Violencia, ¿a dónde vamos?

25/07/2014 - 12:00 am

Hay dos mediciones que están directamente asociadas a la percepción desempeño de un gobierno: la violencia y la economía, y el gobierno de Peña Nieto ha estado muy por debajo de la expectativa en ambos indicadores. En menos de 24 horas conocimos los datos 2013 de violencia en el país, dados a conocer por el INEGI, y la reducción de perspectivas de crecimiento, según el Fondo Monetario Internacional. A fin de cuentas, en este país, todas la pulgas se las cargamos al presidente, porque entre otras nos han enseñado que aquí no se mueve un hoja sin la voluntad presidencial (cuando Fox dijo el famosos “¿Y yo por qué?”, dando a entender que algo no era un función de la presidencia, provocó una gran indignación por no asumir que todo lo que pasa del Bravo al Suchiate).

¿La tasa de homicidios por cada cien mil habitantes es una medida de la eficiencia del Estado o más aún de la capacidad del presidente? Si la respuesta es sí, no hay mejores presidentes que Zedillo y Fox, en cuyos sexenios bajó consistentemente el índice en este indicador. Pero la comparación no refleja gran cosa, salvo que, por motivos muy diversos, el país entró en aquellos años en una etapa de baja de violencia: estabilidad en los cárteles de la droga, disminución de armas por habitante, urbanización de la población, etcétera. Sin embargo, en ese mismo periodo hay un aumento significativo del delito de secuestro. Igualmente injusto resulta comparar el primer año de Calderón con el primero año de Peña Nieto, pues así como Calderón puede alegar, con razón, que le dejaron un Estado con instituciones de seguridad desmanteladas, incapaces de hacer frente a los fenómenos de cambio en el negocio de las drogas (baja de ingresos de los carteles por la caída de la cocaína, fragmentación de grupos de trasiego de drogas, liberalización de venta de armas en Estados Unidos y aumento del número de armas en el mercado mexicano) Peña puede alegar que le dejaron un país en llamas. En política las excusas sirven para dos cosas.

Lo cierto, en todo caso, es que el número de homicidios totales y la tasa por cien mil habitantes va a la baja desde 2011, antes aún de que entrara Peña Nieto, y que de continuar la tendencia recuperaremos los niveles de tasa de homicidios de 2007 dentro de cinco o seis años.

Al igual que en el sexenio de Calderón, con Peña la violencia está focalizada en regiones muy específicas del país. Hay once estados donde el índice está por encima del promedio (20); en cinco de ellos están 50 por ciento o más por encima de la media, y en dos de ellos, Guerrero y Chihuahua, el índice es tres veces mayor al promedio nacional. No hay, pues, un cambio ni en los resultados ni el el comportamiento.

Si queremos enfocar el lado negativo, no hay un cambio sustancial del sexenio pasado a éste. Si queremos ver lo positivo, vamos lento pero mejorando. Lo único cierto es que, como en todo tema complejo, la simplificaciones ni ayudan a entender, mucho menos a pensar. Los problemas estructurales se resuelven con cambios estructurales, no con discursos y buena voluntad.

en Sinembargo al Aire

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