Conflicto de interés: problema ético, no legal

25/08/2015 - 12:01 am

Cuando en aquella sesión de Congreso, en la década de 1920, el Senador explicó que no había pruebas de que él hubiese robado el ganado de aquel ejido, un Diputado revolucionario le contestó: “Acuso a mi compadre, el general Godínez, de ratero, no de pendejo”.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, conflicto es “un problema, cuestión o materia de discusión o también un apuro, situación desgraciada y de difícil salida como asimismo coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo”. Por otro lado, interés es “el valor de algo, la inclinación del ánimo hacia un objeto, una persona o la conveniencia o beneficio en el orden moral o material”.

De las definiciones formales obtenemos las acepciones “coexistencia de tendencias contradictorias” y “la inclinación de ánimo hacia una persona”; también “la conveniencia o beneficio en el orden moral o material”. En el caso de la compra de la casa blanca y el hogar de Videgaray sí existe una inclinación de ánimo hacia quien les facilitó el acceso a los bienes y es obvio que hay confianza y estima, porque esas ofertas no las encuentra uno buscando en Internet.

Las compras también implicaron conveniencia y beneficios, por lo menos en el orden moral porque ¿quién con las aspiraciones de una mujer que disfruta de verse bien no va a tener una gran satisfacción al hacer su hogar a su gusto? Y claro que su esposo, o prometido, sentirá también gran placer al ver a su pareja feliz cuando reciba su vivienda terminada. Sin lugar a duda, tales gustos, de naturaleza moral, generan una inclinación de ánimo hacia quien les ayudó a lograr tan enorme meta personal: tener una casa. La misma inclinación de ánimo se da con Videgaray.

Y precisamente esa inclinación de ánimo, a favor de los hombres con quienes se hacen esos negocios, generan una coexistencia de tendencias contradictorias: gobernar, para todos los mexicanos o en beneficio del amigo. Dicen en España, “al amigo justicia y gracia, al otro justicia a secas”. En esa gracia está la clave del conflicto de interés.

Todo lo anterior son valores, y desvalores, morales; a final de cuentas se trata de una cuestión ética, lo cual es muy importante en cuanto a las cualidades que debe tener todo gobernante. A ellos les encargamos nuestro futuro (la educación, salud y seguridad de nuestros hijos y nietos) por lo tanto deben de ser personas totalmente confiables.

Pero es un deber ser, que no significa que en automático ya lo sean porque en México, al contrario, pareciera que para ser político más bien hay que ser deshonesto; y esto fue lo que nunca comprendió Virgilio Andrade, quien se limitó a hacer un análisis legaloide, de filigrana jurídica, para absolver a su amigo de la acusación de conflicto de interés.

Lo hizo así, porque el mismo Andrade tiene un conflicto de interés personal: es amigo de los investigados. Nunca comprendió que sobre la pareja presidencial y el secretario de Hacienda no había una acusación de simple ilegalidad ni denuncia penal, sino una acusación de comportamiento antiético, el combinar política, amistades y negocios.

Nunca se dio cuenta que él no es el procurador general de la República, y que encajonar el tema de la investigación en la comisión o no de una ilegalidad o delito, fue una digresión de origen para absolverlos de entrada. En el rancho, dirían de Andrade: “Anda buscándole chichis a las víboras”.

La legalidad es una circunstancia relativa, y tiene mucho que ver con la voluntad de los gobernantes en el poder, ¿cuántas barbaridades no se han cometido de acuerdo con la ley? En Estados Unidos era legal que los negros no usaran los mismos asientos que los blancos; era legal encarcelar al afro que se casara con una güera.

En el África fundamentalista es legal la mutilación genital femenina y, en estricta legalidad, las barbaries nazis estaban fundamentadas en una normatividad formal; y ese es el problema de México, muchas malas acciones gubernamentales son legales.

Por esto nos ven en el extranjero como personas de poca confiabilidad: antes decíamos mexicanos, y empezaban a cantar música de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez; ahora dice uno que es mexicano y fruncen el ceño, confirman su cartera y dan pasos atrás hasta estar a más de tres metros de distancia.

Esa investigación era la oportunidad para la pareja presidencial de ponerse a mano con la República, pedir perdón a la población y donar la casa blanca para un propósito humanitario, y que de esa manera se pudiera volver a creer en ellos. Los mexicanos queremos confiar en nuestro presidente y respetarlo, pero ¡no se deja!

Esta investigación fue una hija de su… conflicto de interés.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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