En el cerebro incide en los siguientes órganos:
Hipotálamo: controla el apetito, el nivel hormonal y el comportamiento sexual
Ganglios basales: control y la capacidad de planear el futuro
Hipocampo: memoria y habilidad intelectual
Cerebelo: centro motriz y de coordinación
Neocórtex: información sensorial y funciones cognitivas5
En México nos encanta hacernos bolas y por eso creamos diversas interpretaciones conceptuales sobre la mariguana: que si para las autoridades su prohibición es la razón de ser de sus agencias de combate al narco; que si para los activistas su libre uso representa una conquista para los derechos humanos; que si para algunos pacientes es la esperanza de una mejor calidad de vida en medio de su padecimiento; que si para los narcos sigue siendo un jugoso negocio; que si para lo legalizers es la oportunidad de salvar vidas, arrebatarle el negocio al narco o regular el uso de una droga que no causa tanto daño como el alcohol y el tabaco; que si para los prohibicionistas es un tercer vicio que podría ser aceptado (además del alcohol y el tabaco), pero que no necesitamos en nuestra ya de por sí pervertida sociedad mexicana. Esas posiciones las conoceremos a detalle en las siguientes páginas, pero antes habrá que divertirnos con algo de historia.
Hipócrates (460-370 a. C.) y Galeno (130-216 d. C.), los meros meros fundadores de la medicina científica, fueron los que comenzaron a reflexionar a fondo sobre el concepto de droga, cada cual en su época, por supuesto. De ellos sabemos en resumen que una droga es “una sustancia que en vez de ‘ser vencida’ por el cuerpo (y asimilada como simple nutrición) es capaz de ‘vencerlo’, provocando grandes cambios orgánicos, anímicos o de ambos tipos”. Ahora que si lo que estamos buscando es una definición con la que podamos impresionar al que tengamos enfrente, traigamos a cuenta a los griegos, para quienes droga tenía relación con la palabra phármakon que era “un veneno” o “un hechizo” y que más tarde sería perseguido por diversas religiones, particularmente las de origen cristiano, que veían en las drogas (o lo que ellos convenientemente catalogaban como drogas) el binomio de los herejes que luego resultaban ser un exquisito manjar para los torturadores y “leña humana” para las hogueras medievales.
La Organización Mundial de la Salud, como escribí antes, señala que “droga” es toda aquella sustancia natural o sintética que al consumo altera las actividades mentales y físicas, por eso es importante distinguir cannabis, de cáñamo y mariguana.
Para evitarnos confusiones, preparé un esquema con las definiciones que se derivan de la cannabis:
Cannabis
Es la planta del cáñamo en su totalidad. Es dioica, o sea que las plantas pueden ser masculinas o femeninas. En 1753, Carlos Linneo la bautizó así, del griego Kannabis y del latín cannabum, que significa caña.6 Nació en Asia Central, aunque hoy se cultiva en muchas partes del mundo. El español Pedro Quadrado, uno de los conquistadores de América, la trajo por primera vez al Nuevo Continente en el siglo XVI, encomendado por la corona española para sembrarla.
Mariguana
Los mexicanos la bautizamos así en 1895, según algunas versiones que la ubican en libros y tratados científicos, aunque su nombre se hizo popular durante la Revolución mexicana. Lo que conocemos como mariguana es la parte de esa planta que incluye características psicoactivas y medicinales, como el tetrahidrocannabidol.
Tetrahidrocannabidol (THC)
Los científicos lo conocen como el delta-9-tetrahidrocannabinol, Δ9-THC. Su descubrimiento se lo debemos a Yechiel Gaoni y a Raphael Mechoulam, quienes en 1964 aislaron el THC de la cannabis durante sus estudios en el Instituto Weizmann de Ciencias, en Rejovot, Israel. Es el componente psicoactivo primario y su concentración varía con el tipo de cannabis. Es similar a los químicos cannabinoides que nosotros, sí, nosotros, producimos de por sí. El THC se puede conectar con los receptores cannabinoides que se encuentran en nuestras neuronas; provoca la pachequez causante de diversos efectos eufóricos y disfóricos.
Cannabidiol (CBD)
Es uno de los más de 85 componentes activos de la mariguana. Es una molécula fitocannabinoide. El cannabidiol ha demostrado tener diversos beneficios médicos. A diferencia del THC, no produce efectos psicoactivos e incluso puede llegar a contrarrestarlos.
Cannabinoides
Son células que tenemos por todo el cuerpo, principalmente en el cerebro. La mariguana cuenta con estos neurotransmisores que se mandan mensajes químicos con nuestras células nerviosas (o sea, las neuronas), que son receptores cannabinoides, los CB1 y CB2. Esto provoca que en el cerebro, por ejemplo, esas células nerviosas alteren su funcionamiento y su comunicación entre sí.
Receptores cannabinoides
Abundan en las partes del cerebro que se encargan de que nos movamos, coordinemos, aprendamos, memoricemos, juzguemos y sintamos placer, por mencionar algunas labores cerebrales.7
Semillas y hojas
Las semillas y hojas del cáñamo contienen 0.3% de THC.
Concentrados
Son el resultado de la extracción de los cannabinoides más potentes de la planta, dejando de lado la clorofila y el material vegetal extra de las plantas. Dado que son concentrados, ofrecen reacciones rápidas y concretas para diversos usos, ya sean medicinales o lúdicos.
Productores
Básicamente existen dos tipos: los que legalmente y con ayuda de la ciencia perfeccionan combinaciones para lograr una gran variedad de plantas a partir de las exigencias de los consumidores que pagan por mejor calidad, y los que desde la ilegalidad del crimen organizado la producen y la trafican en un marco de violencia y cuya calidad no siempre es la mejor. Sí, en 2018 México se encuentra en ese lado de la historia, ni modo.
De acuerdo con la investigación hecha por Ricardo Pérez Montfort,9 la palabra “mariguana” tiene, por lo menos, cinco explicaciones sobre su origen:
La primera establece que proviene del náhuatl y se forma con los vocablos mallin que quiere decir “prisionero” y hua que indica propiedad; de ahí tal vez su asociación, en México, con el mundo carcelario. La segunda acepción proviene de la conjunción de Juan y María; el primer nombre también se les da a los soldados rasos en las milicias mexicanas, y el segundo, a sus compañeras que también reciben alias de Juana. Esta condición vincula a la yerba con los ambientes militares y con la propia guerra. La tercera propuesta la asocia con el nombre de una isla en el Caribe donde se presume había la costumbre de fumar. La cuarta se deriva del portugués antiguo mariguango que quiere decir “intoxicado”. Y la quinta asegura que mariguana procede de la voz árabe marwana que se refiere al valiente, al que invade o que posee, y que podría estar ligada a los efectos que produce fumar o ingerir dicha planta.
A la mariguana, según Armando Velázquez,10 la llamamos de muchas maneras en México: “belula, café, chora, churro, fina esmeralda, grifa, grilla, la gris, hojita con lumbre, jerez seco, juanita, juanita Salazar Viniegra, la verde, malva, mastuerzo, mary, juana, mois, motor de chorro, motocicleta, motivosa, moravia, morisqueta, mostaza, mota, nalga de ángel, orégano, orégano chino, pasto verde, yesca, yerba, zacate inglés”. Pero fumar mariguana también se puede decir: “Atizar mota, grifear, atizar coliflor tostada, acostarse con Rosamaría, dorar, enamoriscar, enyerbar, darse un toque, un acelerón de trueno verde o las tres de reglamento”. “Vamos a tronárnolas” y “vente a quemarle las patas al diablo” son sólo algunas expresiones coloquiales en México sobre su consumo. Las maneras de llamarla y del acto de fumarla van nutriéndose al paso de los toques… y de los años.
Hoy sabemos que la mariguana no es la encarnación del demonio, como se llegó a pensar por algunos siglos y en determinadas latitudes del planeta. Lo que se sabe es que forma parte de las drogas naturales, es decir, las que no han pasado por procesos químicos ni manipulaciones. Algunas de estas drogas blandas, como el opio, han provocado escenas de humor involuntario como la que narró Hans Sachs en el siglo XVI. Este poeta alemán describió su recorrido por un campo de batalla en el que observó que varios sarracenos consumidores de opio, en pleno enfrentamiento y en el momento en que estaban más tupidos los madrazos, “seguían teniendo el órgano sexual duro y erecto”. El médico de campaña —sin dar muestras de extrañeza— dijo que “aquello no tenía nada de extraordinario”, ya que eran comunes estas escenas incluso cuando lo sarracenos… ¡estaban muertos! Y no, no existía el viagra entonces, sino que más bien estos soldados le entraban duro al opio, que les causaban estas bochornosas escenas a cambio de procurarles excitación sexual “aún después de la muerte”, según Sachs.
A la mota hay quienes le adjudican bondades sobre la excitación sexual11 al percibir que el tiempo pasa más lento y que el cachondeo y acto sexual dura más. Aunque ciertamente estos beneficios se siguen investigando. Lo que sí puede asegurar la Universidad de Búfalo es que fumar mota disminuye la violencia doméstica, según un estudio12 en el que participaron 643 parejas con más de nueve años de relación. A que no se sabían ésa.
Sigamos dibujando en nuestra mente un retrato más claro de la mariguana. Existen básicamente tres tipos de mota:
Mariguana sativa (del latín cultivada): Este tipo tiene mayores niveles de THC. Los que la consumen podrían experimentar pasajes muy energéticos, aunque la paranoia y la ansiedad pueden ser sus efectos.
Mariguana índica (que es de la India): Es la que relaja el cuerpo. Hay consumidores que la prefieren para enfrentar ansiedades, dolores o insomnio. Tiene altos niveles de CBD.
Mariguana híbrida: Ésta es algo así como de chile, mole y de manteca. Las híbridas son la mezcla de varios genotipos de cepas mediante la autopolinización. Ya sea que resulte ni muy muy índica, ni tan tan sativa.
Dicho lo anterior, es momento de traer a escena al hachís, ese otro fantasma que gusta de aterrar sociedades enteras desde hace siglos. Esta droga es un producto derivado del cáñamo que recolecta y comprime tricomas, que son una especie de glándulas —aunque puede no haberlas (sí, así de relativa es la ciencia, ni modo)— que se observan entre las paredes externas de las hojas y flores de la cannabis sativa, mismas que secretan alcaloides que causan alucinaciones porque contienen THC. Esta secreción se vuelve resina que se comprime en tiras o bolitas duras y aceitosas, que lo mismo pueden ser de color marrón, amarillas o negras. Estamos ante el THC en su versión más concentrada e intensa. Hay quienes fuman el hachís en una pipa, en un cigarrillo mezclado con tabaco, lo cocinan en una galleta o panqué (brownie) o lo mezclan con café y miel.
La producción de esta resina de la cannabis se concentra principalmente en el norte de África, en Medio Oriente y en el suroeste de Asia. La Organización de las Naciones Unidas (ONU)13 estima que en 2011 se produjeron 1 300 toneladas, mientras que en 2012 fueron 1 400 toneladas, entre cuyos lapsos el precio del hachís en Afganistán, uno de los mayores productores, disminuyó.
La mota y su consumo era bastante normal llegando al siglo XIII, en Europa y Asia. El bhang (mariguana) fue retomado por diversas culturas religiosas. Fue protagonista de diversas escenas en Las mil y una noches. “Muchas tradiciones, escritos y creencias budistas indican que el mismo Siddhartha Buda estuvo durante seis años comiendo apenas una semilla diaria de cáñamo para alimentarse.” Vaya dietas, ¿no? Incluso a Shiva lo llegaron a conocer como el Dios del bhang.
El hachís es un derivado de la cannabis. Se recolectan y comprimen tricomas, el material más potente de las plantas. Las características de esta resina pueden variar dependiendo del método de elaboración. Algunos la consumen en una pipa de agua, en cigarro, inhalando su vapor, cocinándola, con miel, con café, con mantequilla, en fin.14 Marruecos y Afganistán son sus mayores productores y exportadores.
Es momento de una historia de aventuras, divertida y reveladora. Marco Polo cuenta sobre el hachís en su Libro de las maravillas que le dictó a Rustichello de Pisa, su compañero de prisión con quien coincidió cuando Marco Polo fue encarcelado en Génova tras un combate naval entre genoveses y venecianos. Tal vez sea la primera vez que alguien relaciona a la mota con lo más violento del ser humano. En ese libro, el viajero Marco Polo detalla múltiples travesías alrededor del planeta, entre ellas una sobre un príncipe, de esos muy malvados, que se hacía llamar el Viejo de la Montaña y que vivía en una zona de Asia Menor llamada Mulecto. Los mexicanos vamos a comprender perfectamente el oficio de este cuate porque si el Viejo de la Montaña viviera en nuestros tiempos, sería algo así como el líder del cártel de Los Zetas o del Jalisco Nueva Generación, un brazo armado con formación militar que además de extorsionar y traficar droga, asesina a sueldo. Este asesino cumple con el perfil. Ser el Viejo de la Montaña significaba ostentar un título que se heredaba entre los siglos XI y XIII, y en los tiempos de Marco Polo, el que se hizo de esa fama era Aladino Mohammed, el líder en turno. Este tipo desafiaba cotidianamente a la ley sarracena que regía la zona. Se decía que sus hombres, herejes por supuesto, vivían en el “paraíso del pecado” (oxímoron muy conveniente) ubicado entre jardines bellísimos donde el Viejo procuraba a sus secuaces placeres de tipo gastronómico y sexual. Nunca faltaban ni el vino ni la leche que, incluso, corrían por algo parecido a unas cañerías elevadas, así como lo leen; aquéllos se daban vida de gobernadores corruptos en México. Las carnes y los frutos eran servidos en palacios y casas bellísimas con tapices de seda; había fuentes extravagantes, animales exóticos y sirvientes muy efectivos que bailaban con los cantos de las mujeres hermosas que lo mismo tocaban instrumentos que cumplían las fantasías sexuales de los convidados. Uy, aquello era una cosa que ya hubieran querido esos narcos a los que la Drug Enforcement Administration (DEA) o la Procuraduría General de la República (PGR) les incauta casas y ranchos estrafalarios que imitan el estilo de vida de Pablo Escobar o Joaquín el Chapo Guzmán, quienes no sé si llegaron a saber del Viejo de la Montaña para inspirar a sus reclutados. En una de ésas sí. Pero sigamos con el relato de Marco Polo.
El ingrediente secreto de esas bacanales era el hachís que los transportaba mentalmente...